MAMA

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Sangre, sudor y lágrimas. Con eso era lo que soñaba y como terminaba despertándose.

Jadeando logró sentarse en el suelo hasta recuperar por completo la respiración, a veces echaba de menos estar con los chicos.

Extrañaba como intentaba detener las peleas en las que el menor se metía, intentaba consolar al que tenía pesadillas en la noche por culpa de su padre, adoraba verlo tocar el piano y como cerraba los ojos mientras tocaba delicadamente las teclas,  intentaba hacer reír a aquel que perdió su risa por mucho tiempo y por supuesto que iba a extrañar decirle al mayor que estaba mal lo que hacía... Pero ahora estaba encerrado.

Su habitación era blanca y acolchonada: hospital psiquiátrico.

Olvidaba a veces la razón por la cual estaba allí, a veces recordaba la historia de una manera y otras la versión cambiaba; todo excepto el hecho de que estaba encerrado y sabía que fuese quien fuese el que se encontraba tras la puerta lo examinaba. Parecía estar analizando la situación y cómo actuaba ante ciertas cosas, era como jugar con su mente.

Soltó un bostezo y se quedó sentado esperando a que sucediera lo que cada día pasaba.

Esperar lo hacía perder el control y no le quedaba más remedio que ponerse a jugar con su pijama azul; estiraba las mangas, jugaba con algún hilo, entrelazaba sus dedos... Cualquier cosa para matar el tiempo y esperar su medicamento.

Entonces unas puertas de la pared se abren y depositan todos los medicamentos.

Él cansado no tiene más remedio que mirar al frente y esperar que la lluvia de pastillas naranjas termine

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Él cansado no tiene más remedio que mirar al frente y esperar que la lluvia de pastillas naranjas termine.

Cuando las pastillas dejan de caer toma delicadamente una de ellas, la sostenía y jugaba con ella, sonreía porque sabía lo que eran: antidepresivos

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Cuando las pastillas dejan de caer toma delicadamente una de ellas, la sostenía y jugaba con ella, sonreía porque sabía lo que eran: antidepresivos.

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7-1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora