La silueta tras la luz

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Cuando era una niña pequeña vivía junto a mi familia. Se suponía que mis padres me querían. Ya que era hija única, la atención siempre la tenía yo. Una vez cumplí los 11 años, mis padres tuvieron un hijo llamado Maximus. Sinceramente, ése nunca me pareció un nombre muy bonito.

Mis padres empezaron a dejarme un poco de lado, ya que mi hermano era el centro de atención. No es que le tuviera celos, pero yo también tenía derecho a disfrutar de atención cuando la necesitaba. Estaba cansada de que cada vez que quería hablar con ellos no me hicieran caso y siempre pusieran las excusas de que estaban ocupados con el trabajo y mi hermano.

Desde aquel momento decidí pasar completamente de ellos y buscar por mí misma lo que necesitara. Supongo que maduré muy rápido. Además me sentía cómoda en mi casa. Era muy inusual que saliera a la calle; solamente lo solía hacer para ir a clase.

Solía dibujar. No es que fueran muy bonitos mis dibujos; eran raros y a veces daban hasta miedo. Además, alguna vez que otra leía algún libro para menguar mi aburrimiento. No es que amara demasiado la lectura, pero era un buen desahogo. A veces, cuando estaba triste, solía escuchar música triste. Lo sé, no es muy lógico que si se está triste se desee ese tipo de música porque vuelve más triste, pero supongo que soy extraña. De todos modos, a veces era una buena forma de hacer que algunas lágrimas aparecieran en mis ojos y me desahogara.

Con el tiempo, la falta de respeto de mis compañeros contra mí, me llevó a la autolesión. Sí, lo sé, es pura cobardía y estupidez, pero desahoga. Soy estúpida, lo sé. Supongo que los problemas me los buscaba yo sola en clase porque aparecía allí con cortes y algunas quemaduras.

Con el tiempo mi hermano cumplió cinco años y la casa se nos hacia muy pequeña. Mi querida familia decidió mudarse cerca de un parque natural. No iba a negar que me gustaba ese ambiente de humedad, olor a naturaleza, el sonido de los pájaros por la mañana e incluso el sonido de las ramas chocar unas contra otras por el aire. Lo que mas me relajaba era el sonido del riachuelo que pasaba cerca de mi ventana.

Desde que nos mudamos al bosque empecé a sentir una presencia cerca de mi, como si alguien me observara. Incluso llegué a sentir como alguien se posaba en el borde de mi cama y se me quedaba mirando durante un rato. Seguramente serían sueños sin importancia, amigos imaginarios que me inventaba por la soledad que inundaba mi vida.

Desde entonces, todos los días eran iguales. Siempre la misma sensación, siempre el mismo sueño... Algo anormal me pasaba. Empecé a dibujar el personaje que me atemorizaba tal y como me lo imaginaba. Me daba miedo hasta a mí misma. 

Meses después explique esto a mis padres y pensaron que tenía algún problema o estaba mal y que necesitaba ayuda de un psicólogo. Por tanto, consideraron oportuno que asistiera a sesiones de este profesional.

-Varios días después-

Era de noche y me encontraba despierta, tumbada en la cama leyendo un libro, para entretenerme de algún modo. Era una noche un poco fría. Yo estaba tapada con varias mantas y parecía algo extraño.

Dejé mi libro sobre la mesita de noche y me quedé mirando la fría noche desde la ventana. Sinceramente, me asustaba un poco el bosque por la noche, pero mirara donde mirara lo veía hermoso. Me acomodé en la cama dispuesta a dormir y, al cabo de unos minutos, así fue.

De repente, en mi mente se mostró un sueño extraño en el cual volvía a aparecer esa extraña persona.

<<- ¿Dónde estoy? ¿Por qué todo se ve tan oscuro? - pregunté mirando a mi alrededor-. Hace frío... - miré mi mano y luego al frente, cuando de repente una luz apareció y, junto a ella, una silueta, sin moverse, sin decir nada.

- Hola? - pregunté acercándome un poco - ¿Quién eres? Y... ¿Dónde estoy? - dije con algo de miedo al ver cómo las paredes se manchaban de un líquido negro, para luego pasar a ser un típico papel que se solía poner en las paredes de las casas antiguas.

- ¿Se encuentra usted bien? - me acerqué bastante a él, mirándolo, pero éste no respondió.

La silueta se agachó a mi altura y posicionó su dedo frente a mis labios para luego pronunciar un leve sonido de silencio.>>

Seguidamente desperté y, no por estar asustada, miré a mi alrededor sin encontrar nada.

-Sólo fue un tonto sueño...

Cerré los ojos y me volví a acostar, y quedé dormida hasta la hora de despertar.

Pain| e.j |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora