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Plasmar mis sentimientos verbalmente nunca ha sido una de mis fortalezas, por eso soy escritor. Yo plasmo todo en mis historias, pero ¿decirlas frente a frente? casi nunca, a menos que me hagan salir de mis casillas y explotar con una bomba de emociones incontrolables. Ésta es mi bomba estallada por una experiencia con mi mejor amigo; el detective consultor Sherlock Holmes. 

Si ustedes, mis queridos lectores, me preguntaran cómo definiría mi relación con mi querido amigo no sabría qué contestar con exactitud. Lo único que puedo decir es que lo quiero, me quiere, nos necesitamos y coexistimos complementándonos el uno al otro.

Mi relación con Sherlock Holmes era una de las cosas más bellas y únicas que había experimentado en toda mi vida. Evidentemente no lo digo en un sentido romántico, lo digo desde mi más honesto y profundo cariño, él de verdad salvó mi vida, me enseñó muchísimas cosas y evitó que terminara sumido en una gran depresión después de volver de la guerra. Él me salvó de todo lo malo posible, literalmente.

Por eso y más, necesito desechar todo lo que pasó justamente el día anterior a éste,en el que escribo en la intimidad de mi habitación mientras mi futura esposa está haciendo la compra. Me siento mal por esconder ésto, pero es lo mejor para todos. Tampoco sé por qué me dirijo a ti de forma tan íntima, lector, si sé que NUNCA publicaré esto, por lo tanto no hay lectores. Pero me siento más cómodo, como si me estuviese confesando de todos los pecados que he cometido en mi despedida de soltero. 

Como toda historia, ésta tiene un inicio. Así que sin más distracciones, empezaré:

Acabé de arreglarme mientras me veía en el espejo, quería estar lo más guapo e impecable posible pues hoy sería mi despedida de soltero. No sé por qué me arreglaba tanto, sabía con certeza que Sherlock nunca me llevaría a un club de nudistas o por prostitutas, pero lo hacía por alguna razón inexplicable. 

  — Te ves guapísimo— dijo Mary viéndome desde nuestra cama y yo la miré y sonreí— Nada de irse de putas, eh.

— Nunca haría algo así, Mary, lo sabes. Y menos con Sherlock, él no es... así— susurré terminando de acomodar mi camiseta.

— ¿A qué te refieres?—  preguntó confundida.

  — Él no siente las cosas de la misma manera que nosotros... o sea...—  traté de explicarle a mi prometida pero no me salían las palabras.

— ¿Él no folla?— soltó con un tono burlón y directo, reí un poco por su indiscreción. Si Sherlock la hubiese escuchado seguramente la fulminaría con la mirada.

— No sé, lo conozco desde hace años y no sé casi nada de él en ese aspecto. La única vez que lo vi "interesado" en una mujer fue por Irene Adler y eso no salió nada bien.

— ¿Crees que aún sea virgen?—me preguntó Mary y yo me encogí de hombros. Esas preguntas me las había hecho algunas veces, incluso pensé en preguntarle directamente a Sherlock, pero estoy seguro de que me mandaría a la mierda nada más entrar por la puerta. Me conoce a la perfección.

Salí del baño, me rocié colonia y me despedí de Mary mientras ella me advertía que nada de nudistas. Asentí, guardé mi móvil en mi bolsillo y me fui directo al 221B.

Al llegar saludé a la señora Hudson, tuve que cortar la conversación a los cinco minutos, si no lo hago ella me haría escuchar sus chismes por prácticamente toda la noche. Subí las escaleras, abrí la puerta y me encontré a Sherlock arreglándose frente al espejo del salón, cuando llegué inmediatamente paró y me observó:

— ¿Nueva colonia?—  preguntó mientras recogía su billetera y la guardaba en su abrigo.

— Sí—  asentí sin sorprenderme de que lo supiera nada más llegar a la habitación. Él era como un sabueso bien entrenado, a veces era agobiante. Pero me gustaba y me parecía fascinante.

La Despedida de Soltero de John Watson (Johnlock)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora