— ¿por qué lo perdonaste? ¿Estás loca?— me preguntó luna mientras comía de la galleta que tenía en su mano.
— no es nuevo— le siguió nicolle. Rodé los ojos.
— no me importa. No quiero tener enemigos. Ya todo pasó, quedó en el año pasado— me encogí de hombros— no quiero que estén molestas conmigo...
— Jordyn tengo mas de un año sin verte, solo nos comunicábamos por redes sociales y lo único que veía era drama. Todo por el, Jordyn, todo por Hunter. Estoy aquí ahora contigo, con ustedes, son mis primas. No te quiero ver sufrir mas. Mientras que no te lastime y no me vea obligada a romper sus malditas bolas, no me voy a enojar— sonrió.
Le sonreí de vuelta y le di un corto abrazo— eres la mejor.
— lo sé, querida, lo sé— hizo un gesto de superioridad. Típico de ella.
— creo que tienes que hablar con Joey— habló nicolle. Fruncí el ceño.
— ¿está molesto?
— un poco.
Tomé mi teléfono y marque su número rápidamente. Lo último que quería era tener problemas con el, y mucho menos por culpa de Hunter. Luego del tercer pitido, contestó la llamada.
⁃llamada telefónica-
— hola, amor.
— hola, Jordyn— saludó sin ganas. Definitivamente estaba molesto. El era la persona más melosa del mundo.
— ¿qué pasa?
— oh, no lo sé. Pregúntale a Hunter qué pasa— escupió.
— Joey, por favor— rodé los ojos.
— nada, Jordyn. ¿¡Todavía no te haz dado cuenta del daño que te hizo ese idiota!? ¿¡Y lo perdonas!?
— ¡no me grites, Joey!— hablé cuando el chico me había alzado la voz.
— ¡me molesta, Jordyn! ¡Me irrita que ahora andes de amiga de el! ¡Dios!
— no voy a discutir sobre esto por teléfono.
— en media hora me voy a Miami— su respiración se escuchaba pesada.
— ¿qué? ¿Por qué?
—...
— ¡respóndeme, maldita sea!
— estoy molesto.
— no te puedes ir a Miami por eso, Joey. Dios, estás loco.
— tenemos media hora para hablar.
— te voy a matar, Birlem— colgué la llamada.
Todo esto por perdonar a Hunter. Definitivamente el lo único que hacía era traer problemas a mi vida.
— ¿está enojado?— preguntó Luna.
— solo un poco— respondí sobando mis cienes con mis dedos. El dolor de cabeza no se había tardado en llegar— ¿me puedes llevar a su casa?
No sabía si 16 era una edad totalmente legal para conducir, pero en dos meses Luna cumpliría 17. Ella es la única que sabe conducir.
— claro.
— yo las acompaño— dijo Nicolle. Asentí con la cabeza y las tres salimos de mi habitación.
(...)
— si necesitas refuerzos solo me llamas. Porque me caiga bien no significa que ese cabrón no necesite unos cuantos golpes para...
— Luna, basta— la interrumpió Nicolle, riendo— ve, Jordyn.
— bien, pueden dar una vuelta, yo las llamo cuando termine...
— no moveré este maldito carro de aquí hasta que no vea que salgas sana y salva de esa casa— habló con su mirada fija en su teléfono.
Ella era totalmente imposible. Pero aún así, la amaba. Me bajé de la camioneta de mi mamá, y Joey se encontraba en el porche de la casa con su teléfono en su mano.
— hola— saludé.
— hey— respondió de vuelta.
— tenemos poco tiempo, así que iré al punto. Joey, te amo. Sólo me gustas tú. No me importa Hunter. Sólo lo perdoné, para sentirme mejor conmigo misma ¿okay? Tienes que confiar en mí, Joey.
— confío en ti, no en el. Te hizo sufrir mucho, bebé— sentí un gran alivio al escuchar el apodo salir de sus labios— no quiero que el ni nadie te vuelva a lastimar de nuevo ¿si? Por lo menos no mientras yo esté vivo.
— no te preocupes por el. No me va a lastimar. El va a seguir con su vida y yo con la mía— tomé su cara entré mis manos y deje un beso en sus labios— no te vayas...
En seguida escuché un claxon que provenía de la camioneta— ¡cuidado con tus asquerosas manos, Birlem!— gritó Luna desde el interior del vehículo, refiriéndose a las manos del chico que yacían en mi cadera.
Mordí mi labio para evitar reírme— no te vayas a Miami, Joey, por favor.
— no lo haré— dejó pequeños besitos en mis labios— ¿y sabes qué significa?
— ¿que te quedarás conmigo?
— que tendré la casa sola por dos semanas— una sonrisa pervertida se asomó en su cara. Solté una carcajada de inmediato, su cara era muy graciosa.
— estás loco, Joey— reí y me di media vuelta para devolverme al vehículo donde se encontraban las chicas.
— ¡puedes venir en la noche!— gritó desde lejos.
— ¡estás mal!— le respondí de la misma forma.
— ¡pero me gusta tu culo!
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