Capitulo 3

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Viernes, era en lo único que podía pensar. Viernes, viernes, viernes, viernes, día de sexo.
—¿Te sientes bien? —me preguntó Zayn, tomando un sorbo de su café. Crucé las piernas, movió los brazos, peiné mi cabello con las manos, estaba nerviosa. 
Había estado cinco días, cinco malditos días sin nada de nada. Niall no había hecho nada en esos días, no intentó ningún truco para destronarme y eso me tenía vuelta loca, en el departamento se respiraba la tensión sexual y era tan cortante como una navaja.
—Estoy bien —le respondí. No tenías ganas de hablar sobre la competencia, los chicos no sabían nada y no debían sospechar ni la más mínima cosa. O se burlarían de nosotros y harían apuestas estúpidas sobre quién ganaría, los conocía demasiado bien como para saber que no brindarían apoyo moral en estas circunstancias.
—Zayn, lo siento, me tengo que ir. Quedé con Niall de ir al cine esta tarde y ya va a empezar la función —ni siquiera esperé a ver su reacción, me levanté apresurada, tomé mi chaqueta del respaldo de la silla y me marché sin pensarlo dos veces.
Al llegar al departamento, todo estaba silencioso. 
Recordé el día lunes, después del “incidente” que tuvimos en mi cuarto y en cuando llegó la pelirroja horas más tarde. Nunca olvidaría su expresión cuando Niall la ignoró y la rechazó, no alcanzó ni a mirar el interior del departamento, él simplemente le dijo que tenía algo mejor dentro de la casa y le cerró la puerta.
Todavía le seguía dando vueltas a eso, si no me equivocaba, se refería a mí, y eso no era bueno porque no sabía a que estaba jugando Niall. Pero resultó que se mantuvo calmado toda la semana y no intentó ningún otro truco, y era eso lo que me estaba desesperando, que no intentara nada cuando yo lo quería todo.
—¡Niall! —le llamé. No hubo respuesta inmediata, pero luego de unos minutos, la puerta de su habitación se abrió y el salió sólo en jeans. Tenía que dejar de ir por allí sin camiseta o me volvería loca.
—¿Qué sucede? —me preguntó sin comprender la desesperación en voz. 
De ahí en adelante dejé de controlarme y reprimirme, lo necesitaba de inmediato.
Tiré mi chaqueta al suelo y caminé decidida hacia él, lo afirmé de los hombros y estuve a punto de besarlo, pero no lo hice. Quedé a milímetros de sus labios, sólo un leve roce me separaba de saborearlos, pero algo me detenía. Y ese algo era la Regla n° 2.
—Si lo haces, perderás… —murmuró Niall. Me estaba poniendo nerviosa, de verdad lo quería—… Pero si no lo haces, sabes que no lo soportarías.
Sonrió de medio lado y comprendí lo que había estado haciendo. Al principio pensé que su plan era hacerse el caballero y confundirme para creer que estaba enamorada de él, pero su plan era otro: apaciguar el ambiente y tenerme en el momento de más tensión bajo su poder.
Había perdido varios puntos a mi favor.
—Tú también lo quieres, lo puedo ver en tus ojos —le dije, pero no se inmutó, sino que sonrió con más sorna.
—Y no te equivocas —y rompimos nuestra amistad para siempre, lo supe en el instante en que comenzó a besar mi cuello y entendí que esta vez si sucedería.
Comenzó por mi cuello y luego ascendió hasta mis hombros. Lo empujé dentro de su habitación y cayó de espaldas en la cama, yo sobre él.
Nunca logré recordar en que momento quedamos desnudos, pero antes de darme cuenta del error que cometía, él ya me tenía bajo su cuerpo temblando en deseo.
En ningún momento nos besamos en los labios, si lo hacíamos temíamos despertar de este sueño y darnos cuenta de lo estúpidos que éramos.
Comenzó a buscar algo entre las sábanas y lo encontré por él, no lo haríamos sin protección. Sonrió cuando le entregué los condones y comenzó a tocarme.
Nunca nadie lo había hecho así, no iba a admitirlo en voz alta, pero dudar del talento de Niall en la cama no había sido muy inteligente. Ya sabía que todas las chicas decían que él era magnifico, pero no imaginé hasta que punto.
Cuando sentí su bulto, entendí que tardaríamos nuestras horas allí, en su habitación, el deseo parecía nublar la amistad que asesinábamos de por medio y en cuanto vi las primeras gotas de sudor en su frente dejé de pensar totalmente.
Sólo me entregué a su cuerpo, que era lo que quería hacer desde esa mañana cuando miré el calendario y verifiqué para mi fortuna que era viernes, los días en que teníamos permitido acostarnos entre nosotros sin remordimientos.
Al principio dolió, Niall estaba muy desesperado y no tenía compasión al moverse dentro de mí, pero después me acostumbre y comencé a sentir una calidez en mi estómago. Cuando Niall gimió con todas sus fuerzas y se vino, se desplomó sobre mí, no supe que hacer. 
No lo entendía, se suponía que estaríamos horas haciéndolo para saciar nuestra abstinencia, pero él se preocupó sólo de sus necesidades y yo recién comenzaba a disfrutar cuando él acabó.
—Esto… Niall… —el gruñó y me sonrió, satisfecho—. ¿Ya acabaste? 
Eso pareció volverlo a la realidad.
—¿Cómo que si ya acabé?
—Eso, que si terminaste, porque la verdad, eso fue muy rápido y no sentí nada —le repetí.
Niall se levantó de inmediato, lo vi desnudo y algo despertó dentro de mí otra vez, aún quería más pero él lucia agotado.
—¿Nada? ¿Sabes cuanto tiempo estuvimos haciéndolo? ¡Dos horas! Y seguidas… —no le creía, era imposible ¿dos horas? Sólo habían pasado cinco minutos.
Miré el reloj y me tragué las dudas, en realidad habían pasado las dos horas.
Entonces, ¿Por qué…?
—¿Y qué eso de que no sentiste nada? Tengo toda la espalda arañada, ¿eso te parece nada?
Me levanté también, ya no era la gran cosa vernos desnudos. Me acerqué hacia él y volví a rozar nuestros labios.
Quería provocarlo para que terminara todo el trabajo y me percaté de que era más excitante estar a punto de besarlo que tener sexo. Y eso fue raro, porque yo quería tenerlo dentro de mí, nada más.
—Niall, ¿qué pasa si rompo la Regla n° 2?
—Todo se acaba —estuve a punto de hacerlo, primero porque de verdad deseaba besarlo más que nada en el mundo, y segundo, porque acabaríamos con todo este circo de una vez por todas, pero Niall tenía que abrir su bocota—. Y tú perderías y tendrías que decir en voz alta que yo soy un Dios del sexo.
—Déjame pensarlo… no—le dije con ironía—. Ni siquiera disfruté nada y quieres proclamarte como el mejor, Niall, lo he hecho con mejores.
Y había vuelto a tocar su orgullo, porque se puso rojo de cólera y me miró con decisión.
—No te atrevas a decir eso nunca más en tu vida… —me amenazó.
—Mira como tiemblo, lo siento, pero sólo estoy siendo sincera, algo que todas esas chicas con las que te acostaste no lo fueron.
Tensó la mandíbula, se abalanzó sobre mí y por un momento creí que me golpearía o que lo haríamos de nuevo, pero en cambio susurró en mi oído:
—Cambio de reglas: Sí podemos besarnos, siempre y cuando sea viernes y nos peleemos —antes de protestar, antes de darme cuenta de lo que había dicho, me besó.
Y allí sí sentí que el mundo se movía. 
Nos besamos hasta hartarnos, hasta que volví a sentir a Niall dentro de mí y esa calidez en mi estómago explotó. Acaricié sus hombros mientras lo besaba, la desesperación era insoportable, quería tenerlo cerca de mí pero ya no quedaban más centímetros.
No iba a admitir jamás que así Niall sí era el mejor con el que había estado, pero nunca podría mentir y decir que sus besos eran malos, porque la verdad era que, con cada beso que nos fundíamos, quedaba con más ganas de él y eso me ponía en una desventaja enrome. Sin embargo, mientras siguiera besándolo, no me importaba.

Sex Rules (Niall Horan y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora