Fragmentos de lo insondable

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"El sueño del durmiente despierta. Aquel que nunca durmió, se levanta ante realidades que ningún sueño puede dilucidar."

Un resplandor diminuto entre un dormir intranquilo lucha contra la oscuridad de una llama negra, como dos serpientes que se enroscan sin conseguir inundar de veneno a la otra.

"Intenta levantarte, miserable. Será la última vez que conozcas la comodidad o el servicio"

No hay ponzoña que pueda interrumpir la luz, no hay estrangulación que no se resista a ahogar, pues así son sus naturalezas.

El dormir del príncipe Yrmion, hijo de la reina Nahar, había sido intranquilo, y estaba tratando de despertar del sueño que lo estaba aferrando fuertemente como las raíces enredadoras de las dudas y las depresiones.

"Levántate después de la caída, mil veces caerás. Mil y una debes levantarte, pues el peso de tu cuerpo es la enseña de aquello que ha sido necesario para mantenerte y vivir. Levántate, Yrmion de Ahr'Nahath!"

Los ojos de un alma luchan por abrir los ojos de un cuerpo consumido por la duda de aquello que no conoce.

"Inútil, miserable. Acaso puedes despertar del secuestro de tu mente en el sueño? no hay nada que no sea devorado por el sinsentido, nada, carne miserable!"

"Qué es esta cacofonía? Es momento de..."

... "Despertar", dijo esa voz hecha de luz

... "Morir sin ver la luz" dijo la voz compuesta de desesperación

... "Nisiquiera la muerte puede separarte de mí, hermano!"

... "Tú no puedes evadir la oscuridad! La sombra te ha invadido mil veces y ahora tendrá su solaz y su destino final! Perece, príncipe de desgraciados"

"Tengo que despertar!" 

"Sostente, Yrmion!"

"Desoye toda voz y abandónate al vacío, perdido hijo que la sombra adopta!"

"Complétate ahora! Es el ahora, ahora o nunca, Príncipe de la Luz! DESPIERTA AHORA!"

Yrmion despertó súbitamente del abrazo de la oscuridad, y contempló que la princesa Alidhra, hija del rey Edhunil, estaba a su lado exhausta por la lucha en su cabeza, pues había sentido la oscuridad que le atenazaba, y no dudo en luchar por él.

En el aposento ovalado y pequeño, pero digno de su lugar en el palacio imperial, contrastaba un extremo en plétora de frescos de reyes de antaño, de batallas memorables, de escudos de armas y de la armadura misma del príncipe de Ahr'Nahath, algunos espacios libres,  una amplia cama muy cómoda, sillones y un escritorio. Con su otra mitad decorada con los caprichosos diseños intrincados de artesanía élfica que semejaba lo intrincado de los bosques, en metales y gemas raros y preciosos entre los que dominaba el Mithril, la esmeralda y el jade, las ramas de éste bosque emergían en repisas en las que descansaban las vestiduras de la princesa élfica, sus libros de magias poderosas, artefactos mágicos de propósitos no muy conocidos, su magia levitaba dándole vida al lugar. La joven habitación oval se enorgullecía por el valor del corazón de llama azul, orgullo de los humanos, y los vuelos verdes de la princesa élfica.

Mucho se había intentado hermanar a las razas más allá de las diferencias visibles e invisibles a través de los años, pero esta unión descansaba ahora en el lazo de la princesa y el príncipe. Muchos rumoraban de un matrimonio, pero no era así su amor. Donde las diferencias llegaban a ser abismales, ellos actuaban como testigos de que la unidad era posible, la sala oval del castillo era el reposo y la esperanza de los deseos de los reyes de antaño: Un reino para el mundo.

Pero ahora mismo Alidhra yacía debilitada en el regazo de Yrmion, quien la miraba tratando de recuperar el aliento por esta lucha que no era suficiente para menguar su gran poder, pero sí su corazón. Temía perder a su hermano en el crepúsculo de la mortalidad.

