Uno

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Lilith se encontraba sorbiendo un té de fresa de su taza roja favorita cuando alguien llamó a la puerta. Siguió en lo suyo, pretendiendo que alguno de sus padres se encargue del asunto. Luego recordó que no había nadie más que ella en el apartamento, y con un largo suspiro, se levantó de su silla. Al llegar a la entrada, giró la llave (La cual no recordaba haber puesto) y con un leve quejido, la puerta se abrió. Allí vio a su molesta vecina, quien siempre tenía algún inconveniente estructural, vestida con su habitual atuendo de maestra de yoga budista.

—Ah, hola. ¿Cómo estás? ¿Están tus padres en casa?—Preguntó la vecina, desconociendo el nombre de Lilith y sin dejar pausas para respuestas—Veo que no, sino no me abrirías la puerta.

Qué observadora, pensó con cierto sarcasmo.

—En fin, volveré más tarde. Disculpa la molestia.

Sin haber pronunciado palabra desde que había abierto la puerta, Lilith volvió a cerrar con llave y se dirigió con el mismo mutismo a su habitación. La música seguía sonando, esta vez una canción diferente a la que se estaba reproduciendo cuando había dejado el cuarto, pero igual de satisfactoria. La taza seguía humeando, y con un leve soplido a la infusión, Lilith volvió a su calma habitual. 

El lápiz se desplazaba suavemente por el rugoso papel, y el boceto comenzaba a tomar forma. El viento fuera anunciaba una quizá pronta tormenta, y el aire se había tornado más fresco que los días anteriores. La mina del lápiz se quebró repentinamente, cuando Lilith escuchó un golpe proveniente de la sala de estar; su perro la observaba con una inquietante parsimonia, y las ventanas se encontraban cerradas casi que a cal y canto. Miró a su alrededor a la espera de alguna explicación para el golpe seco que había oído segundos antes, pero todo parecía estar tal y como lo habían dejado sus padres. Con un último escaneo por la sala, decidió tomar un baño.

El vapor se elevaba lentamente a medida que el agua caliente llenaba la bañera, y el sutil perfume a rosas de las sales de baño embriagaba la nariz pecosa de Lilith. Se desvistió de a poco, con cautela, como si la estuviesen observando a través de la ventana cerrada por sobre la bañera, y se metió en la misma a medio llenar. Recogió su corto cabello en un rodete y con un profundo suspiro, se relajó, ajena a lo que pasaba a su alrededor.

***

Con un intento fallido de abrir la puerta, la madre llamó a través de ella a su hija.

—¡Lili! ¡Has dejado la llave puesta de nuevo! ¡Ábreme!—Gritó.

Con un nuevo intento, Isobelle empujó con más fuerza su llave para empujar la de Lilith, y un golpe metálico le confirmó con éxito que la cerradura se hallaba libre. Habiendo entrado al apartamento, Isobelle cerró su paraguas y la puerta.

—¡Lilith!—Volvió a llamar. 

Sin obtener respuesta, se dirigió al cuarto de su hija, y vio una taza vacía y un boceto a medio terminar. La música estaba sorpresivamente a un volumen muy alto, y se escuchaba lo que parecía ser una guitarra desentonada.

Estos adolescentes de hoy en día, escuchan cualquier cosa, pensó para sí. 

Al ver la luz del baño encendida, tocó la puerta. Silencio. 

—¿Lilith? ¿Te encuentras bien?

Nada. Comenzaba a salir agua por debajo de la misma.

Abriendo la puerta de un golpe, la cual primero se resistió, la madre se encontró con una imagen que no podría borrarse de la mente ni con cien años de terapia.

El agua desbordaba descontroladamente de la bañera, y comenzaba a tornarse de un color rojizo. Tirada en el suelo, Lilith, más pálida de lo normal y desnuda, con largos colmillos blancos, se encontraba inconsciente en un charco de sangre.

***

Lilith despertó agitada de una horrenda pesadilla, justo a tiempo para detener el agua de la bañera, que amenazaba con desbordarse. 

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⏰ Última actualización: Feb 11, 2017 ⏰

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