Un río que duerme, y la memoria.
Una mentira multiforme.
El pasado es un río dormido, parece muerto,
apenas respira.
José Eduardo Agalusa.Sintió el frío de la celda, la dureza de su cama, escuchó los gritos; su conciencia volvía. Sabía lo que vendría después, abriría los ojos y encontraría la noche, la habitación vacía. Pero no fue así, él estaba ahí, recostado en el respaldo de la silla. La única persona que era amable con él, muestra de ello eran los libros que ahora descansaban en el suelo y en la cama. Dormía. Se aproximó a él y percibió su aroma; era delicioso. Sintió deseos de acariciar, de sentir en la yema de los dedos el contacto de su piel. Y luego...devorar.
La carne en su plato siempre era tan insulsa como el cartón pero esta sería especial. Su sentido del olfato se lo aseguraba. Llevó los dedos hacía ese cuello que lucía tan indefenso y apetecible. Lo recorrió con un movimiento lento y suave, sintiendo el pulso de su presa. En ese instante los ojos cerrados se abrieron. Su mirada vagó con expresión confusa y mortecina para luego fijarse en él.
-Yo.....No quería. ¡Lo siento!-dijo lleno de remordimiento, por las ideas dispares que cruzaron su mente, y se apartó de Arima inmediatamente volviéndose a sentar en la cama con la mirada inerte. Sólo pensaba sobre cómo había dejado que "eso ganara" ; la locura dentro de él.
Arima salió de su letargo, recordó en donde se encontraba y el motivo; ese beso que no se podía explicar. El prisionero 240 se agitaba en medio de sollozos cargados de culpa, ¿había tratado de atacarlo mientras dormía?
Estudió con detenimiento cada uno de los gestos de éste. Ya no encontró rastro de Kaneki Ken. Era difícil de explicar, pero ya no sentía su presencia, estaba frente a otro ser completamente distinto. En aquellos ojos, brillaba el temor, el miedo. ¿O quizás algo mucho más angustioso, más terrible, más horrendo?
Se incorporó lentamente y fue hasta él. Notó el sobresalto de éste cuando se sentó a su lado.
-Por favor, alejese de mí.
En su voz había algo muy cercano al pánico.
-Esta bien. Sé que no querías hacerme daño- respondió Arima, con una voz que no era un susurro, pero era tan suave.
Le miró a los ojos, la forma en que aquel hombre lo miraba le hacía sentir bien, cómodo. Sintió el contacto de sus dedos fríos pero gentiles deslizarse por su cabello, en gesto de comprensión y de perdón. ¿Por qué ese hombre no le rechazaba?
-Vamos, es hora de dormir-dijo Arima recostándose en la cama. Lo jaló hacia él y lo abrazó. Escuchó entonces a la locura reírse de él, incitandole a matar. Hundió su rostro en el pecho de Arima, hasta que pudo escuchar el latido de su corazón. Ese sonido le gustaba, ahogaba la risa de su locura. De esta manera, arrullado por la respiración y el ritmo acompasado del corazón de Arima se fue quedando dormido.***
Comenzaba a nevar, eran unos copos muy finos y brillantes. Una lluvia de sol cae sobre ese desierto blanco, resplandeciente y helado, iluminádolo con una llama cegadora, fría. El amanecer había llegado, el sueño terminaba. Arima abrió los ojos acostumbrándose lentamente a la ineficiente iluminación del lugar pero la suficiente para ver a Kaneki Ken....No, al prisionero 240 abrazado a su cuerpo, con las piernas entrelazadas entre las suyas. La fina bata que cubría su cuerpo se había deslizado, dejando ver la piel blanca de los hombros. Arima posó sus labios en uno de éstos, aspirando el olor de su cuerpo. El prisionero 240 se quejó débilmente a causa del contacto frío y entonces despertó. Ambos se miraron a los ojos y simultáneamente comprendían que habían cometido un error y se separaron de inmediato. Arima se incorporó despacio, tomó su saco de la silla y caminó hacia la salida.
-Debo irme. Vendré a traerte libros pronto.
-¡Espere!
En la puerta Arima se volvió y esperó.
-¿Qué pasa?
-¿Puedo saber cuál es su nombre?-exclamó, mirándole fijamente y después de un prolongado silencio obtuvo la respuesta.
-Arima Kishō.
Su voz vibra, firme, helada en el silencio. Salió de la celda sin decir ninguna palabra más. Involuntariamente el prisionero 240 trató de tomar su mano en el vacío y un <<no te vayas>> se ahogó en su garganta. En cambio solo atinó a decir, <<estaré esperándolo>>. Y entonces se quedó nuevamente sólo en la celda oscura, deprimente. Sin embargo ahora había algo diferente que hacía más soportable su aislamiento; el ambiente conservaba su olor, el aroma penetrante de Arima Kishō que jamás olvidaría.
-A-r-i-m-a K-i-s-h-ō-deletreó disfrutando de los sonidos de esas letras que conformaban ese nombre y sintió de nuevo esa calidez abrumadora. También el dolor, aquel dolor que parecía que nunca terminaría. ¿Qué era ese sentimiento?
Arima Kishō....... repitió una y otra vez como si todo lo demás hubiera desaparecido. Arima Kishō, era todo lo que tenía en su mente.
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A double Suicide
Fanfiction"Te amo, yo realmente te amo. Quiero gritarselo a todos." Detrás de cada acontecimiento (sea trágico o no) existen una serie de eventos clave que lo hicieron posible. Entonces; ¿Cuáles fueron los que llevaron al respetado y temido Dios de la muerte...