Humanos

Desde mi lugar, podía oír la lluvia caer, el murmullo que producían los trajes de los guardias al moverse. Estos, abandonaron la habitación, y el murmullo cesa. Yo me giro hacia la derecha, para saludar a mi amigo Mäns. Un joven, que como yo, fue inmortalizado por Christian Boltanski, hace más de cincuenta años. Por lo que he oído decir, la obra se llama "Humans", o Humanos.

Me interrumpo cuando oigo un par de risas. Una chica, de cabellos ensortijados, entra corriendo; seguida por un joven, que va totalmente desnudo; aunque ella lleva un vaporoso vestido de novia. El joven se acerca a ella, intentando desabrocharle los botones del vestido. Poco después, él desiste en su intento, y ella se acerca a nosotros.

-¡Hola!- decido saludar. Ella mira a su alrededor perpleja, hasta que me ve parpadear, y sonríe nerviosa.

-Hola, me llamo Loïs, encantada de conocerte- digo estirando mi mano a través de la fotografía. Ella la acepta, todavía dudosa, y de un tirón, la meto en mi foto. Mäns consigue meter al joven también en su fotografía, y pronto empezamos a correr a través de la exposición, al igual que los demás dibujos y esculturas. Después de bailar un rato con ellos, salen del lienzo, se despiden, y se marchan a la sala contigua.

Unos días después, el director del museo aparece en la sala. Disimuladamente, se acerca a mí, y me susurra:

-No deberíais haber salido de la obra, ¡la gente está convencida de que el museo está embrujado!

-¿Te recuerdo quien tuvo la culpa?

-Ya, ya lo sé.

-Ya sé que lo sabes Christian, pero fue tu culpa.

-Ya, ¿y cómo iba a saber yo que pasaría? Yo no sabía que ese líquido...

-Ni yo, pero bueno, no puedes ahora decirme que no puedo salir a dar una vuelta.

-¡No sé para qué intento convencerte, si no me haces caso! ¡Te digo que yo no lo manipulé!- grita totalmente fuera de sí.

-Lo sé, Christian- digo con tono tranquilo- pero tampoco yo lo hice, ¿no crees?

Me mira apenado. Se disculpa con los ojos, y se marcha de la habitación.

-¿Qué quería?- pregunta Mäns.

-Quiere que no salgamos más de noche...

-¿Y qué hacemos? ¿Nos quedamos encerrados de por vida?

-Nos podríamos haber cambiado por ellos, te lo dije en el momento que entraron a la sala.

-Ya, pero todavía eran muy jóvenes... Se notaba que les faltaba mucho por vivir... Y además, a estas alturas, nuestros cuerpos ya estarán enterrados.

-Creo que la próxima vez que vea a Christian se lo preguntaré...

-Entonces, ¿Christian es tu hijo, no?

-En efecto.

-Y... ¿por qué estamos aquí?- dice mientras hace un mueca.

-Porque...porque- digo intentando retener las lágrimas.- Hace muchos años, mi marido murió... Yo me quedé a cargo de Christian y de Luc, su hermano. Mi marido era judío... Por eso murió... El Holocausto...-empiezo a llorar desconsoladamente. Mäns me abraza, y me anima a continuar.-Me acuerdo cuando me intentaron separar de Cristian... Estábamos en casa. En el salón. Intentaron llevárselo, pero les enseñé la documentación, y se pudo quedar. Era lo único que me quedaba, hacía años que Luc se había marchado en busca de inspiración... Es escritor, ¿sabes? Unos años después, Christian encontró unas fotos en casa... Justo esta- digo mirando alrededor. -No hay duda de que estaba mucho más joven. Las guardó, y un día creó esta obra, añadiendo mi fotografía en ella. Pero cuando fue revelarlas, puso algo que no era, y todavía no sé cómo, aquí estamos.

Mäns me mira sorprendido.

-Extraño, ¿verdad? Ahora ya sabes el gran secreto del Guggenheim.