Capítulo 1.-

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Todo comenzó cuando tenía ocho años, observaba como mis propios muñecos me hablaban y se movían, lo peor de todo era en la noche al dormir, mis padres me arropaban siempre a la misma hora, cuando salían del cuarto era cuando empezaba el miedo, podía observar como todos mis muñecos se me quedaban viendo mientras otros se reían y me señalaban, siempre me tapaba hasta la cabeza, pero, siempre me jalaban los calcetines o me quitaban la cobija, al cumplir los diez años, les dije a mis padres y como lo suponía no me creyeron, mi padre solo me tomo del hombro mientras me decía –Todo está en tu cabeza hijo – mientras decía eso podía observar como el payaso me observaba por las escaleras, me quede paralizado por unos ojos color miel grandes, como de gato, me puse blanco, mis padres me preguntaron - ¿Qué tienes hijo? – no podía hablar del miedo, solo les señale hacia las escaleras, cuando voltearon el payaso ya no estaba, solo les pedí que quitaran mis juguetes de mi cuarto y los pusieran en el sótano. Ese fue lo peor que pude hacer, cada noche era peor ya que no solo me visitaba el payaso, ahora abrían mi ventana, prendían y apagaban la televisión, y lo peor de todo era cuando se metían debajo de la cama, sentía como la golpeaban mientras se reían.

Al cumplir los doce años pude deshacerme de todos mis juguetes, mi cuarto estaba vacío solo tenía unos posters, mis libros y mi televisión. Durante una semana pude seguir oyendo esas risas, eran agudas y otras graves, durante esa semana me despertaba a la misma hora de la noche, observaba un punto fijo de mi cuarto, sentía que me observaban del mismo rincón cada noche, una noche me desperté por una risilla chillona, suave, cuando me destape la cabeza pude observar unos ojos color miel en una esquina oscura, se apreciaba que dé hay salía las risas, me tape rápido hasta la cabeza, solo escuchaba como las risas se iban acercando cada vez más, cuando por fin las risas cesaron me destape la cabeza y él estaba sentado en el pie de mi cama, solo me le quedé viendo, estaba temblando, sentía como sus ojos me comían por dentro, como si el supiera que estaba con un miedo, nos quedamos viendo por unos minutos hasta que dijo - ¿Acaso te olvidaste de mí? – todo el cuerpo me temblaba, el solo me sonrió, solo observaba con miedo sus dientes afilados, tome aire y salí corriendo de la cama, al llegar a la puerta sentí que me respiraba en el cuello, abrí lo más rápido la puerta y Salí corriendo al cuarto de mis padres, golpe su puerta rápidamente mientras les hablaba a todo pulmón, solo escuchaba como desde mi cuarto alguien silbaba, cuando mi padre por fin abrió la puerta me dijo - ¡Que tienes hijo! – al ver mi cara blanca, mi cuerpo temblando y mi respiración agitada, pudo observar que estaba súper asustado, yo solo le dije – Es esta en mi cuarto – Es solo se me quedo viendo y me pregunto - ¿Quién está en tu cuarto hijo? – no podía hablar, estaba Muy asustado, solo le señale que fuera, mi padre fue a observar a mi cuarto haber quien estaba, solo tomo su bate que siempre tenía alado de su cama, al prender la luz, observo que no había nadie, regreso conmigo y me dijo – Hijo, no hay nadie en tu cuarto, seguro tenías una pesadilla – solo asenté con la cabeza haciéndole creer que le creía a lo que me decía, yo sabía perfectamente que el payaso seguía en mi cuarto.

Cuando tenía quince años nos mudamos de Washington a San Francisco, ya que a mi padre le ofrecieron un trabajo, mientras guardamos nuestras cosas, mi padre madre me dijo - ¿Puedes sacar las cosas del sótano? – yo solo le dije que si con la cabeza, mientras iba por el pasillo para llegar a la puerta del sótano sentía un escalofrío en la espalda, me quite los audífonos, al abrir la puerta intente prender la luz, pero el foco tenia corto y explotó al momento, no me importo y baje, el sótano se sentía más frío que de costumbre, encontré una linterna sobre unas cajas, al prender la linterna pude observar a todos mis juguetes observándome fijamente, algunos de ellos me señalaban, fue cuando escuche una voz aguda hablando a mi espalda, el solo me dijo – Acaso te olvidaste de mí? – al escuchar eso solo pude recordar de aquella voz de cuando tenía 12 años, me levanté rápidamente del suelo y corrí hacia la puerta, cuando la cerré pude sentir como la querían abrir por el otro lado, todos aquellos juguetes decían – DÉJANOS JUGAR CONTIGO – pude observar que mi mamá dejó la llave en la mesa de la esquina, tuve que golpear la mesa para poder alcanzar la llave, cuando por fin pude ponerle seguro me aleje lentamente mientras escuchaba a los juguetes decir – No te vayas, ven y juega - me di la media vuelta y salí corriendo, al doblar para la sala me tropecé con mi papá y con la misma me levanté y seguí corriendo hacia afuera de la casa, cuando llegué con mi mamá me preguntó por las cosas, yo solo le dije que no había nada, que talvez ya las habían sacado antes, solo se me quedó viendo mientras le sonreía, solo se dio la media vuelta y me dijo – Ya súbete al carro ya nos vamos, en todo el camino me quedé pensando en el payaso, nos detuvimos un momento a comer algo, mis padres se me quedaron viendo por un rato y luego mi papá dijo - Aún faltan dos horas de viaje hijo – yo solo voltee hacia otro lado, mi madre no me dijo nada, nos volvimos a subir al carro y de nuevo a la carretera, durante todo el viaje solo pensé en las pobres personas que ocuparían la casa, cuando llegamos a San Francisco mis padres me hablaban de la casa, en la escuela en la que estaría, de mi cuarto y sobre todo la tienda de cómics que estaba enfrente de la casa.

Solo pasaron cuatro semanas y volví a escuchar esas voces, pero, ahora se escuchaban diferentes, eran más graves que la última vez, no les hice caso y seguí durmiendo. A la mañana siguiente me desperté más tarde de lo común, al ver el reloj solo salte de la cama y salí disparado al armario a tomar unos pantalones una sudadera y mi gorra, al bajar las escaleras mi padre me dijo – No corras en las escaleras, te vendrás cayendo un día – yo solo tome un pan de la mesa de la cocina, tome mi mochila y les dije a mis padres – Ya me voy, hasta alirroto – cuando Salí de la casa apenas me di cuenta que el autobús de la escuela ya había pasado, lo perseguí por más de dos cuadras, cuando por fin se paró me tropecé con una piedra y me golpe con la puerta del autobús, todos se rieron de mí, me levanté rápido, al entrar en el camión sentí un temor a lo que pensaran de mí por la caída, la mayoría tenía un lugar desocupado, le pregunté a un chico si me podía sentar con él, solo tomó su mochila y la puso en el asiento y dijo – Está ocupado – seguí caminando, un chico se levantó del asiento y me dijo – Ven, siéntate conmigo, y no te sientas mal porque no te dejaron sentarse con ellos, son muy selectivos en cuanto los asiento del autobús – solo me le quedé viendo y le dije – Me llamo Mark – el me sonrío y me dijo – Yo soy Lucas, descuida te iras acostumbrando después de un tiempo – solo sonreí mientras baje la cabeza, seguía escuchando en mi cabeza su voz, diciéndome – Juega con migo – volteaba a todos lados pero no lo veía - ¿Qué buscas? – Me pregunto Lucas mientras me tomaba del hombro, solo volteé y le dije – No, nada es solo que me parece haber oído algo -. Al llegar a la escuela todos me veían raro, me senté al final del salón, al entrar la maestra dijo – Buenos días chicos, hoy tenemos aún estudiante nuevo – todos se me quedaron viendo, me pare y dije – Me llamo Mark – la maestra dijo – Mucho gusto Mark, yo soy la maestra Ingrid –. Toda la hora de clase me viendo a la ventana, al tocar el timbre solo espere a que todos salieran, me dirigía a mi casillero cuando de repente hojas cayeron, levante las hojas que pude, azote mi casillero y salí lo más rápido que pude, al llegar a mi casa mi padre estaba viendo la televisión y mi mamá estaba en la cocina preparando la comida, no hice ningún ruido y subí lo más rápido a mi cuarto, al entrar sólo me di la media vuelta y azote la puerta, me quede recargado en la puerta por unos momentos, entonces escuche esa voz de nuevo, no quería ni voltear, cuando pude agarrar valor voltee, pero, no vi nada, al caer la noche me quedé pensando en lo sucedido y porque me seguía, me quede muy tarde haciendo la tarea, me sentía cansado, con sueño y me dolía la cabeza, al dar las tres y treinta de la madrugada lo volví a oír, no lo veía, pero sabía que estaba ahí, busqué por toda la sala pero no lo vi, lo volví a oír – Juega conmigo – Solo salí corriendo a mi cuarto. Entonces lo vi, sentado en mi cama, mirándome fijamente, no dije nada, solo me le quedé viendo.

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