ú n i c o e x t r a

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Las mañanas en Daegu eran demasiado frías para el gusto de todos, pero por alguna razón en especial ese día el clima se había puesto peor, con ventarrones violentos que levantaban todo lo que no estuviera enterrado en el suelo. Esa mañana era una de las peores, sobre todo para una castaña que observaba triste desde la ventana del cuarto de su casa.

Hace apenas unas horas había recibido una llamada de la estación de policía, informándole acerca de un auto abandonado a las afueras de la ciudad, el cual estaba a su nombre. Jennie había entrado en pánico puesto que su novio era el único que lo conducía, y él estaba en Seúl.

Habían intentado localizar al chico, pero las llamadas no entraban y nadie lo había visto; todo era un caos. No sabían a dónde pudo haber ido ni con quién estaba, por lo que esperaban a que las 48 horas se cumplieran para poder comenzar con la búsqueda.

Tan sólo faltaban 18 minutos para que la policía fuera en busca de Yoongi. Amigos, familiares y conocidos habían rondado los lugares conocidos tratando de encontrarlo pero hasta el momento no habían logrado nada. Jennie era la única que se quedaba en casa, siempre en compañía de alguien. No le habían dejado salir puesto que sabían que era capaz de cometer una locura. Pero Jennie pensaba de otra manera.

Sí, tal vez su expresión facial no era la mejor, ni su desesperación la adecuada, pero es que ella sabía, presentía, que Yoongi ya no regresaría. Algo dentro de ella sabía que si daban con él, no sería precisamente estando vivo. Y eso nadie lo entendía.

Apenas el reporte de desaparición fue levantado, los elementos de investigación comenzaron a rondar el lugar en el que encontraron el carro. La carretera prácticamente había sido cerrada para agilizar la búsqueda, pero aún así no daban con nada. Jennie estaba desesperada.

Les habían interrogado a todos acerca de la última vez que habían visto al chico pálido, tratando de encontrar indicios que mostraran su paradero, pero ninguno tenía nada que ayudara. Hasta que llegó el turno de NamJoon.

El moreno era el mejor amigo de Yoongi, con el cual pasaba las tardes libres, ambos en casa del primero, componiendo o hablando de música o en su defecto, de trivialidades y las novias. Sólo él sabía lo que rondaba por la mente del chico. Cosa que lastimaba a Jennie.

Ella era consciente de la pérdida de confianza que había sufrido su relación la noche de Navidad pasada, cuando Yoongi descubrió que Jennie estaba embarazada. La castaña tenía 4 meses de gestación y no le había comentado nada a su pareja, pero no había sido porque ella no quisiera, sino porque no sabía.

Por alguna extraña razón no había presentado síntomas ni comía en demasía, en cambio, Yoongi se despertaba con mareos matutinos y sus gustos habían cambiado un poco. Nadie sospechaba nada, hasta que la chica sufrió un desmayo en la víspera de Navidad, siendo auxiliada por su familia, llevándola así al hospital más cercano. Sorpresa de todos fue el saber que Jennie estaba embarazada.

Todos celebraron, comentando el milagro y la dicha que sucedía, hasta que el doctor informó del tiempo del embarazo. 4 meses y contando. Los presentes no hicieron más que observar en silencio el gesto de Yoongi, quien se ponía más pálido de lo normal.

E inmediatamente la sombra de la traición cruzó sus ojos. Él sabía que ese niño no era suyo. Todos lo sabían. ¿Por qué? Porque Yoongi en ese tiempo había estado en Seúl, grabando su primer mixtape.

Las habladurías no tardaron en aparecer, junto a los malos tratos y las agresiones. Pero a pesar de ello, Yoongi pidió que no le hicieran daño. Los presentes se sorprendieron, ya que esperaban una reacción muy diferente de su parte, lo cual fue todo lo contrario. A partir de ese momento él tomó una actitud protectora muy fuerte en cuanto a su novia, la cual no sabía lo que había sucedido para que de repente todos la odiaran.

La primera carta. → myg.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora