Al entrar vi su reflejo en el espejo y veo que se trata de una señora mayor, de escasa altura y muy delgada.
Debe de tener alrededor de unos 90 años. Tiene toda la piel llena de arrugas y el cabello tan blanco como la nieve. Está sentada en una silla de ruedas y me mira con su mirada perdida y distraída, no parece alegre sino más bien cansada, desorientada. Alzo mi mano ¿Por qué me copia? Puedo leer la confusión en sus ojos. Muevo ligeramente los dedos y ante mi sorpresa ella vuelve a repetir la misma acción, moviendo sus dedos huesudos y arrugados. No puede ser, esta no soy yo, yo me llamo Pepita y sólo tengo 9 años.
No estoy en mi casa, allí no hay todas estas máquinas y paredes blancas sinó mi hogar, es un sitio con provisiones y refugios por si vuelve a caer otra de esas bombas ruidosas y mortales que nos lanzan los nacionalistas por órdenes del general Franco. Aquí no me siento segura, sólo quiero que mi madre me recoja y volvamos a casa, con mis 4 hermanas: María, Dolores, Carmen y Pilar y mis 3 hermanos: Antonio, José y Pedro. Por la hora que el Sol marca, ya deberían de haber vuelto del colegio dónde a mí y a mis hermanas nos enseñan a coser. Mamá ya debería de haber preparado la comida seguramente un poco de sopa y un sorbo de agua, son dias dificiles respecto a las comidas, no hay mucha así que hay que racionarla
Sobre mi padre, ya hace un año que por la fuerza se fue para combatir en la guerra en el bando de los republicanos. Mi madre no volvió a ser la misma cuando él se fue.
Llaman a la puerta.
Espero que sean mis vecinas, antes solíamos ir a jugar a la calle, nos lo pasabamos tan bien... Jugábamos a la rayuela, al pilla pilla a peinarnos y a muchos juegos más. Últimamente ya no nos vemos tan a menudo, las echo de menos.
Pero no son ellas, sino una mujer desconocida que me sorprende llamándome mamá ¿Mamá? Pero qué bobadas si tenía tres veces más edad que yo. Debe de ser la tendera del barrio, a veces se le va un poco la chaveta.
Oigo unos ruidos.
¡Los aviones! Informo a la tendera que tenemos que huir rápidamente, pero ella solamente me mira con una mezcla de ternura y tristeza, asegurando que no pasa nada. ¡Vaya despreocupada!. Oigo más ruidos, y antes que me entrara el pànico, aparece un señor con una bata blanca, debe de ser un médico. ¿Hay heridos?. El médico se excusa un momento y va a hablar a otra habitación con la tendera. Aún así pudo oír vagamente su conversación en la que hablaban sobre una enfermedad de la cual no recuerdo su significado: el Alzheimer.
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La anciana de cabello blanco
Non-FictionEste es un breve relato a cerca una enfermedad que sufren miles y miles de gente mayor en la actualidad. Lo tuve que presentar a un concurso y me gustó bastante el resultado así que lo he compartido para vosotros, espero de todo corazón que os toque...