No juzgues por lo de afuera, lo de adentro es lo que vale.

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Un día, una joven llamada Celia, comenzó su nuevo colegio, ya que en el anterior, sus compañeros la criticaban por su obesidad temprana. La madre de la muchacha estaba muy preocupada, temía que volvieran a herir a su pequeña, pero entendía que su hija debía asistir a un colegio para ser alguien en la vida.

—Celia, cariño, te cuidas ¿De acuerdo? Cualquier cosa no dudes en llamarme y vendré a buscarte de inmediato —se despidió su madre desde el coche, intentando que su hija no se percatara de su nerviosismo.

—Tranquila mamá, estaré bien —respondió la joven y entró a su nuevo colegio.

A medida que ingresaba podía notar los ojos de los demás sobre ella, también podía oír leves susurros acerca de su aspecto, pero ella se había prometido a sí misma, que nunca volvería a ponerse mal por lo que el resto dijera.

—Hola, mi nombre es Thomas.

De repente un chico muy guapo le extendió la mano y ella la aceptó dubitativa.

—Yo me llamo Celia, es mi primer día —contestó la muchacha ruborizada.

—Siéntate conmigo —propone él y ella accede sin pensarlo dos veces.

El resto del día lo pasa de maravilla, justo el único en todo el colegio que no la había insultado, era el más popular e importante en ese lugar.

(***)

Al finalizar la semana, luego de haber pasado la mayor parte del tiempo juntos, Thomas le hizo una petición que cambiaría su vida por completo.

—Atención a todos los alumnos y profesores aquí presentes, quiero decir algo... —comenzó a hablar Thomas encima de una mesa en la cafetería del colegio, luego de ver cómo todos se callaban, prosiguió— Primero que nada, debo pedirles que dejen de molestar a Celia, quien se meta con ella, se las verá conmigo. Segundo, quiero hacer una petición muy importante a una hermosa mujer que conocí hace apenas una semana, pero que amo desde el primer instante en que la ví, con esa cabellera pelirroja larga, y esos ojos celestes tan preciosos que tiene...Celia ¿Quieres ser mi novia? —se dirigió a la joven quien no podía creer lo que estaba sucediendo.

—Sí Thomas, quiero ser tu novia —respondió segura de su decisión, por primera vez en su vida, se sentía segura de sí misma y eso ya no iba a cambiar.

Algunos en la sala aplaudían al ver cómo los muchachos se besaban sellando su amor, otros en cambio, se burlaban, pero estos últimos enseguida cambiaron de opinión al ver que la mayoría apoyaba esa relación, haciéndolos pensar que burlarse de una persona por ser diferente, era algo tonto.

Desde ese día, ya nadie volvió a molestar a Celia, quien a medida que pasaban los años enamoraba más a Thomas, su novio, y a los veintitrés años, su esposo. Gracias a él muchos se dieron cuenta de lo crueles que eran y pudieron ver la belleza en esa muchacha, una belleza que iba mucho más allá de su físico.

Fin

La Belleza Está En Los Ojos De Quien La Mire Donde viven las historias. Descúbrelo ahora