P R Ó L O G O

66 11 5
                                    



TODOS NOS SENTIMOS FEURA DE SITIO ALGUNA VEZ.

EL MUNDO NOS CAMBIA DE UNA MANERA EXTREMA A TODOS Y CADA UNO DE NOSOTROS. TODOS APRENDEMOS A BASE DE LOS BOFETONES QUE NOS DA LA VIDA, Y ESTE ES UNO DE TANTOS OTROS.

A TODOS LOS QUE CAMBIARON MI VIDA EN MENOS DE UN AÑO.

SED ETERNOS









Toco el timbre, nadie responde. ¿Quien me mandaría a bajar sin llaves? Vuelvo a tocar, de nuevo nadie responde. La lluvia empieza a calar mis zapatos, mi ropa ya es de por si un charco, a este ritmo mañana estaré en el hospital pidiendo antibióticos.

Miro el reloj, las tres y media pasadas, ya casi se ha hecho de noche. Toco una vez mas en el timbre suplicando al cielo que alguien abra la maldita puerta. Nada.

Me resguardo como puedo bajo el portal, es inútil seguir tocando.

- "¿Quieres que te abra?" - pregunta una voz masculina demasiado familiar detrás de mi. No, el no. Es la única persona a la que desearía no tener que ver en toda mi vida y menos en este preciso instante. Un más que conocido escalofrío recorre mi columna, todos mis sentidos se ponen a flor de piel y no puedo evitar morderme el labio intentando ocultar mis nervios.

- "Por favor"- digo sin si quiera molestarme en darme la vuelta para mirarle. Son muchos los recuerdos que me inundan y no son muchas las ganas que tengo de revivirlos. Me hago a un lado y dejo que su mano roce mi brazo de camino hacía la cerradura, haciendo que toda la sangre de mi cuerpo se concentre en ese exacto punto. Muerdo mi labio con mas fuerza aun, la puerta se abre y el me indica que entre con la mano. Con total firmeza entro en el portal y cuando estoy lo suficientemente lejos murmuro un "gracias" apenas audible.

Subo las escaleras corriendo hasta el último piso tan rápido como puedo, intentando descargar toda la energía y los nervios acumulados en apenas tres segundos antes. Me contengo las ganas de gritar, no quiero que el me escuche, no quiero que nadie lo haga. Mi sufrimiento es mío y no puedo armar una escena por algo tan simple como eso.

"¿Como es posible que aun tenga ese efecto sobre mi después de todo lo que me ha hecho?" Murmuro para mis adentros justo antes de llegar al piso. En el momento en el que llego se abre la puerta y mi compañera de piso me mira con cara rara.

- Ni una palabra, soy yo la que debería de mirarte mal - digo enfadada entrando por la puerta sin esperar una sola contestación. Voy hacía mi dormitorio y por el espejo del pasillo veo como su melena rubia se acerca hacía mi mientras que sus ojos azules me miran penetrantes en busca de alguna explicación.

- "¿Que hacía el abriendo la puerta?" - Pregunta ella alzando una ceja a la vez que yo desabotono mi camisa de color azul claro. - "Le he visto por la ventana de mi cuarto..."

Tu no abrías la maldita puerta y el vive en el bajo por si ya lo habías olvidado... no ha sido cosa mía por una vez - digo intentando sonar lo mas neutra posible a pesar de que tengo tantas ganas de llorar como de estallar de felicidad y de frustración. Es increíble el efecto que tiene sobre mi, a pesar de todo lo que me ha hecho sigo sintiendo cosas por el por mucho que intente negarlo. Luzia me mira desde el otro extremo de la puerta, su mirada inspira pena, la misma pena que siento yo por mi misma, quien iba a decirme a mi todo lo que podría pasarme en apenas dos meses. - "Necesito estar sola un segundo" - digo mirando sus desafiantes ojos.

"Sabes que estoy en mi cuarto si necesitas un hombro en el que llorar, usa el mío no el suyo... Prometo no hacerte daño nunca y mis promesas son de verdad" - dice ella justo antes de venir a darme un abrazo para luego salir por la puerta.

Sin fuerzas para llegar a la silla de mi cuarto me tiro en el suelo delante del espejo de cuerpo entero que refleja una chica que muy atrás queda de la una vez fui. Dos meses. Exactamente dos meses desde que llegue a Inglaterra, dos meses en los que todo mi mundo a cambiado. Llegue a Kingston dos días después de mi décimo octavo cumpleaños. Sola, sin nadie que me ayudase a hacer absolutamente nada y sin ningún conocido que me hiciese sentir mas como en casa. En el fondo tampoco lo necesitaba, llevaba preparándome para ese momento toda la vida. Quince años en un colegio británico en una pequeña isla al sur de España. Toda una juventud en la que había estructurado mi vida adulta a medida para llegar a una meta que cada vez veía mas lejos de lo habitual.

La chica tímida y asustada del mundo que apenas había tenido amigos había desaparecido hace lo que parecía muchísimo tiempo, pero por suerte sentía que el cambio había sido para mejor.

En el espejo se reflejaba una chica con el pelo largo y negro, muy negro, ya no quedaba rastro del color castaño oscuro que había conseguido a base de sol y horas entrenando en una piscina llena de cloro. Era yo, seguía siendo yo, pero de una manera u otra me sentía diferente, y cada vez que le veía a el me sentía aun mas rara, mas ansiosa, mas activa, mas algo y menos yo, o más bien menos la yo que un día fui.

En el fondo seguía siendo al misma chica que una vez fui, pero todas las experiencias nuevas me habían abrumado demasiado, hasta tal punto de tenerme encasillada en una posición de la que no tenía manera de salir. Nunca, en 18 años de experiencia me había visto en una situación similar.

El, el era la causa de todo esto. De la manera en la que había cambiado. 

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 10, 2017 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

El ViajeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora