El Trato

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En el mundo hay pocas cosas más rodeadas en misterio que el mar, extrañamente, es la parte más grande de este mundo, pero puede ser la que menos entendemos.

Hay hombres en batas blancas, con polvorientos pedazos de papel colgados tras ellos, que creen conocerlo, porque saben sus compuestos químicos, su volumen, su temperatura, y otro tipo de cosas que no importan. Hay hombres de negocios, con más gel que cabello, en caros trajes, que creen conocerlo, es una gran masa de agua, de donde pueden sacar productos, negra sangre de la tierra, para dar poder a sus autos, sus máquinas, y más cosas que no importan. Hay hombres cansados, sudorosos, que pasan su vida en barcos, que creen conocerlo, para ellos es su sustento, su alimento, y aunque es importante para ellos, no es lo que de verdad importa.

¿Entonces qué? ¿Entonces que hay sobre el mar? Si no es solo hidrogeno, no es solo petróleo, y no es solo sustento.

Los únicos que conocen el mar son la pareja de ancianos que lo visitan por última vez, sesenta años después de haber tenido su primera cita allí, los únicos que lo conocen son el niño en flotadores, entrando en el por primera vez, y su madre, que lo observa con orgullo, preocupación, amor, todo combinado, que está entre una carcajada y un grito de terror.
La única que lo conoce es la chica de 16 años, que solo lo observa, para ella el mar no es solo hidrogeno y oxígeno, no es solo una gran masa de agua, no es solo donde se puede pescar. Para ella el mar es su relación, su vida, su inspiración, invoca al mar cada vez que abre su libreta para escribir, ya sea una nota, un poema, o quizás el comienzo de una nueva historia.

Una aleta color rosa brillante se veía, pequeña, en las costas de Japón. Esa aleta aparecía cerca de allí desde hace unos veintitantos años, demasiado tiempo para ser noticia, muy poco para ser leyenda. Además ¿Qué podría ser? ¿Una ballena desviada? ¿Una rara clase de salmón? No importaba, por lo que a todos los del pueblo les importaba (desde el bar de Chibita hasta el Cabaret de Totoko), fuera lo que fuera no sería de importancia, en el peor caso solo es un animal perdido, en el mejor, solo historias que borrachos se contaban antes de volver al mar, todos ellos viven junto al mar, todos creen conocerlo.

Era mediodía, hace cinco horas alguien vio algo raro en el agua, pero seguro eran trucos de su mente, o ese alguien debería convencerse de algo, si no ¿Quién le creería? Solo los delirios de un ebrio. En las calles de esta ciudad costera se sentía un ambiente dormilón, el sentimiento que ocurre después de comer un gran almuerzo. Era una ciudad pequeña, todo el mundo conocía a todos. o a casi todos, si cualquiera saliera de su letargo y se atreviera a mirar por la ventana se encontraría con algo que asustaba a esta ciudad: algo nuevo.

Era un chico, bien parecido, que lucía un traje azul, no un traje bien perfumado e impecable, como de aquel viejo rico que vivía en las cercanías y juraba era un duque francés, sino un traje usado, remendado, era el traje de alguien que había visto, y hecho más que todos los ciudadanos juntos. Caminaba erguido, con paso lento pero firme hacia la taberna local.

La taberna no era un sitio en el que querías ser visto, era la recopilación de lo peor que la ciudad tiene que ofrecer, actuaba de bar, motel, plaza y morgue. Pero ello tenía un lado bueno: era un sitio neutral, si tu no dices nada que no te incumba, todo el mundo hará lo mismo, al entrar prometes no ver, no escuchar, no oler, es un sitio donde no hay rico ni pobre, hombre o mujer, allí podrás ver al bandido entado junto al padre de familia, la prostituta hablando con el político. No entrabas allí si no fuera porque buscas algo, y lo necesitas con urgencia.

