Narra Matt:
─Mi nombre es Matt, tengo 14 años, y considero que lo más importante para mí es el amor.
Me senté de nuevo, nervioso por lo que mis compañeros pudieron haber pensado de mi por esa tontería que dije. Era mi primer día y no quería que todo me saliera mal. Quería que fuera mejor que en la otra escuela. Tener amigos, salir, tener una vida.
─Muy bien, el que sigue─. Dijo el maestro.
Entonces se levantó un chico que dijo se llamaba Santiago, pero dijo que le gustaba que le llamaran Santi pues así es como todos sus amigos le decían. Él estaba más o menos de mi altura, tono de piel más claro que el mío, ojos cafés, cabello negro. Pero lo que más me llamo la atención de él fue su físico. Parecía que le gustaba mucho hacer ejercicio, pues tenía un cuerpo que, a mi punto de vista, era perfecto. Se le notaban mucho los brazos al igual que sus glúteos. Desearía tener un cuerpo así. Como siempre, me dije a mi mismo que simplemente era que envidiaba su físico, no porque me gustara. Después de él habló un tal Alan. Él era más alto que yo, un tanto flaco, con unos labios delgados, un tono de piel muy claro y cabello de un hermoso color entre café claro y rubio.
─Que simpático es ─ pensé ─ ¿Qué rayos?, ¿Por qué estoy diciendo eso? ─ me sorprendí a mí mismo. ¿Acaso sentía algo por él? Yo no creo o al menos no quería hacerlo.
─A ti te gustan las mujeres no los hombres. Sólo envidias su físico. Eso es todo .
Entonces me di cuenta de que siempre buscaba excusas para convencerme a mí mismo de que no era gay ni nada parecido, y que la "mejor" que me había inventado hasta la fecha era que yo no me podía enamorar de un hombre. Nunca había sentido algo así hacía ninguno y nunca lo iba a poder hacer. Para mí era algo imposible.
─Hey, a trabajar. Estamos en la escuela niño─. Me dijo el profesor. Mire hacia la pizarra y me fije que ya había puesto actividad de matemáticas como un diagnóstico.
El día se me paso muy rápido, y cuando se acabaron las clases me fui a mi casa en camión, porque mi madre me había hablado para decirme que el carro no funcionaba, que lo había llevado al taller y que me tendría que ir yo solo. Cuando llegue a mi casa no se encontraba nadie, pero para suerte mía, mi madre me había dado llaves una semana antes de que entrara a la escuela. Entré y en la mesa de la sala hallé una nota de mi mamá que decía: "Fui al taller a recoger el carro. Vuelvo en una hora. En el refrigerador hay comida. Te quiere, mamá."
Fui al refrigerador y encontré en una cazuela unos pocos chilaquiles que habían quedado del día anterior, los calenté y comí. Me puse a ver la tele y poco tiempo después llego mi madre. Eran las 8:00 pm.
─ ¡Hola! ¿Cómo te fue en tu primer día de clases? ─ Me preguntó mamá.
─Ahm, bien. Creo. No salió nada mal así que supongo que me fue bien.
─Mmmm... Bueno, traje lo necesario para festejar el día de mañana. ¡Haré lasagna! ¿No estás emocionado? Es tu comida favorita.
Le respondí de manera muy fría. No me sentía con humor de platicar en esos momentos. ─Ajá.
─ ¿Sabes? Sé cuando algo no anda bien, y estoy segura de que algo pasó en el colegio, así que dime, ¿qué ocurre?
Empezó a molestarme que me hiciera tantas preguntas. ─ ¡¿De cuándo acá te preocupas tanto por mí?! ¡Solo déjame en paz!
Subí corriendo a mi cuarto, me encerré y me tiré a la cama a llorar. ─ ¿Por qué tiene que ser así? Me gustaría poder ser normal, poder dejar de fijarme tanto en los hombres, tener una pareja como una persona cualquiera. Odio la vida. Me odio a mí. ─ Rompí a llorar con la almohada en la cara. No sé cuánto tiempo estuve así, pero al final me quedé profundamente dormido.
Estaba cayendo. Me vi a mi mismo dentro de un gran abismo negro sin fondo, cayendo por tiempo indefinido. Tenía los ojos cerrados, como si estuviera dormido. De repente los abrí, y se empezaron a escuchar unas voces que me parecían familiares. Eran las de mis padres, de mis amigos de mi antigua escuela, de mis compañeros de la nueva. Todos me criticaban, me humillaban, me despreciaban. Me estaban insultando diciéndome que era una vergüenza para mi familia, por ser maricón. Entonces empecé a gritar, ─ ¡NO! ¡No lo soy! ¡Soy como cualquiera! ¡Lo juro! ─ Unas lágrimas resbalaban por mis mejillas.─¡Por favor! ¡Paren! ─ Pero las voces seguían, se intensificaban. Los insultos eran mayores. Yo me sentía cada vez peor. Unos gritos horribles escaparon de mi garganta y fue entonces que me descubrí en mi cama gritando y pataleando, mi madre, por un lado.
─ ¡Matt! ¡Despierta por favor! ¡Matt!
Cuando por fin me calmé, mi mamá me sentó por un lado de la cama, me empezó a preguntar que qué me pasaba, qué sucedía. Le dije que solo había sido una pesadilla, que todo estaba bien. ─ ¿Estás seguro? ─ Me preguntó ─Si, sí. No te preocupes. Gracias. ─ Se fue y me quede en mi cama pensando en lo que acababa de ver en mi sueño. ¿De verdad me odiarían así si llegara a descubrir que soy gay? Decidí sacudir esos pensamientos de mi mente y mejor dormir un poco, pues mañana tendría que ir a la escuela y eran las tres de la mañana. Me acosté, me enrollé en las cobijas y apenas cerré los ojos, me dormí.
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¡Hola! Primero que nada, quiero decir que está es mi primera historia en Wattpad, y que si el que la lea quiere seguir conociendo la historia, me lo deje en los comentarios. ¡GRACIAS!Tampoco te olvides de dejarme un comentario y votar si te ha gustado este inicio.
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El Arder de los Pensamientos [En Edición]
Teen FictionMatt siempre ha sabido que es diferente a los demás. Pero también siempre ha querido ser igual que los demás. Él no está seguro de su orientación, pero llega alguien a su vida que sí lo está, y tanto él como Matt, descubrirán lo que se encuentra en...