"La maldición del gato negro"

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Estoy muriendo, si muriendo, estas palabras que estás leyendo son a penas unos vagos pensamientos que surgen de mi cabeza, lo últimos de mi vida, estoy solo, sin familiares, estoy muriendo como la miserable persona que soy, despreciable, inútil, solo. Recuerdo cuando me decían que cuando estas apunto de morir tu vida pasa frente a tus ojos, es una mentira, solo pasan unos pequeños flashes de los momentos más importantes de tu vida, o en mi caso, los más miserables.

Mi engañosa y dañada mente me lleva hasta ese recuerdo que siempre quiere olvidar, —pero no se puede olvidar si lo sigues recordando, irónico ¿no?— ese día donde todo se arruino, bueno, donde yo arruine todo. Yo tenía 6 años, esa edad donde todo es inocencia. Me veo de esa edad, me veía tan Inocente, tan frágil y pequeño, jugando en el piso de la cocina, todos mis juguetes están esparcidos en el piso, recuerdo cuando mi madre entro a la cocina antes de que todo el desastre se desatara, ella se veía muy tranquila, pacífica, hasta que uno de sus pies piso uno de mis juguetes y ella resbaló, intentó sostenerse de una silla, esta hizo un ruido que nunca lograré olvidar, un chirrido que sonó como el bufar de un gato, y luego el sonido de su cuello cayendo sobre la esquina de la mesa y escuche cómo sacaba su último aliento.

Estoy en el hospital, luego el funeral, yo en un orfanato, peleas, ver a mis amigos ser adoptados y yo quedarme por mi pasado, ver el orfanato cerrar, ser echado a la calle, trabajar, crecer, conocer a Mia, enamorarme, primer beso, primeras citas, yo proponiéndole matrimonio, la boda...

Después de la boda mi mente me lleva 4 años después, los problemas empiezan, discusiones, todo por problemas económicos por culpa de todos los gatos que tenía mi amada Mia, todos fueron echados a la calle por mi pero no importaba que, yo siempre escuchaba maullidos. Y ella se marchó con ellos, no soporto más de mí y se largo.

Años, y años más pasaron, yo siendo miserable como siempre, el juicio del divorcio, yo repetidas veces en mi casa y el único sonido era ese maullido, lo único que siempre se escuchaba en esa casa. Drogas, adición, deudas, bebida, peleas, medicinas, hospitales, más deudas, muertes, asesinatos, sangre, sangre en mis manos. Yo siendo un asesino, una, dos, tres, diez, veinte, pierdo la cuenta, solo son simples muertes. Miau, miau, miau...

Otro recuerdo más específico. Me encuentro en un almacén, pistola en mano, víctima frente a mí, esa vez fue la primera en que mire a mi víctima, más allá de solo matarla, mire sus ojos, el miedo que estos gritaban, mire demasiado esos ojos, que me perdí en ellos y ella aprovechó para quitarme la pistola y dispararme lo más rápido que la bala le permitió.

Y luego nos encontramos aquí, mi muerte, insignificante, sin sentido, nadie llorará por mi, nadie me extrañara. O bueno, tal vez ese gato que nunca logré ver, pero si escuchar entrañará poder atormentarme. Segundos antes de cerrar mis ojos, puedo verlo, negro, peludo, majestuoso, un gato tan negro como la oscuridad en al que sumerjo un poco después...

«Locura de amores moribundos»Where stories live. Discover now