Agosto 31, 2017

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Narra Camila.

Estar mirando la casa de Roxana desde afuera por más de media hora no es normal.

¿Y si le hablaba a Marcelo y tomaba su oferta de cambiar parejas?
No, ¿en qué estoy pensando? Vamos Camila, haces el trabajo y te vas. Es muy sencillo.

Después de otros minutos más tomé un poco de valor y toqué el timbre. Por suerte salió Roxana y no su madre o algún otro familiar, mis horribles gestos de incomodidad hubieran hecho que la señora me corriera a patadas de su casa ya que eso de actuar no se me da muy bien.

-¡Camila! Pasa.

No entendía la razón de su felicidad cada vez que me hablaba, ella sabía que me gustaba Marcelo pero aún así me trataba de la mejor forma.

Ingresé a su casa para comenzar a trabajar de una vez y terminar lo más pronto posible. Ella había sacado una muy buena información pero no me estaba ayudando a armar el trabajo, estaba demasiado distraída mirando su celular con una estúpida sonrisa de enamorada.

-¿Estás hablando con Marcelo?

-¿Ah? Sí, sí, claro. Es Marcelo con quién estoy hablando. -Sus nervios eran demasiado evidentes y el evitar mirarme a los ojos hacían de sus palabras una completa mentira.

A pesar de algunas sospechas que mi mente comenzaba a crear decidí no seguir con el tema.
Después de eso Roxana decidió ayudarme a terminar el proyecto por lo que acabamos más rápido de lo que esperaba.

-Somos un gran equipo. -Dijo ella con una gran sonrisa.

-Bueno, no voy negarte eso.

Roxana me acompañó hasta la entrada. Cuando abrí la puerta ella se acercó para darme un beso en la mejilla, no me había dando cuenta que frente a nosotras se encontraba una chica bastante molesta y que me miraba con ganas de asesinarme.

-Roxana.

Al momento en que la desconocida pronunció su nombre Roxana borró la gran sonrisa que tenía en su rostro.

-Caroline, esto no es lo que piensas.

-No necesito explicaciones, tú y yo no somos nada.

La desconocida, de al parecer nombre Caroline, se subió a un auto que estaba estacionado frente a la casa y se fue.
Roxana ni se tomó las molestias de explicarme lo que estaba sucediendo, simplemente cerró la puerta y se fue corriendo tras ella a pesar que era imposible alcanzarla.

Cuando llegué a mi casa en lo único que pude pensar el resto del día fue: ¿Qué demonios sucedió?

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