parte única

1.9K 250 105
                                    

«Me gustaría que algún día viajáramos juntos» soltó el joven, con la vista en el cielo.

«¿Todos nosotros?» respondió el mayor, con voz tranquila, imitando la dirección de su vista. Estaban sentados fuera del almacén.

«No, solo tú y yo».

«¿Adónde, Yuta?» pestañeó.

«Donde tú quieras, la cuestión es que quiero ir contigo».

«¿Quieres ir en abril?» estarían una semana de vacaciones para entonces, así que le parecía buena opción.

«Si quieres tú».

«Bien, hay algo que me gustaría preguntarte allá».

«Oooh ¿qué es? ¿adónde iremos?»

Taeyong sonrió, «ya sabrás».




*




La familia Lee empezaba a tener bastantes problemas para mantenerse. El 94 pasó literalmente encima de ellos, y con suerte conseguían mandar a su hijo menor al colegio. Lo peor de toda la situación terminaba siendo que Taeyong no estaba asistiendo mucho que digamos.

Él tenía un grupo de amigos, de esos que son de los mejores ejemplos para corromper, si es que Taeyong ya no estaba corrompido. Se saltaban las horas de clase para ir a fumar a la azotea, riéndose de malas bromas y escupiendo barbaridades. No le tenían miedo a nadie ni a nada, porque se habían acostumbrado a no darle importancia a nada tampoco.

Salía de su casa y en vez de buscar para el instituto, se encontraba con Yuta en la otra cuadra y se largaban a hacer el vago.

Yuta era el chico de intercambio que solía sentarse a su lado en clases. Tenía la piel algo tostada, una nariz más o menos corriente, una sonrisa radiante y unos ojos perlados que, usualmente, se escondían detrás del flequillo oscuro que llevaba el muchacho, tal y como si fuera el muro que protegía un valioso tesoro de algún malintencionado ladrón. Contrario a esto, Yuta pensaba en realidad que su cara era fea, y en eso difería con Taeyong, pues conforme pasó el tiempo, él quedó enganchado con su rostro, con sus gestos, quedó enganchado hasta con los defectos del menor.

Este, como era japonés, tenía un extraño acento, pero resultaba agradable al oírle. A Taeyong también le gustaba cuando cantaba; se sentaba a su lado, limitándose a escucharle mientras Taeil, otro amigo, acompañaba las notas altas. Casi siempre terminaban borrachos en las reuniones, bajo la oscuridad de la noche y la luz de la luna, si era que esta daba mucha presencia.

Era en las tardes haciéndose noche que corrían hacia un almacén abandonado, al que habían tomado como si fuera su terreno. Lo defendían, por lo que otras personas ya ni se paseaban por el lugar. Le tenían miedo al revólver que Johnny guardaba a espaldas, ese que le había entregado su tan sospechoso padre y cual ni ellos mismos se atrevían a cuestionar. Bastaba ver cómo Johnny mandaba a volar todas las latas de Coca-Cola en sus practicas, demostrando su puntería perfecta, para saber que no tenías que preguntarle cosas que no le agradaría responder. A fin de cuentas, Johnny era el más sinvergüenza del grupo. Salía con varias mujeres a la vez, fumaba tanto que seguro no pasaría de los cuarenta años y era quien más en problemas los metía la mayoría del tiempo. Lo único que no pudo juzgársele, fue que nunca llegó a ponerle un dedo a alguien del grupo, él decía que eran su gente o algo así. Mark, el menor de todos, era irremediablemente apegado a él, aunque también era el único que vivía discutiéndole por cualquier cosa.

Ruido sordo ‹ yutae Donde viven las historias. Descúbrelo ahora