Prólogo

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Luego de la pandemia global, el 1 de enero se volvió el día más importante. No sólo porque se festeja el Año Nuevo, sino que también se festeja el segundo aniversario de la pandemia declarada oficialmente como terminada.

Este día es uno de los pocos en que podemos estar todos juntos. Mi papá viaja varias veces por trabajo, mi madre está ocupada con su salón de estética, mi hermanita tiene sus clases de baile, y yo vivo todo el año fuera de Rusia. Ser estudiante de intercambio tiene la gran desventaja de no poder ver nunca a tus familiares.

—Sasha, ayuda a poner la mesa.—grita mi madre desde la cocina. Mi hermana está jugando a la computadora con sus amigos en línea. Es de los pocos momentos que tiene libres, ya que pasa todo el día practicando ballet.

La adolescente se despide de sus amigos para dirigirse a la cocina malhumorada. Yo debería ayudarlas, pero estoy tejiendo junto con mi Babushka.

—¿No es relajante?—pregunta mi abuelita mirándome con ojos tiernos. Venimos haciendo esto desde la mañana. En realidad, estaba cansada de tejer bufandas, pero no quisiera romper su corazón.

—Sí, Babushka.—devolví la sonrisa. En ese momento llega mi papá y abuelo con unas zanahorias que recolectaron de nuestra granja.

Mis abuelos se dedican a la agricultura. Siembran todo tipo de vegetales y crían desde cerditos hasta vacas. Durante la pandemia, se robaron casi todo su criadero. Pero por suerte mis abuelos pudieron sobrevivir. Y ahora estamos todos juntos cenando pacíficamente luego de dos intensos años para la humanidad.

—Brindemos.—papá levanta la copa y todos lo imitamos. Para ser un hombre de 55 años, papá se mantenía muy saludable, al igual que mi mamá y abuelos.—Señor, gracias por esta cena...

Todos nos ponemos a orar antes de empezar a comer. No soy muy ortodoxa, pero mi familia sí lo es. Antes de cualquier comida, le damos las gracias a Dios por ser una de las pocas familias de nuestra región que ha sobrevivido a la gran masacre del año pasado.

Fue la última masacre. Luego, las principales potencias mundiales que quedaron destruidas decidieron unirse y cooperar. Incluso los países enemigos tuvieron que ayudarse entre sí. De no ser posible, jamás se hubiera encontrado una vacuna.

—Hace dos años esto sería imposible.—comento refiriéndome a nuestra cena. Desde que se desató la pandemia, jamás pensábamos que todo volvería a la normalidad.

Mi comentario incomoda a mis padres, ya que carraspean su garganta.

—Pues, ahora sí es posible.—me sonríe Babushka desde la otra punta de la mesa.—Ha sido una locura. Yo tampoco pensé que podríamos volver a estar juntos.

—Me echaron del trabajo, a mamá se le fueron los clientes, Sasha estuvo dos años sin estudiar...No creo que sea algo bueno para recordar.—responde mi papá a su madre.

—También se destruyó la economía mundial. Los países en desarrollo sufrieron pérdidas irrecuperables. Es triste recordarlo, pero también hay que orar por las personas que aún se están recuperando. —dice mi abuelo dispuesto a orar por segunda vez.

Y otra vez tenemos que volver a orar. Tener familiares ortodoxos puede ser algo aburrido.

—Agradezco por esta deliciosa cena junto con mis seres queridos. —digo en voz alta. Mi hermana me mira extraño, como si recién se da cuenta de que yo estoy sentada a su lado. —¿Qué pasa?

—Daria, necesitas dejarlo. —dice mi hermana y deja de comer. De repente me entran unas náuseas tremendas.

¿Qué cosa necesitaba dejar? No lograba comprender sobre qué tema estaba hablando, y eso me impacientaba.

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⏰ Última actualización: Apr 01, 2020 ⏰

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