Mi sirviente del mal.

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//Inspirado en la cancion Servant of evil de Len Kagamine y Viva la vida de Coldplay//


Hace siglos, tuve al sirviente más fiel del que tengo memoria, aquel demonio creado para cumplir mi voluntad a pesar de tener la propia...

Su nombre era Iwaizumi, su apodo Iwa-chan, el lo detestaba pero para mí era más simple de recordar. Iwa-chan se encargaba de trabajos sucios, de asesinar a diestra y siniestra a todo ser humano que yo despreciara, ¿Mi error? Asesinar a una persona que era intocable incluso para mí... pero nuestra historia debe ser contada desde el inicio... mi amado Iwa-chan lo merece y sé que lo agradecería...

Una mañana, desperté hambriento, y como todos los días me levante y camine al gran comedor donde mis demonios, mis creaciones esperaban por mí, entre ellos el más fiel de todos.

-Oikawa-sama, tome asiento, su desayuno está servido... -Dijo aquel azabache, que vestía una capa de color negro, camisa y pantalones del mismo tono y unas botas de tono rojizo oscuro, tras su espalda, colgaba una gran y pesada espada diseñada especialmente para él.

-Gracias Iwa-chan, huele bien como siempre... -susurre mientras sonreía para el levemente, comenzando a comer un poco ansioso, necesitaba recobrar fuerzas porque sería un día largo para todos nosotros.

Desayuné en paz hasta que Kuroo y Shimizu se acercaron a mí, conversándome de cierto príncipe, heredero al trono del pueblo que deseaba dominar y esclavizar. Yo escuchaba atento a sus palabras, a pesar de tener la vista pegada a la esfera que contenía todo mi poder, razoné un poco las palabras de ambos y solo les sonreí cuando esperaban mi respuesta ansiosos, estaba seguro que con solo ver mi sonrisa y mis ojos supieron mi decisión al respecto porque en ese momento Kuroo camino en busca de Iwa-chan que no estaba tan alejado de mi, de todas formas su deber era protegerme aun que le costara la vida.

-Debemos asesinar a Kageyama Tobio. –Dijo Kuroo, quitándome las palabras de la boca, cosa que me irritó un poco.

-¿Cuál es la razón? –Pregunto Iwa-chan mientras volteaba a verme con sus ojos color carmesí.

-Diversión. –Dijo esta vez Shimizu, nuevamente robándome las palabras de la boca, esa situación comenzaba a irritarme un poco.

-No precisamente. –Dije esta vez mientras caminaba hasta un escritorio, donde había una corona de broce vieja. –Él es el próximo heredero, necesitamos deshacernos de él para que no sea un estorbo en nuestros planes.

-¿Deseas que acabe con el entonces...? –Pregunto mi amado demonio de cabellos negros, yo solo pude sonreírle en respuesta, el también lo hizo.

Esa tarde le indiqué a Iwa-chan como debía hacerlo, de la forma más cautelosa posible para que nadie sospechara aun que él dijo algo que jamás olvidare: ''Ellos sabrán que fuiste tú, eres el único que quiere asesinar a un heredero''.

Iwa-chan fue a su misión por la tarde, yo espere por él en el jardín de rosas rojas que había creado con mi magia, allí observe por horas a los pájaros cantar, volar por allí y ser libres, tan libres como ellos deseaban... Por la noche Iwa-chan volvió de su misión, con la ropa ensangrentada al igual que su espada la cual en la punta traía la corona atravesada y con manchas de la misma sangre, yo sonreí y me acerque a abrazarlo. Iwa-chan era de mis sirvientes más fieles, el cumplía cada uno de mis caprichos aun que no estuviera de acuerdo... solo para verme feliz...

Yo era consciente de aquello y aun así no paraba de hacer daño, aun que no estuviera bien...

Los días siguientes fueron tranquilos para todos los habitantes de mi castillo, todo transcurría en su curso normal aun que yo me había dedicado más tiempo a observar las rosas carmesí de mi jardín y las aves que por allí volaban, observar su libertad me cautivaba, por desgracia también me entristecía porque me recordaban a mi demonio más fiel, a lo que él podría estar anhelando en este minuto, su libertad.

La tranquilidad no duro más de una semana, cuando una gran multitud comenzaba a acercarse a mi hogar, yo veía todo desde mi ventana, asustado y convencido que no podría salir vivo de aquello, entre tantos soldados, tantos súbditos y reyes yo era indefenso... mis demonios trataron de lugar por mi pero uno tras uno fue cayendo hasta que solo uno, el más fiel de todos tomo mi mano y me cubrió con una manta de color marrón.

-Cubre bien tus cuernos, hay una salida trasera por la que no te descubrirán... -me dijo Iwa-chan mientras acariciaba mi mejilla. –Vete rápido, no mires atrás.

-¿Qué harás tu? ¿Iras conmigo verdad? –Le respondí asustado, confundido y muy nervioso por lo que estaba sucediendo. –Por favor Iwa-chan, no me dejes, no me dejes solo...

Él me vio a los ojos, como nunca antes lo había hecho, yo solo sentí mis mejillas calentarse y de pronto todo mi mundo desapareció, cuando sus labios tocaron los míos de forma casta y sincera, como si mis sentimientos y los suyos se hubieran vuelto uno solo, un solo corazón.

-Escape de aquí, mi querido rey, yo tomare su lugar porque fui yo quien asesino al rey Kageyama. –Me dijo mientras acaricia mi rostro y sonríe. –Por favor váyase, le prometo que todo saldrá bien...

Yo no pude seguir negándome, le di un abrazo fuerte, lleno de temor y sentimiento pero también de esperanza, de alguna manera mantenía esa esperanza de volver a verlo con vida...
Escapé de allí y como Iwa-chan me dijo, nadie me vio, escapé a lo más profundo del bosque, me oculte en una cueva y llore asustado de lo que podría estar pasando Iwa-chan en ese momento, deseaba que estuviera bien...

No recuerdo bien el porqué volví al pueblo, ni porque me seguía ocultando con esa capa, solo logre escuchar sobre la ejecución que le darían a mi Iwa-chan al día siguiente, quería evitarlo pero no podía, moriríamos ambos si lo intentaba y seguramente sería el mismo el que me asesinaría.

El día de la ejecución llego, yo me colé entre el público que había allí, cubierto con mi manta de color marrón y ropas distintas para evitar ser descubierto. Observe la guillotina que estaba en el centro de la plaza pública y momentos después lo vi, lo vi salir encadenado por sus tobillos y muñecas, con uno de sus cuernos rotos pero con una sonrisa en su rostro, nunca pude entender por qué sonreías... Las personas te gritaban insultos, los más cercanos a ti lanzaron objetos y yo como podía trataba de conectar mi mirada con la tuya. Vi como los soldados te acomodaban en la guillotina y mi corazón se aceleraba y se apretaba, mientras mis manos se empuñaban contra mi pecho, cerré mis ojos un momento y al abrirlos nuevamente por fin pudiste verme, me sonreíste y yo imite la acción, tus labios se movieron pronunciando unas palabras, una frase y de pronto las campanas de la iglesia sonaron, la guillotina cayó... y todo mi mundo se desmoronó.

A veces vuelvo a recordar con nostalgia esa última frase, esos labios que nunca lograron pronunciar un te amo y esos brazos que sujetaban la espada, dispuesto a luchar por mí, esa alma demoniacamente humana que anhelaba su libertad, mi querido Iwa-chan, mi deseo más profundo siempre fue que renacieras en un mundo donde yo no existiera para que obtuvieras tu libertad, donde pudieras hacer lo que te plazca y no depender de nadie, sin embargo, no sé si estoy frustrado o contento, tal vez ambas, por que años después te vi, te pude ver en forma de un humano, un humano que tenia habilidades de espadachín y que usaba esa gran espada, la cual solo tu podías sostener. Tuve la oportunidad de verlo practicar en medio del bosque y mi corazón... mi corazón no paraba de latir, ¿Iwa-chan eres tú? ¿Me recuerdas? ¿Debería acercarme a ti una vez más? Creo que lo más apropiado ahora es quedarme con tu recuerdo, el recuerdo de tu vieja vida, así no arruinaría la que tienes ahora...

Mi querido Iwa-chan, si el mundo, si el destino me da la oportunidad de volver a nacer, me gustaría estar a tu lado un poco más... como siempre debió ser...

Fin.

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