Preludio: Parte I - La Gran Guerra y El Linaje Esmeralda

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Erase el año 557 D.U. (Después de la Unificación) Y los conflictos entre las tribus de la región del sur de Ad' Varia (actualmente conocida como Shide Valliria) se empezaron a intensificar dado el levantamiento de tres de las tribus animales más poderosas de la región. La tribu del Águila la cual estaba ubicada en lo alto de Las Mesetas Doradas mas allá de El Desierto Rojo, La tribu del Tiburón que solía habitar El Mar Obscuro y La Ciénaga Sombría y finalmente La tribu del Lobo quienes poblaban El Bosque Esmeralda y Las montañas de Dar' Varia. Todos ellos con el único objetivo de terminar de una vez por todas La Gran Guerra que desolaba su tierra acudieron al centro del Valle de la Gloria para confrontarse en una última gran lucha.

Flechas volaban por los aires, lanzas en llamas estancadas en los corazones de jóvenes guerreros, veteranos descuartizados en cuestión de segundos por la furia de sus enemigos, era una lucha que nadie podía ganar y pronto las diecisiete tribus menores se dieron cuenta de ello y decidieron aliarse para destruir a los tres gigantes y como resultado El Lobo, El Águila y El Tiburón fueron casi erradicados y dos de estas perdieron una enorme cantidad de su territorio. Aquel quien era el líder de La tribu del Águila en aquel entonces les ofreció asilo a las familias más importantes de las otras dos, pero claro, todo tenía una razón de ser y con Lord Laedar Aquila era mucho más probable que siempre hubiese algo que pasase por su mente, esto debido a que era un hombre excepcionalmente sabio, diestro en el arte de la guerra y un gran estratega. Aquila sabía que esta guerra abarcaba mucho más que una simple toma de territorios, aun unidos sus enemigos no lograban superar a sus tropas numéricamente hablando, sin embargo, algo movía a estos hombres y mujeres que luchaban por algo más que tierra y los hacia implacables en el campo de batalla. Odio, ira y sed de sangre mezclados con una "magia" poco común... Era una guerra que solo no podía ganar, así que planifico una estrategia que probablemente lo ayudaría no solo a él sino a las otras tribus y al invitar a sus próximos aliados aseguro una maestría de combate en todos los terrenos posibles: Cielo, Mar y Tierra.

Aquila acogió los otros dos líderes en Las Mesetas Doradas como si fuesen hijos perdidos que regresaron a casa, los recibió con un enorme festín y una gran celebración que duro toda la noche. Para Ikvarir Rekin, El Rey de los Mares esto parecía una trampa muy bien planeada con el único fin de eliminar a las familias reales de las tribus, pero Ikvarir no era especialmente listo para ser un líder tribal, de hecho, gran parte de lo que tenia se lo debía a su fuerza bruta y a su esposa: Lanay Rekin, quien era su consejera de mayor confianza y le ayudaba a planificar las estrategias de guerra. Para Lanay era raro recibir a alguien con tanta euforia en tiempos de guerra e incluso sospechoso, a menudo se preguntaba si Laedar tendría una intención oculta o planeaba usarla como rehén para que Ikvarir y sus tropas estuviesen a su comando pero de ser así no hubiese invitado al joven lobo también, para Lanay era natural preocuparse en estos tiempos debido a que amaba a su esposo y temía por la salud de su primogénito no nato y aunque Lanay era una mujer que siempre estaba preparada para todo este era un momento de mucha angustia que meditaba cada día que pasaba en La Fortaleza Escarlata. Por otro lado, el joven lobo, Septimus Greenwolf no parecía intranquilo por la invitación de Aquila sino por el contrario se sentía aliviado de que en estos tiempos una mano amiga le fuese extendida y lo ayudasen y esto se debía a que Hatod Greenwolf, el difunto padre de Septimus vivió gran parte de su juventud junto Aquila como mejor amigo y para él era como un tío sin embargo Septimus sabía que Aquila también necesitaba de él.

La percepción del joven lobo era por mucho superior a la de los otros líderes, no se limitaba únicamente a entender lo que lo rodeaba a través de un razonamiento lógico sino que también se basaba en el instinto animal que poseía en su linaje familiar heredado durante generaciones el cual le ayudaba a no solo ver el mundo de la forma en la que la hacen las vulgares bestias sino a domarlas a placer, el "don" que poseía era único en este sentido porque como las otras dos grandes tribus aprendieron a convivir con las criaturas de los ambientes en los que residían también poseían afinidad con otros animales de distintas regiones, y ellos a través de conocimientos arcanos y de la bendición de la Unificación Eterna, dominaron la misma naturaleza que los rodeaba volviéndose uno con ella y se les otorgo este regalo volviéndose los gobernantes de las tierras y su líder que siempre pertenecía a la misma rama familiar era nombrado Príncipe de las Bestias. Quienes poseían El Linaje Esmeralda siempre tenían un acompañante animal de origen canino: Perros, zorros, coyotes, etc. Y para aquellos que eran descendientes del primer Príncipe, lobos; y Septimus no era la excepción a la tradición. Siempre a su lado estaba Spitfire, animal de color semi-grisáceo ya que su pelaje generaba un degrade donde su lomo era obscuro y mientras más cerca de las patas se posaba la vista más claro el color de la criatura era, y el rasgo que lo hacia único era la iris de sus ojos los cuales emanaban un color rojizo similares a las llamas de una fogata recién encendida y a través ellos podías percibir la furia de la bestia por más dócil que fuese para su amo y para sus aliados, Spitfire era un lobo realmente único que mantenía la calma en la mayor parte de su tiempo pero en los momentos en los que los niveles de adrenalina subían durante el combate se transformaba en una maquina asesina, todo una furia desencadenada sin piedad que solo se valía de sus instintos y su confianza con Septimus para sobrevivir y su amo tampoco era muy distinto a él, mientras que la calma habitase su mente no habría situación que Septimus no pudiese controlar y de perderla era mejor separársele puesto que su ira destructiva solía consumir todo lo que estuviese en su camino, una ventaja en momentos de crisis ciertamente.

