intro

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  Los músculos de la mano se me agarrotan por un segundo mientras un fogonazo rasga la apacible noche. La tenue luz de la luna da forma al hediondo callejón. El aire es tan frío que hace daño al entrar en los pulmones y sin embargo mi corazón late tan rápido que estoy a punto de sudar. Pero solo por un segundo.

  Respiro hondo, relajando mi pulso pero sin llegar a calmarme del todo. El hombre que me mira fijamente se llama Oscar. Lleva un traje elegante pero su estado hace evidente que ha aguantado mas años de los que suele aguantar un traje. Luce una melena castaña que le llega hasta los hombros y una barba un tanto descuidada. Veo el desconcierto en el arco que forman sus cejas. O tal vez no sea desconcierto sino simple sorpresa. Oscar no es un tio importante, simplemente un tanto desafortunado. Y yo no soy un mal tio. Bueno, tal vez si, pero no hago esto porque sea un mal tio, simpemente tengo que hacerlo. La mirada de Oscar baja hasta su pecho, donde la sangre ya ha comenzado a empapar su camisa blanca. Bajo el brazo, guardo la pistola y estiro los dedos con la esperanza de que se desagarroten. Oscar da un paso hacia atras, trastabilla y su espalda choca contra la fria pared de ladrillo. Me mira fijamemte de nuevo mientras resbala poco a poco hasta quedar completamente sentado sobre el asfalto. El miedo se hace notar entre el marrón de sus iris. Sabe que no va a sobrevivir. Le tiembla el labio mientras intenta articular unas últimas palabras que se niegan a salir. Su pecho se desinfla una ultima vez, teñido ya casi por completo de escarlata y lo que quiera que fuese a decir termina acompañándole a la tumba.

  El cuerpo que tengo delante de mi ya no es Oscar. Ahora solo era Oscar. Es asi de sencillo. Seis años de colegio, cuatro de instituto, dos de bachillerato, cinco de carrera, mas de doscientos partidos de baloncesto (creo que este jugaba al baloncesto), siete mudanzas, tres trabajos, un matrimonio, un divorcio... Y yo. Yo, una pistola, una bala, una pared de ladrillo y Oscar ya no es oscar. Ahora es solo un saco d organos que un forense estudiará. Sera un expediente mas sobre la mesa de un detective demasiado ocupado como para dedicarle mas de un par de ojeadas. Una lapida mas en un cementerio municipal. Yo, una pistola, una bala y una pared de ladrillo y Oscar queda relegado al pasado.

Parezco un mónstruo, lo sé. Estareis preguntándoos que clase de persona reduce la vida de un hombre a poco mas de nueve cifras tan poco significativas. Lo cierto es que ya no estoy seguro de como empezó. Tal vez siempre fue asi, una descripción sencilla para ayudarme a realizar un trabajo sencillo. O tal vez me he ido haciendo mas cínico con el paso de los años. Creeis que soy un mónstruo y puede que lleveis razón, pero no soy un monstruo por el mero placer de serlo. Soy nada mas y nada menos que lo que necesitais que sea. La simple respuesta a una ecuación ideada por gente mas lista que yo. Y mas lista que vosotros. En realidad mi vida no es mas que otra serie de dígitos escritos a boli en la servilleta de cualquier cafetería poco transitada. Un par de cifras susurradas al oido en el último vagón de un metro vacio a las 2 de la madrugada. O tal vez solo un par de golpes sobre el teclado de un ordenador en un dia cualquiera para la persona encargada de teclear esos números. Este soy yo. Vuestro monstruo. Y ahora si me disculpais debo terminar el trabajo

  Le quito la cartera y el movil para aparentar un robo y salgo del callejón. Me siento vacío. Mi mente divaga, sin dar ninguna prioridad al cadaver que acabo de dejar atras. Me siento vacío, pero en parte me asusta ser capaz de reconocer que no triste. Hace ya mucho que esto no me provoca tristeza alguna.
 

El código de las personasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora