Antes de morir

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Apenas podía respirar. Él la volvía loca. Inhalaba su tan exquisito olor. Estaban tan cerca uno del otro, que ella podía ver perfectamente sus hermosos ojos de color verdoso, mientras que él miraba directamente sus labios y subía la mirada para poder admirar sus ojos. Ambos deseaban eso. Pero ella era muy peligrosa para él en muchos aspectos. Se merecía algo mejor de lo que ella podía brindarle. Ella era una bomba de tiempo que explotaría en cualquier instante.

— No lo hagas — suplicó mirando por millonésima vez aquel rostro que parecía más bien esculpido por Ángeles.

— ¿Qué cosa? — preguntó con su irresistible voz ronca y algo entrecortada debido a la situación.

— Besarme. Por favor, no lo hagas — imploró apartando finalmente su mirada de aquellos ojos color esmeralda más hermosos que cualquier piedra preciosa en el universo.

No había funcionado el tratar de mantener distancia entre ellos; había intentado de todo pero nada pareció funcionar. Él siempre encontraba la manera en la que en cuestión de segundos, ella volviera a estar a su merced, a solo unos escasos centímetros de su cuerpo y que volviera a mirarlo aún contra su voluntad.

— Deseas que te bese, al igual que yo deseo que me beses — respondió descaradamente pero tenía toda la razón.

Podía sentir su respiración en su rostro. Para ese momento ella sabía perfectamente que tenía sus mejillas sonrojadas. Un efecto común que él provocaba en ella.

— Tienes razón, lo deseo — admitió la chica. Un brillo destelló en los ojos del chico y sonrío triunfalmente. — Pero no debemos, entiéndelo — replicó de nuevo.

Él se removió incómodamente quitando de un momento a otro la sonrisa de su rostro y gruñó en señal de estar molesto.

— ¿Por qué está mal? No lo entiendo — dijo llevando sus manos directo a su rostro para cubrirse.

— No soy buena para ti — ella se alejó un poco de él, en un intento de mantener distancia de nuevo.

Ella estaba hiriendo profundamente sus propios sentimientos y no sólo eso, también estaba hiriendo los sentimientos de aquel chico al que amaba, y debía admitir que dolía como el infierno no poder estar juntos. Pero era por su propio bien, ella no era buena para él. Jamás fue su intención que las cosas llegarán a tal punto, pero no pudo prevenirlo.

— ¿Quién lo dice? ¿Tú? — preguntó visiblemente dolido. Tomó las manos de su chica y las entrelazó con las suyas. — Yo te quiero, ¿es que acaso no lo comprendes? Y tú me quieres a mí, no trates de negártelo a ti misma porque haciendo eso te hieres aún más. —

Ella sentía que cada palabra que decía, la decía llena de verdad: salían desde su corazón. Y tal vez era cierto. Tal vez estaba tratando de negárselo a sí misma, probablemente porque no quería que ninguno de los dos terminara lastimado más adelante. Lo quería, no, lo amaba y por ello creía que lo más coherente y correcto era alejarse de él, aunque eso significara tener que romper su propio corazón en mil pedazos.

Ella no se había percatado, hasta ese momento, que había estado llorando silenciosamente.

Él limpiaba con sus dedos las débiles lágrimas que caían sobre el rostro de su amada mientras la veía con preocupación. "Diablos..." Pensó "¿por qué tuve que enamorarme?"

— No llores — susurró — Odio verte llorar, y eso lo sabes — dijo aún sin dejar de mirarla. Depositó un beso en su frente y la abrazó con fuerza, cómo si jamás quisiera dejarla ir.

— Lo siento — murmuró la chica débilmente y con una voz tan baja que sólo él podía escucharla, aunque en aquel momento se encontraban completamente solos.

No quería mirarlo porque sabía muy bien que él era su debilidad. Mirarlo era como un deleite para sus ojos.

— No te disculpes, problemas — dijo mostrando media sonrisa.

"Problemas"; él sí que sabía dónde dar en el punto más sensible. Ella había empezado a llamarlo así tiempo después de conocerse y ahora, él la estaba llamando así por una sola razón: crear problemas entre su mente y su corazón, por hacer que se enamorara de ella.

— Te amo — murmuró tratando de no llorar. — Puede que no me creas, pero es la verdad, puedo decir que te amo porque en verdad lo siento. — se miraron mutuamente.

Ella estaba realmente sorprendida ante las palabras de su chico. La amaba y no estaba soñando y tampoco alucinando, realmente le había dicho que la amaba y era lo mejor que pudo haber dicho.

En esa ocasión no se alejó de él, Dios santo, había estado esperando tanto tiempo para oír esas cinco letras y dos palabras de parte de él.

— ¿Me amas? — preguntó tartamudeando por la sorpresa. De verdad no se lo esperaba, mucho menos en un momento como aquel.

Por una parte se sentía tan enormemente feliz y por la otra parte estaba muriendo de dolor. Pero así es el amor ¿no? Puede doler pero al mismo tiempo puedes sentir como que estás en el cielo.

Él asintió torpemente. Ella tomó una de sus manos y la colocó sobre su rostro, quería sentir su tacto. Ante eso, la miró detenidamente con una expresión de felicidad y sorpresa en el rostro.

— No tienes ni idea de cuánto esperé para oírte decir eso- dijo acercándose aún más a él. Casi estaban a la misma distancia que al principio. — Me alegra mucho haberlas escuchado antes de irme — murmuró con la voz notablemente rota.

Volteo a verla y entonces se dio cuenta de que su chico estaba llorando. Lloraba por ella, por la persona que amaba y eso era su culpa, verlo llorar le destrozaba más el corazón.

— No digas que te vas — murmuró acariciando su mejilla. — Porque me iré contigo. —

No esperó ni un momento más y atrapó sus labios entre los de ella. La besó, tal como él quería y tal como ella quería desde hace tiempo, podía sentir el sabor de las lágrimas de ambos mientras se besaban, ese sabor salado pero nunca molesto. Ese fue el mejor beso que pudo haber obtenido en la vida y el último también.

Cuando se separaron de aquel beso, él la miró con curiosidad y tristeza.

— No permitiré que acabes con tu vida sólo por el hecho de que voy a morir — replicó autoritariamente. — Después de todo, morir es parte de la vida, es mi turno pero no el tuyo. —

Trató de alejarlo de ella, trató de convencerlo de que no era buena para él. Claramente esas advertencias fueron ignoradas pues él no hizo caso, pero ella no iba permitir que hiciera una estupidez tan grande como esa. Ella se estaba yendo de éste mundo porque Dios así lo quería. En cambio, él quería irse de éste mundo para seguir estando con ella, así no funcionaban las cosas en la vida y él no quería entrar en razón.

— ¿Qué es lo que haré sin ti? — preguntó mientras varias lágrimas resbalan sobre sus mejillas, pero ella no tardó en quitarlas de su hermoso rostro.

— Vivir — susurró en respuesta a su pregunta — ser feliz con alguien más, enamorarte de alguien más, amar a alguien más- siguió diciendo mientras sus ojos se iban cerrando ante el cansancio.

— Pero y, ¿qué pasará con nuestro "felices para siempre"? — preguntó nuevamente dolido ante la situación y la impotencia de no poder hacer nada por ella.

Ella sonrió de la forma más irónica posible como si lo que le acababan de decir fuese una broma.

— Te dije que no creía en los "felices para siempre" — abrió un poco más sus ojos — pero también dije que creía en los "felices para siempre" temporales, y déjame decirte que aquí es donde acaba. — finalizó con una última sonrisa.

Todos tenemos nuestro tiempo límite en la vida, en la tierra, como seres mundanos que van de allá para acá. ¿Qué es la vida, si no, un corto lapso de tiempo? Alguien sabio dijo "Hay más tiempo que vida" y a todos nos llegará nuestro momento, probablemente no hoy, ni mañana, pero llegará. Eso es una de las pocas cosas que tenemos aseguradas.

Antes de morir | One ShotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora