Antares

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Ya había caído la noche en el bosque del Castillo y la luna brillaba en lo alto cuando ella llegó a nuestra cita. Llevaba una linterna para alumbrar el camino y un bastón para aliviar su ligera cojera, producida por una bala en nuestra anterior escaramuza.

- ¿Se curará tu pierna? - Dije.

Nunca nos saludamos. Es más, no se su nombre, nos llamamos por nuestro nombre en clave, por seguridad.

-Pues claro que sí, sino no hubiese vuelto. - Replicó ella molesta, como si la hubiese la hubiese ofendido el hecho de no volver a hacer nuestros robos. - ¿Tienes alguna oferta digna de mención, Lobo?

Saqué mi bandolera y, sin contestarla, le cedí las dos fichas las dos fichas, correspondientes a dos ofertas. Ella las cogió y se puso a leerlas, sin mediar palabra.

Me la quedé mirando. El pelo negro como el ala del cuervo y largo hasta por debajo del hombro le envolvía la cara, que era muy delgada y con unos grandes ojos marrones, que se movían velozmente, leyendo y evaluando la fichas con esa mirada penetrante que siempre me ha hecho estremecer.

Llevaba tres años trabajando con ella, y habían dado muchos golpes, en concreto 38, derrumbando poco a poco el régimen en los tiempos libres e ignorandonos si nos veíamos en la calle fuera de algún operativo. Además hubiese quedado raro que la hubiese saludado llamandola por su apodo, sin olvidar el hecho que nunca nos saludamos.

Su apodo era Antares, como la estrella que brillaba en el cielo.

Un golpe suave me devolvió a la realidad.

-Me gusta más colarme en un palacio a robarle a un pisaverde que sabotear a un paracaidista. - Dijo. Una ficha la tenía ella entre los brazos y la otra me la había puesto a mi en el pecho.

Por la escasa luz de la linterna y de la luna, que había llegado a lo más alto, filtrándose entre las hojas de los árboles, ví que ella se había quedado la carpeta que tenía el logotipo de un fuente, así que ella tenía el caso que íbamos a aceptar. Sonreí, ya que ella y yo teníamos prácticamente los mismos gustos.

-¿Pues mañana a la misma hora? - Dije yo, preparando mi bastón plegable para borrar las huellas según andaba.

Ella negó con la cabeza.

- Cuatro días. Cena de empresa en Hawaii.- Dijo sonriendo traviesa mientras se ponía la capucha, fundiéndose con las sombras. Se alejó apoyándose en el bastón, arrastrando un pie para borrar las huellas, dejándole con la palabra en la boca. Como siempre.

Con que encargos sin mi, eh. Antares, eres un misterio.

AntaresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora