Aquí estoy...

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Y ahí estaba yo, un joven cerca de los dieciocho sin hacer nada, para variar... Pero aquel día era diferente, me encontraba sentado escuchando música rock y mirando el tick-tackeante movimiento de las agujas de mi reloj, mientras que poco a poco cerraba los ojos y me sumía en mis más recónditos pensamientos.

Casi mayor de edad, estudiante ejemplar y planes de futuro, una novia preciosa y, aun así, ahí estaba yo, perdiendo el tiempo y preguntándome el significado que guarda la palabra vivir. Parecía que lo tenía todo, pero yo, en mi interior, sabía que eso no era lo que quería, o al menos era la única solución que se me pasó por la cabeza en aquel momento en que repasaba lo que debería haber sido una vida feliz.

Des del inicio de curso todo se convirtió en una rutina, la alarma del despertador sonaba y ese sonido estridente me obligaba a levantarme con el ceño fruncido. No se la razón, pero nunca lo cambié, a pesar del odio que le tenía era lo único que abría mis ojos y me devolvía a este ruinoso día a día cuando nacía el sol. Además, siempre ponía el móvil en mi mesa de estudio, mi vagueza era capaz de hacer que la apagase y volviese a mi ataúd si no tuviese que moverme de la cama. Creo que tan solo al dormir me sentía realmente tranquilo y en paz, ese momento en que revivía mis recuerdos preferidos, aquellos que solo viviría otra vez en forma de sueños utópicos y efímeros.

Así pues, tras maldecir el día por llegar y colgar el cartel de cerrado en mi preciada luna, abría las ventanas de mi habitación y observaba esa suave lluvia matutina característica de mis tierras. Cambiaba mis ánimos, me ponía mi disfraz predilecto, una sonrisa -que más le dará a la gente cómo me encuentro hoy realmente-, y bajaba las escaleras para desayunar con mi hermana. Por una razón u otra siempre empezábamos el día discutiendo, si no era por el canal de la televisión era por la ropa que había escogido, siempre diciendo que iba con tonos oscuros y sin vida -a lo mejor tenía razón, tal vez fuese como me sentía... era una posibilidad-, la cuestión era reñir, gritar y quejarse. Después nos encaminábamos hacia el colegio, los vasos de leche ya los limpiaría alguien -me la suda tanto...- nosotros seguíamos discutiendo por la misma tontería durante toda la mañana, llegábamos al insti y ahí nos despedíamos con un beso en la mejilla dando por finalizada esa disputa sin sentido.

En clase las cosas eran un tanto diferentes que en casa. Yo continuaba con mi disfraz y me encantaba estar rodeado de tanta gente, con todo el mundo ladrando por doquier ni si quiera era capaz de escuchar mis propios pensamientos. Era lo que más me gustaba, adoptaba una posición despreocupada en mi pupitre y dejaba pasar el tiempo sin prestar un ápice de atención al profesor, he pasado los últimos seis años de mi vida sin amigos y sin hacer otra cosa que no fuese estudiar y ver caer las hojas de los árboles otoño tras otoño mientras los niños de mi edad jugaban a fútbol. Por esta razón las clases me parecían tan aburridas, aun así, a pesar de que no me interesase lo que ese estirado funcionario de corbata y camisa sin planchar intentaba enseñarnos yo adoraba el colegio, un lugar de evasión donde, no sé muy bien porqué, me consideraba el rey del mundo.

"Ring, riiiing!" La peor parte del día llegaba con esta onomatopeya que se escuchaba por todo el pasillo, las clases llegaban a su fin, me despedía de algunos compañeros con los que compartía una o dos frases a lo largo de la jornada de estudio y volvía a ese lugar que consideraba una prisión, nadie me obligaba a quedarme en casa, tenía el permiso de mis padres para salir hasta que fuese tarde, pero nunca me apetecía. Comía y me iba a mi habitación a estudiar, bueno eso es lo que le decía a mi madre, simplemente me dedicaba a dejar pasar el tiempo ansiando que todo pasase, que se acabara ya, de una vez por todas, esa extraña sensación que sentía en mi pecho y no me dejaba disfrutar la vida.

Poco a poco la rutina acababa conmigo, de casa a clase y de clase a casa. Algunas veces pasaba una o dos horas a la semana con mi novia para tratar de desconectar del día a día, paseábamos un rato hasta que no encontrábamos más conversación y el canto de los pájaros ocupaban nuestro silencio. Entonces nos despedíamos (jamás sabré lo que es el amor de verdad). Llegué a sentir como ella me alegraba el día con sus mensajes por el móvil, pero su frialdad cuando nos encontrábamos a solas me confundía cada vez más. Me dices que "me quieres", pero te encuentras más helada que la muerte, ¿cómo puede existir tanto sentimiento atrapado?

Los besos sin sentimiento era el único tipo de afecto que me parecía experimentar des de que, hace ya unos años, me arrebató el corazón aquella... AQUELLA!! Han pasado muchas sombras desconocidas por mis labios con la esperanza de volver a encontrar esa sensación de nervios y tranquilidad al mismo tiempo cuando se acercaba a mí, cuando obraba su magia para hacer que todo lo imperfecto se volviese perfecto y que el tiempo se detuviese en mi reloj. Era esa sensación la que esperaba reencontrar algún día, y he buscado y buscado sin resultados. Parece ser que la primera vez que di el paso, lo di en dirección a un precipicio en el que aún estoy cayendo. (Hoy creo que todo va a cambiar, estoy volviendo a sentir esa sensación, nervios y tranquilidad a la vez).

Aquí continuo, sentado en una habitación de casa, puedo sentir como el agua caliente va cubriendo mis pies y mientras mis ojos siguen cerrados, Linking Park canta "Castle of Glass" en mi reproductor de música mientras la palabra zombie viene a mi mente, tal vez sea esa la respuesta, un muerto con vida que pasa por el mundo sin hacer nada, tal vez sea esa la respuesta a tanta inquietud. ¿Quién sabe?

La lectura de poemas me había transmitido la opinión de que en el mundo hay personas de lo más dispares, todos somos diferentes y con sentimientos de lo más variados. Pero de todos los poemas que he llegado a leer en esta corta vida, con el que más me identifico presenta unas líneas así:

"No soy más que un tipo de desorden. Pero creo que todos lo somos.

Nadie está completo del todo. Y, al menos yo, no creo que pueda estarlo.

Probablemente si me aproximo a la felicidad, acabe explotando"

El autor de este breve fragmento se llamaba Michael Thomas Ford, y el título de estas tres líneas es "Nota de Suicidio". Dos días después de escribirla encontraron el cuerpo sin vida de Ford en la bañera. No sabía muy bien porqué este era mi fragmento literario preferido, pero ahí estaba yo, un joven cualquiera, un día cualquiera, sentado en la bañera, como mi héroe, el agua todavía brotaba del grifo como si de una catarata se tratase, y mientras recordaba las últimas palabras de Michael T. Ford mis fuerzas empezaban a disminuir, ya ni tan siquiera podía abrir los ojos para ver qué hora era, además, me daba igual.

Hoy estaba volviendo a tener esa sensación de sentir nervios y tranquilidad al mismo tiempo, una nueva sensación que no quería que se acabase nunca, y no iba a acabar. Mi canción favorita andaba ya por la última estrofa y el agua, cada vez más roja, ponía fin a ese día donde mi disfraz, mi sonrisa, se volvía una realidad, y yo, por fin, encontraba mi lugar (fuera de este mundo).

"Diario de un joven en ruinas"

16-12-2015

M.B.R.



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