Stigma.

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Había una palabra perfecta para describir cómo era su vida.
Una palabra que en su caso abarcaba todos los significados: miserable.

Muchos decían que era exagerado decir que su vida era miserable y él con una sonrisa decía "Supongo que tienen razón" pero al final sabía que ellos nunca vivirían lo que es perder a una madre a una edad tan temprana y mucho menos hacerse cargo de alguien que no eras sólo tú y, por si las cosas no eran peores, tenía que lidiar con un padre que siempre estaba ebrio y que si lo hacían enfadar el precio era demasiado alto.

Aprendió a suprimir su dolor, a vivir con ello y sobre todo a sonreír porque si no fuera por ella desde hace un tiempo él ya se habría hundido y no tendría a alguien que lo sacará o al menos a alguien a quien aferrarse. Alguien que no podía sacarlo y no se daría cuenta de que él  había caído.

Ahora mismo estaba limpiando las lágrimas de ella, incluso la abrazaba tan fuerte como si sus brazos fuesen una prisión y la mantendría a salvo pasará lo que pasará, incluso daría su vida por ella y fue entonces cuando todo comenzó.

Se escuchó como una puerta era azotada y los dos se quedaron petrificados, la chica comenzó a temblar y a él no le queda más remedio que estrecharla más fuerte.

-¡¿Dónde demonios se han metido?! - gritó alguien tan furiosamente que él se estremeció, no le quedaba más remedio que salir de su escondite.

-¡Aquí! - gritó e intento zafarse de los brazos de su hermana que ahora lo mantenían prisionero a él-. Tengo que salir porque sino será peor para los dos.- ella asiente débilmente mientras lo libera-. A ti no te tocará ni un cabello.

Con la valentía del momento cruzó la habitación en la que se ocultaban, cerró la puerta dejando segura a su hermana y se aproximó a un padre demasiado ebrio para mantenerse en pie o incluso caminar.

-Tardaste demasiado mocoso, detesto que me hagan esperar.

-Lo siento.- logró decir pero cuando las palabras ya habían salido de su boca se arrepintió profundamente.

-¿Realmente lo sientes? - dijo en un tono más molesto y eso lo hizo retroceder-. Sabes perfectamente el castigo.

Y antes de prepararse el primer golpe dio con su objetivo; una bofetada que lo hizo caer; cuando ya estaba en el suelo el padre se abalanzó sobre el y comenzó a golpearlo sin piedad. Cada golpe daba a veces en la mandíbula, la nariz, el labio, alguna mejilla o incluso los ojos. Cansado de gastar sus puños logró pararse de poco y él chico intentaba si quiera hacerlo pero terminaba en el suelo; con una sonrisa burlona su padre agregó:

-Ojalá con esto aprendas a atenderme antes.

Y fue entonces como muchas patadas daban a su cuerpo delicado y frágil. Sentía cada golpe como aquellas peleas que ocasionaba solo que esta vez él era quien las recibía. Entonces todo se volvió oscuro.

-¿Hermano? ¡Hermano! - gritó la voz de una mujer desesperada, estaba sacudiéndolo para hacerlo reaccionar. Como pudo a penas se movió e intento sonreír.

-Nunca me cansaré de las peleas.- dijo sonriendo y un chorro de sangre sale de sus labios-. ¿Te hizo daño? - negó con la cabeza y ahora sonreía un poco al ver que su hermano estaba bien-. Prometo que algún día esto terminará.

Y vaya razón que lo tenía.

Esa misma semana el chico de la cámara rosa se encontraba a su lado intentando hacerlo reír y a veces funcionaba. Ese chico era como su alegría, lo hacía sonreír en sus peores momentos... Era su luz entré tanta oscuridad.

-¿Qué haría sin ti? - le dijo al chico que sostenía su cámara rosa, él solo sonrió y siguió sacando fotos.

-Tal vez te perderías y no encontrarías tu camino.- dijo y antes de que el otro chico pudiera abrir la boca una luz cegadora inundó su campo visual-. Pero siempre estaré ahí para alumbrarlo, no lo olvides.

7-1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora