Capitulo único.

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Entro sigilosamente, lo había encontrado y quería darle una sorpresa.

―Shijima, ¿Podrías pasarme esas macetas vacías que están en ese estante? ―emitió serenamente el pelirrojo mientras seguía revolviendo la tierra que tenía en un recipiente, sin inmutarse ni voltear a ver a quien recién había entrado a su habitación de cactus.

―Maldición, siempre es lo mismo contigo ―refunfuño la chica poniendo cara de berrinche, mientras decaía los hombros a modo de decepción―. ¿Por qué nunca puedo sorprenderte? ―tomo el par de macetas vacías y las coloco en la mesa donde trabajaba su esposo―. ¿Es que acaso tienes un tercer ojo en la espalda? ―termino diciendo mientras se aferraba a él en un abrazo por la espalda y apoyaba su cabeza en el hombre de este.

Gaara se detuvo de seguir revolviendo la tierra que tenía preparando, ante la cercanía de Shijima.

―Ah... puedo sacar un tercer ojo, pero no lo estoy usando en este momento ―sonrió levemente mientras la miraba de reojo―.La razón, de que nunca podrás sorprenderme, es porque siempre estoy pendiente de tu presencia, en especial, porque me relaja sentir y saber que estas cerca mío ―volteo su rostro, haciendo que este estuviese casi pegado al de Shijima―. Te correspondería el abrazo, pero mis manos están llenas de tierra, no quiero ensuciarte ―termino diciendo mientras observaba con ingenuidad y pena, sus manos.

La cara de Shijima se ruborizo y luego puso una mirada de decisión, lo agarro de los hombros y lo volteo para que este lo mirase a los ojos, este por su parte la miro con sorpresa. Entonces ella se abalanzo hacia él, provocando que los dos cayesen al suelo.

―Espera... Shijima... ¿Qué... que haces? ―fue lo único que logro emitir este, antes de caer al suelo.

Mientras caían, Gaara instintivamente se había sujetado del recipiente donde estaba amasando la tierra y este cayó junto con ellos, afortunadamente a un lado y no encima.

― ¿Crees que puedes ser tierno conmigo y salir impune de ello? ―manifestó la chica, estando encima de él, mientras le acariciaba una de sus mejillas y se acercaba lentamente a su rostro.

―Ha... ―fue lo único que emitió Gaara, mientras la miraba fijamente, y una sonrisa de picardía era reflejada en sus labios.

Fue entonces cuando los esposos se besaron, ella tenía sus manos acariciando el rostro de su amado, y el a su vez, no pudo evitar rodearla con los brazos, mas apretó los puños para evitar en lo máximo, que sus manos la ensuciasen.

Entonces se separaron, fue un momento breve pero significativo para ellos, pero tenían el tiempo limitado por otros quehaceres. Se levantaron y empezaron a limpiar el desorden que habían causado; Gaara con una pequeña pala y una escobilla recogía la tierra esparcida y la depositaba en un nuevo recipiente y Shijima alzaba los pedazos del otro recipiente que había sido víctima de sus travesuras y limpiaba alrededor con una esponja.

Los dos se miraban felices y a la vez sonrojados. Los hechos eran perfectos para ellos, que no planeaban nada y hacían todo de improvisto.

©De Improvisto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora