C U A R E N T A

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Sábado.

Sus nervios recorrían todo su cuerpo. No podía creer como después de tanto tiempo, tenía una "cita" con Guillermo. Aquel hermoso chico del cual siempre estuvo enamorado, pero nunca tuvo la valentía de hablarle.

Su corazon latía fuerte y rápido, sus manos sudaban y temblaban. Sentía que su cuerpo se iba a desfallecer ahí mismo, y lo confirmó, cuando vió como Guillermo se acercaba tranquilo, a paso lento pero seguro. Yendo directamente hacia él, con una sonrisa que poco más, y Samuel moriría de lo hermosa que le parecía.

-Hola.- Habló Guillermo. Le sonrió, y el mundo de Samuel se vino abajo.

-Ho-hola...- Hace mucho que no tartamudeaba al hablar con alguien. Era muchísimo más fácil escribir en papelitos para dejarlos anónimamente en su casillero.

Guillermo rió por aquello, y Samuel se había enamorado por milésima vez.

-¿Entramos?- Samuel asintió, dejando lugar a que Guille pase primero. Él agradeció con un asentimiento y entraron al hermoso lugar que era aquél café, la cual la dueña era la prima de Guillermo. Aunque hoy no estaba presente.

Se sentaron en una de las mesas que estaban junto al ventanal. Especial para sólo dos personas. Se quedaron mudos, mirándose como si sus ojos, fueran un universo distinto al suyo.

-Buenas tarde- Dijo el mozo al acercarse, dejó los menúes y volvió por donde vino. Ambos chicos agradecieron aquello.

-¿Tú que vas a pedir? Te recomiendo el café especial del lugar... Dios, eso debería de estar prohibido- Guillermo lamió sus labios con deseo al recordar el deliciosos sabor que tiene aquél café. Sin duda, su favorito en el mundo. Samuel había desfallecido con aquella acción.

En realidad, todo lo que haga el menor sería motivo de un desmayo cerebral para él. Si es que todo Guillermo era tan... Guillermo.
Ni siquiera su propia persona podría encontrar algún adjetivo que quede tan bien con él. Hasta perfecto se quedaba poco con lo que Guillermo era para Samuel.

-¿Samuel? ¿Hola?- Con un chasquido, el mayor volvió a la realidad, moviendo la cabeza para sacar todos los pensamientos.

-Em si, probaré ese café- Dijo no tan seguro, sin saber muy bien que era lo que había dicho Guillermo. Pero con la sonrisa que le regaló el menor, supo que le había atinado.

Llamaron al mozo y pidieron dos cafés de la casa. El hombre asintió y volvió a retirarse. El silencio gobernó la mesa.

Ninguno decía nada. Sólo miraban y con ello era suficiente para hacerse sonreír de manera tierna y avergonzada. Samuel estaba que moría y Guillermo, sentía en su estómago cosas que hace tiempo no sentía.

-Hola Chiqui...-Wigetta-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora