One-shot Akatsuki no Yona

HakYona

Pedido por Osita_de_Goma

Sus pies descalzos tocaron la vieja y roñosa madera color marrón con restos de sangre de aquel tablado en medio de la plazuela.

Sobre un hermoso trono enjoyado se sentaba el príncipe Hak, aburrido y sin mostrar interés alguno en aquella prisionera que pronto empezaría su viaje al otro mundo.

No sabía porqué, pero, desde hacía unas semanas estaba faltó de algo, extrañaba una cosa específica, pero no sabía deducir cuál. Era como si en su corazón se hubiera formado un agujero.

Dejó de pensar en eso cuando el sumo sacerdote se acercó a él.

— Mi príncipe, está... mujer está acusada de brujería, su pelo rojo lo confirma.

La muchacha no tembló cuando la acercaron al centro del tablado ni cuando levantaron su cabeza con rabia para que mirara a la gente del pueblo, las mismas personas que la acusaban de brujería.

Hak se levantó del trono y miró fijamente a la acusada, era una niña pequeña, de unos 15 o 16 años, delgada; con la piel pálida, los ojos grandes y violacios y con una cabellera roja como el amanecer.

— ¿Cómo te llamas, acusada?— alzó la voz Hak

Sus piernas flaquearon al verla, el agujero de su corazón se llenó y eso no podía evitar llenarlo de curiosidad.

¿Cómo se llamaba? ¿De dónde provenía? ¿Cómo había llegado ahí? ¿Cómo podía ser tan guapa?

La chica levantó la cabeza sola con una sonrisa en el rostro, no estaba triste, era inocente y creía en ello.

Sus ojos claros se cruzaron con los azules y brillosos del príncipe y los latidos de su corazón se aceleraron

— Soy Yona, y vengo de las tierras del sur.

Hak solo atinó a mirarla con los labios apretaros y los ojos abiertos en demasía. El joven se acercó al sumo sacerdote preguntando que había hecho la joven pelirroja para acusarla de brujería; a lo que le contestó que, el simple hecho de tener el pelo del color del fuego era una prueba de su condición de bruja.

El ojizarco negó con la cabeza. Desde que su padre había caído enfermo, la mano derecha de su padre se había hecho con todo el poder de la sangre real y con ello, el control del pueblo. Estaba haciendo demasiadas atrocidades y esa muchacha no iba a ser la primera muerte que provocara ese rufián. Ese hombre no iba a seguir haciendo lo que le diera la gana.

Se levantó, caminó hacia la joven, y haciendo un aspaviento con la mano los guardias que la agarraban dejaron de hacerlo. Su espada cortó las cuerdas que la sujetaban y agarró su mano elevándola.

—Yo, Son Hak, el príncipe de este reino, no dejaré que mueran inocentes mientras yo esté delante. Olvidaos de quemar personas y acusas a jovencitas de brujería, porque perseguiré a aquellos que busquen el mal de mi pueblo.

Los paisanos empezaron a vitorear mientras el joven moreno se alejaba de allí, con aquella pueblerina, y se adentraba en los jardines de palacio.

—Me suenas familiar... —susurró la pelirroja—...como si

—Como si ya nos hubiéramos conocido.— Termino él.