Encuentro

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En un lugar apartado de la sociedad, más allá entre las montañas, había un castillo en ruinas vigilado por un feroz dragón. En el castillo se encontraba la princesa Levy leyendo uno de sus libros favoritos. Recostada en unas enormes, grises y duras escamas. Pero a pesar de su dureza, ese era su lugar favorito, la hacía sentirse en paz. Mientras sus labios leían en voz alta, su sonrisa no desaparecía, porque sabía que no era la única en ese solitario sitio...

Levy dejó de leer y sonrió ampliamente antes de volver hablar— Señor Dragón, ¿le gusta el libro?

Se giró a ver la cara del enorme animal, pero un puchero adorable se formó en sus labios al ver que este estaba profundamente dormido, no era raro que se quedara dormido cada vez que ella empezara a leer. Suspiró pesadamente, cerró su libro y luego se quedó viendo fijamente al dragón con el que vivía hace más de siete años, en su boca se formó nuevamente una sonrisa. Le encantaba ver a aquel ser dormido.

Entonces recordó el día en que se encontró con el dragón.

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Levy ya no soportaba un segundo más en la corte, encerrada en los cuatro enormes muros del castillo. De alguna manera logró escapar del castillo de que nunca había salido jamás en sus catorce años de vida. Corrió y corrió hasta que sus piernas no dieron más, estaba exhausta, había perdido completamente de vista el castillo, miró a su alrededor y no tenía idea de donde se encontraba ahora, anduvo todo el día perdida sin saber a donde ir. El sol cada vez se escondía más y más, fue entonces cuando vio una cascada, corrió rápidamente para poder refrescarse, pues estaba muriendo de sed. Pero algo la dejo paralizada en el trayecto, un enorme dragón de escamas tan grises salió detrás de la cascada, este notó inmediatamente el olor y la presencia de Levy, la miro con desdén por unos segundos y luego dio fuertes pisadas hacia ella.

Levy estaba asustada, nunca había visto un dragón en su vida y se supone que ellos ya estaban extintos, según le contaba su padre, eran criaturas feroces que odiaban a los humanos, pero nadie volvió a ver uno casi por cien años, y le tocó la peor de las suertes de encontrarse con uno frente a frente. Trató de salir corriendo, pero su cuerpo no le respondía. El dragón se detuvo cerca de ella y se agachó su cabeza para que quedara más o menos a su altura.

¿Una joven por aquí? Eso es raro —habló el enorme dragón con voz áspera.

«¿Puede hablar?» Pensó Levy.

— ¿Acaso eres muda? —preguntó el dragón.

Al ver que Levy no contestaba, se enderezó y extendió sus alas dispuestas a volar, no sin antes haber atrapado a Levy en su enorme garra. Ella dio un enorme gritó, estaba horrorizaba, miles de pensamientos pasaron por su mente y uno de esos era que tal vez la llevaría a una obscura cueva y se la comería viva. Su cuerpo no dejaba de temblar, todos los intentos por soltarse eran inútiles, su garra era enorme a comparación de su pequeño cuerpo. Finalmente, se resignó, esperando su horrible destino, en ese momento se arrepintió con todas sus ganas de haber dejado la corte.

El dragón fue descendiendo y Levy visualizo un castillo en ruinas.

«Tal vez es la casa del dragón» Pensó Levy.

Él aterrizó y dejo a Levy en el duro cemento. Ella se quedó viéndolo con miedo, esperando su hora de muerte. El dragón pareció darse cuenta, por lo que sonrió, lo que dejo sorprendida a Levy.

¿Q-qué va a hacerme? —habló finalmente Levy con la voz temblorosa.

 No pienso comerte si es lo que piensas —dijo mientras la veía con sus profundos ojos carmesí.

 ¿Entonces por qué me trajo aquí? —dijo confundida, pero sin dejar de tener una mirada asustadiza.

Estás perdida, ¿verdad?

S-si.

 Por eso te traje —empezó andar, adentrándose en las puertas del castillo— yo no devoro personas, pero en ese lugar en el que estabas hay muchos lobos que sí lo hacen y la noche son sus horas de caza.

Un leve escalofrío recorrió la espalda de Levy, quien lo seguía adentro del castillo. No sabía si realmente confiar en él, pero por el momento parecía ser su mejor opción. Era seguro que nadie más le haría daño estando a su lado.

 Entonces debo darle las gracias —le hizo una reverencia.

— No tienes que agradecer. Si quieres te puedo llevar mañana al lugar donde vives —el dragón se acostó en un enorme salón y exhaló fuego para así prender la chimenea. Las llamas ardieron intensamente y Levy se acercó asombrada.

Esto era como en los libros. Había unos que hablaban de dragones y se sentía fascinada por ellos, pero su padre le metía en la cabeza cosas distintas, por lo que ahora no sabía qué pensar, hacer o decir.

Levy se quedó pensando en las palabras del dragón. ¿Quería realmente volver? Podía empezar una nueva vida, pero no podía confiar ni depender de él por el momento. No era seguro. Un silencio llenó el castillo excepto de la respiración del dragón.

«Tal vez sea porque es enorme, que lo puedo escuchar» Pensó Levy.

Su estómago gruño en ese momento y no pudo evitar encogerse en su sitio y sonrojarse a más no poder. El dragón volteó a verla con una expresión preocupada.

Si vas por ese pasillo —le señalo a lo que Levy prestó atención— encontrarás una puerta, adentro hay otra en el piso, levántala y encontrarás comida. Toma lo que quieras.

Una vez más Levy se sorprendió. ¿Cómo tenía comida en un lugar así? ¿Estaría buena y no caducada? Un montón de preguntas pasaron por su mente, pero le daba vergüenza preguntar.

Muchas gracias —hizo por segunda vez una reverencia.

El Dragón no dijo nada y Levy tomó una antorcha y la prendió con el fuego de la chimenea, para luego dirigirse al lugar que le indicó. Para su sorpresa, la comida estaba fresca y había una gran variedad de alimentos.

 Me pregunto como hará para meter esta comida aquí adentro —dijo Levy para sí misma mientras tomaba lo que le llamará la atención.

Finalmente, se encontró de nuevo con el dragón y se sentó dispuesta a comer lo que había elegido.

 ¿Usted no tiene hambre? Señor Dragón —dijo Levy luego de comer un trozo de pan.

La verdad no —respondió con la mirada al cielo, el techo del salón estaba roto por lo que se podía visualizar las estrellas. Levy siguió su mirada.

Guaa, son hermosas —dijo maravillada. De alguna forma el cielo parecía más hermoso, como nunca lo había visto.

En efecto —respondió el dragón con su voz áspera— ¿Cuál es tu nombre?

Levy lo miró por un momento y respondió - Levy, Levy Mcgarden. ¿Y usted tiene nombre? Señor Dragón.

 Yo... —vaciló por un momento— no, realmente no tengo un nombre.

Dragón de Metal 『Gajevy』Donde viven las historias. Descúbrelo ahora