Capítulo 1
—Realmente no sé qué hacer...
Ricardo, dejó a un lado la caja que tenía sosteniendo en sus manos. Volteó y se quedó viendo a su amigo, intrigado por el extraño comentario que soltó de la nada.
La voz de Mario sonaba derrotada.
— ¿Qué sucede?
—Pedro, aún sigue diciéndome que no cree en Papá Noel. Es sólo un niño de ocho años ¿cómo es posible que no crea en él?
Mario estaba realmente desolado y eso preocupó a Ricardo. No quería que su amante se sintiera ni se viera de esa manera, pero, no pudo evitar sorprenderse por el comentario y antes que pudiera evitarlo soltó la pregunta.
— ¿Y, tú sí? —su voz era de incredulidad mientras alzaba las cejas a modo de asombro.
— ¡Por supuesto que sí! De acuerdo, sé que no hay un hombre panzón con ropa de invierno por allí, regalando juguetes en menos de un minuto. Pero sé que hay alguien que hace que los sueños y fantasías de los niños en navidad se hagan realidad —se defendió Mario ahora algo nervioso, había dejado de acomodar las cajas y estaba parado mirando a Ricardo—; además, estamos hablando de Pedro, él es un niño inocente, está en edad de que puede creer en eso.
—Oh vamos —habló Ricardo parándose a su lado—, ahora los niños ya no creen en fantasías ni cuentos de hadas. Ellos ahora quieren video juegos, parques temáticos, internet y un sin fin de cosas que antes no teníamos nosotros.
Mario tenía una expresión triste y miró hacia las cajas que había dejado a un lado de la pared para que no estorbaran.
—Me ha pedido un celular en el que pueda jugar —confesó con voz ausente—. Saqué de un baúl, el que yo solía jugar a su edad ¿sabes que me dijo cuándo se lo di?
Ricardo intentó esconder la sonrisa que se formaba en su rostro e intentó parecer serio. Se apoyó en una de las paredes de cajas apiladas mientras escuchaba le contestaba.
— ¿Qué ya estaba grande para jugar con teléfonos de madera?
—Estúpido —Mario no pudo ocultar una sonrisa mientras se sentaba en una banca que estaba a un lado—. Sí, exactamente eso me dijo.
— ¿Pero, por qué le diste ese juguete? Sabes que ahora los chicos quieren tener cosas reales.
—Oh sí, sí que lo quieren. Luego de guardar mi teléfono de juguete le di un celular analógico que tenía y me vio con cara extraña...
Ricardo estaba tratando duro para no reírse, pero Mario se lo estaba poniendo muy difícil y a riesgo de soltar una carcajada le preguntó:
— ¿Qué te dijo?
— ¿Pues que para qué servía? Le dije para que esté comunicado con sus amiguitos y que yo le pueda llamar. Que si me pedía un teléfono, pues ese le serviría para estar comunicado —Mario soltó un suspiro ahogado y de derrota—. Él me preguntó y qué más. Yo le dije que podía darle la hora y el día en que estaba. Él dijo que no servía sí sólo podía hacer eso.
Ahora sí Ricardo soltó una carcajada fuerte que retumbó en todo el almacén. A lo lejos, se oyó a su supervisor general que les gritó que trabajaran en vez de estar chismoseando como viejas de pueblo. Ambos comenzaron a realizar sus deberes, pero Ricardo no podía dejar de reír.
— ¿Quieres callarte? —Gruñó Mario— No quiero que me griten otra vez —Mario mordió las palabras y Ricardo sólo se ahogó más por su risa.
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Creer en ti - Elygweasley
FantasyEn estas épocas de tecnología y vidas alocadas, todos perdemos la noción de lo que nos rodea, especialmente de creer no solo en nosotros mismos, sino que en cosas que antiguamente todo niño creía. Creer en ti, abarca no solo creer en uno mismo, si...