Me pregunto si son mis deseos los que hablan, los que susurran.
Me pregunto si tienen vida, vida fuera de mi, vida propia.
¿Tienen los deseos sueños? ¿Sueñan con satisfacer algún día su sed?
Quizá por el hecho de que poseen su propio latido andan sueltos por mi vida, moviéndose de un lado a otro, como si no importara que el suelo en el que pisan es quizá más frágil que una lámina de cristal.
Quizá por eso gritan desde mi interior que les de el aire que a mi me está faltando.
No puedo satisfacerles y mi castigo es su fuerza, fuerza con la que gritan, con la que agarran, con la que piden y lloran...
Y he decir que aunque tengan vida propia no tienen libertad para vivir y que esa jaula que les encierra se alimenta de la fuerza que necesito para poder sonreir...
Decidme, deseos, qué puedo yo hacer si solo vuestra vida me cuesta sostenerla. ¿Por qué no os basta con vivir? Yo no puedo daros más que la vida, lo demás no depende de mi. Y ya vuestra vida me cuesta parte de la mía...
No podrá ser, nunca, no podré daros más, así que callad, por favor, o tendré que mataros de la forma más cruel, con el olvido.
No soñéis, no vendrá aquello que os llenaría.
Ahora alimentaos del camino que dejaron vuestras huellas porque no se volverá a caminar.
Callad, callad, callad...