Un par de días habían transcurrido en La Fortaleza Escarlata cuando Lord Aquila finalmente había decidió convocar a Septimus y a Ikvarir en el gran balcón para atender los menesteres que les concernían al trio:

- "Amigos míos sé que la espera ha sido larga pero hoy todo les sera aclarado, la razón de este asilo y el motivo de mi amabilidad en estos tiempos de crisis." - Dijo El Águila.

- "¡Lo sabía! ¡Sabía que esto no era más que una vil trampa Aquila, no tienes honor, basura... Tratarnos como a los mismos Dioses solo con el fin de usarnos en una cruzada para conquistar El Valle de la Gloria solo para tus pajarracos!" - Exclamo El Tiburón.

- "Relájate un poco Ikvarir, Laedar aún no nos ha comentado nada sobre lo que desea y tu inmediatamente maquinas que quiere usarnos para un fin egoísta, piensa un poco... Si desease usarnos en cualquier momento podemos rebelarnos en su contra, unidos nuestros ejércitos podrían superarlo tres a uno fácilmente, además, Laedar es un hombre honorable, no importa que tan extraña se vea esto no es una situación que no podamos manejar y Él lo sabe, ten un poco de fe en el hombre." - Señalo El Lobo.

- "Audaz e inteligente como siempre joven Príncipe, me alegra ver que en estos años se te ha entrenado bien en el arte de la guerra, sin embargo, Ikvarir no está del todo incorrecto... Y tú tampoco, a decir verdad... Si, necesito de su ayuda y de su cooperación, sin embargo, aunque decidan no aceptar a mi proposición serán libres de irse y no les considerare enemigos, pero tampoco aliados, dicho esto por favor déjenme enseñarles lo que he descubierto y explicarles porque les necesito."

Tras sus breves palabras, Aquila llamo a sus sirvientes, pidió que cerraran las entradas al gran balcón y que se mantuviesen fuera de la sala donde el trio iba a conversar, todo esto parecía extraño para Ikvarir y Septimus, pero decidieron inclinarse por escuchar las palabras del Señor de los Cielos. Aquila acciono una palanca en el interior de la sala de forma hexagonal e inmediatamente el balcón se cerró por completo, la habitación quedo a obscuras e inmediatamente 2 luces alineadas perpendicularmente a la entrada del balcón se encendieron y el adorno del centro que poseía la misma forma que la habitación se elevó a la altura de la cintura y de la misma "mesa" que se había levantado salieron seis taburetes, Septimus e Ikvarir sorprendidos por este ingenioso mecanismo se inquietaron inmediatamente, acto seguido Laedar colocó un mapa táctico de la región sobre la mesa y les invito a sentarse, Septimus ya había empezado a entender lo que Aquila maquinaba en su mente mientras que Ikvarir aun desconocía por completo y prefirió mantenerse a la defensiva.

Una vez el trio había tomado asiento, Aquila comenzó con su explicación: - "Caballeros, primeramente bienvenidos sean al corazón de La Fortaleza Escarlata, esta habitación única en su tipo ha servido a mis antepasados como un salón de la guerra, aquí durante generaciones hemos planificado desde la más pequeña de las estrategias hasta la creación y el uso de los artilugios mecánicos por los cuales somos reconocidos en toda la región, aquí será en donde, si deciden aceptar mi oferta, llevaremos a cabo nuestras reuniones como una nueva alianza" - Ikvarir y Septimus se sorprendieron al escuchar la palabra "alianza" salir por la boca de Aquila, era un hecho en Sheide Valliria que las tribus solo mantenían pactos de no agresión y treguas ocasionales para evitar escaramuzas del norte, era una especie de decreto divino que impedía a las tribus aliarse a no ser que surgiera una amenaza exterior al Valle de la Gloria, sin embargo todo esto había cambiado desde el inicio de La Gran Guerra.

- "¿Una alianza? ¿Es que acaso te has vuelto loco Aquila? No debemos desgraciar la voluntad de los dioses, no debemos ser iguales a estas bestias que osaron desafiar a los Guardianes o seremos castigados como ellos, perdiendo la consciencia y nuestra humanidad" - Exclamó Ikvarir, repudiado por la sola idea de traicionar sus creencias.

- "Los Dioses nos han abandonado a nuestra suerte Ikvarir, pero hasta yo he de admitir que es una mala idea ir en contra de los caprichos de Los Divinos" - Pensó Septimus, mas sin embargo tenía curiosidad por conocer lo que Aquila maquinaba así que decidió soltar un resoplido para expresar su descontento con la idea.

Aquila comprendía las preocupaciones de sus homólogos, más aun cuando de la ira de Los Dioses se trataba, pero como todo buen erudito, ya había investigado a fondo los hechos que dieron el origen a esta guerra y la verdadera naturaleza detrás de las diecisiete tribus menores: Ed' Voiphem, o en lengua común: El Vacío.

La Sombra de la BestiaWhere stories live. Discover now