Caminaba por un pasillo con apenas una luz cada muchos metros, llevaba mucho tiempo, parecía que jamás acabaría. La necesidad de saber que era lo que se encontraba el final era insoportable.
De pronto un ruido que rompió con el sonido de sus propios pasos. Se quedo quieta y aguzo el oído. Pasos suaves pero firmes venían adelante y se dirigían hacia ella. Solo pudo ver un punto anaranjado brillante en medio de las repentinas sombras, la lumbre de un cigarro, quizás...
Por fin, sería esa persona la que le deparaba aquel interminable camino, ni ella lo sabía.
Lo único que sentía en ese instante es que su corazón se agolpaba por salir de su cuerpo y que la opresión de su garganta la llevaba hasta niveles interminables de angustia.
- Por fin llegaste, te llevo esperando demasiado tiempo - una voz masculina grave y profunda.
Su cuerpo y su alma temblaron al unísono al oír aquella voz que creía perdida. Cayó de rodillas con una sensación de terror y esperanza mezcladas en perfecta armonía. Sabía que él era su perdición, la razón por la cual toda su vida se despedazaria, pero a pesar de eso no podía evitar recordar cuanto lo amaba.
Él la miro divertido, siempre le había gustado ver el efecto que su presencia le causaba. La amaba como nadie sobre la Tierra, y ahora había cambiado, el tiempo le dejó marcas imborrables y le había implantado la seguridad que en su momento le habia faltado y que fue el motivo por el cual la había perdido una vez. Estaba decidido, en esta ocasión las cosas serían diferentes. Pondría todo en el campo de batalla, estaba dispuesto a correr todos los riesgos. Como fuera no desperdiciaria esta segunda oportunidad, se la llevaría con él, y no caería en las mismas trampas que una vez le tendió aquel el hombre.