Era un lugar iluminado con escasas velas, con mesas desordenadas, gente sentada en el piso jugando a las cartas, e incluso un gran perro gris atado en la esquina, y ni hablar del olor, el chico debía esforzarse para no seguir sus instintos e intentar taparse la nariz. Eso no importaba ahora, debía solamente ir, discutirlo y salir, tan rápido como pueda. No se distrajo y camino hacia la mesa de la esquina, cerca al perro, que noto su presencia, pero solo gruñía.
Ahora el can y el chico se involucraban en un concurso de miradas, sin el consentimiento del chico, los ojos azules veían a los negros, parecía que ambos sabían que alguien iba a atacar, solo debían decidir quién lo haría primero. El chico no sabía bien si fueron segundos, minutos, o años, pero sin aviso el animal gruño y salto sobre él, haciéndolo caer de su silla.

El chico trataba de apartarlo de encima, pero era inútil, hasta que escucho una voz aún más grave que la suya, jalando al perro por su collar, fuera del alcance del extranjero. El chico vestido de azul acomodaba su pelo, recuperándose del impacto, hasta que vio al otro. Era un chico muy parecido a él, algo más sucio, con un traje carmesí, completado con un sombrero del mismo color.
-Ten más cuidado con Hook- decía el extraño con voz confianzuda.
El chico tenia mil preguntas en mente, pero pensó que seguir con el tema sería apropiado.
- ¿Hook? - dijo extrañado, aun sentado, se dio cuenta y empezó a levantarse - ¡Porque lo llaman así? -
-Si Hook. - decía el chico en rojo, y señal el ojo del perro gris, había una cicatriz que atravesaba el parpado su viejo ojo cansado. – Como Garfio, un rufián le hizo esto de cachorro con uno. y desde esa idea se la pasa por aquí, el dueño lo alimenta, y nosotros le damos nuestras sobras.
Dejaron al can acostado y se alejaron a su propia mesa, era el chico al que buscaba ¿o era el chico que lo buscaba a el?

-Perdona mis modales, Capitán Matsuno, pero todos me llaman Osomatsu- dijo extendiendo la mano, pero el contrario no la tomo, el levanto la ceja, pero aparento que no le importaba- Tu eres el estudiante de Inglaterra ¿No? -
-Yes – dijo con aire campante, conocía a este tipo de sujetos, debía de 'parecer rudo, en control de la situación si no quería que lo timaron. – Karamats, ¿Usted es que busca un navegador, ¿no? -
El opuesto sonrió.
- Directo al punto ¿No? Lo respeto. - hizo señas a una chica para que se acercara – Si, tengo esta expedición. ya he encontrado un cazador, un técnico y hasta un cocinero, solo me hace falta un navegante. Si aceptas estamos hablando de... -
Escribió algo en una servilleta y la deslizo por la mesa, a donde estaba Karamatsu, quien la vio, eran unos diez mil yenes. Cualquiera en su lugar parecería sorprendido, o aceptara de inmediato, pero él no era así
- ¿De qué expedición hablamos? - dijo con gesto serio – Imagino tal cantidad no será para pescar mariscos. -
- Es algo ilegal- le explico Asomaste, sin rodeos, reclinándose en su silla – Pero supongo ya lo sabes, por eso nos encontramos aquí. -
- ¿Drogas? - los ojos azules se clavaron en el capitán.
El de vestimenta carmesí soltó un alarido, que en realidad era una risa.
-No muchacho. - sus ojos se encendían, casi como si empezara a tener un episodio de alguna manía. - Vamos en busca de una criatura, una criatura manipuladora, engañosa pero muy valiosa. ¿Crees tener el coraje? -
A Karamatsu le sonó como un desafío-
- ¿De qué ballena estamos hablando- con sus ojos trataba de imitar la intensidad de su contrario?
Otra risa corto el aire, como si fuera un puñal.

-No.- sus ojos se ensombrecían, aunque el bar estaba lleno de ruido, Karamatsu sentía que estaba en silencio, y que estas eran las únicas silabas que cualquiera podría escuchar- Sirenas.-

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⏰ Última actualización: Feb 06, 2017 ⏰

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