—     Alidhra… — Dijo Yrmion después de un largo silencio.

—     Mi padre… Está débil. Algo que desconozco le debilita, hermano…

—     Pero él…

—     Y también trató de llevarte a ti. No lo puedo concebir.

—     Estás débil y debes descansar… — Yrmion intentó recostarse de nuevo, atrayéndola para que descansaran juntos.

—     El reino está bajo asedio.

Yrmion se levantó otra vez de súbito y hubiera lastimado a la princesa en su prisa si no fuera porque ella anticipó su reacción con agilidad. De repente, el ruido que poblaba el castillo, los pasos apresurados, el choque de armaduras, los gritos de órdenes, tuvieron sentido.

Poco tiempo después, Yrmion, vestido con un pantalón de cuero azul , un cinturon amplio de metal negro y el torso desnudo, su cabello largo hasta la cintura atado a la mitad de la espalda, a veces ocultando la capa negra y dorada que porta el bordado del símbolo del linaje humano de Nahar: Una vista superior de un águila en vuelo cuyas alas no portan plumas, sino hojas de espada. Los ojos verdes de Alidhra brillando pálidamente, un fantasma entre los muchos velos flotantes azules y morados que componían su vestir, su cabello blanco con brillos verdes caía debajo de las rodillas. Corrían de la mano entre el bullicio, escasamente se les notaba  haber pasado cuando ya iban lejos en dirección a la cámara mayor de los reyes.

Pero en el camino pasaron por el balcón en el que el rey Edhunil tuvo la primera visión, y el grito de desgarrado de Alidhra y su súbito desmayo causaron dolor en el corazón de Yrmion.

—Alidhra! — Gritó desaforadamente y con una expresión trastornada, el impacto de las recientes noticias siendo poderoso en él, sin saber a qué se enfrentaba. La mano de ella sostenida firmemente, pero ella ahora en el suelo, lívida y sin voluntad. El príncipe la levantó sin reparar el impacto que esto causa en los soldados, nobles y demás habitantes del palacio: La princesa sufría por razones desconocidas. Los elfos salieron de las multitudes y olvidaron sus tareas, prestos a colabora.

Ella abrió de súbito sus ojos, su boca en una expresión de horror, y trató de sorber aire a su alrededor. Se detuvo su movimiento cual si observara una forma inexistente en el espacio sobre Yrmion — Atravesado por su mirada, pero no era a él a quien miraba —, y de súbito, todo elfo que estuviera concentrado en ella y en tratar de ayudarla salió volando muchos metros atrás igual que su padre, destrozando cualquier elemento frágil que encontraran en su proyección y resultando heridos algunos por destruir una vitrina de vidrio, algunos floreros, uno resultó afectado de gravedad al caerle una pesada armadura encima.

El cuerpo de Alidhra se elevó en el aire y fue chocado contra el suelo por una fuerza que no era la de ella. El aire salió expelido de sus pulmones y hubiera salido proyectada hacia el techo si no fuera porque Yrmion la abrazó tan gentilmente como pudo para no dañar su cuerpo, no siendo el mismo peso de su cuerpo que la detenía, sino la voluntad de su hermano de almas. Trató de pronunciar débilmente entre su temor una magia antigua, y muchos elfos tras él lo siguieron, tratando de revelar el poder de aquello que la aferraba. Huelga notar que ése lugar a partir de ese momento se consideró de mala suerte para cualquiera que lo atravesara - En especial si fuese uno de los Elari -.

Alidhra abrió los ojos y pronunció unas palabras al fin:

—      Hyuk’Gorniar’alhotep, es su nombre… Intentó doblegar a mi padre y someterte a ti. Son demonios, Yrmion. Son demonios a nuestra puerta.

Éste se inflamó de furia mientras que aquellos a sus alrededores palidecían de miedo, incluso más que la princesa en su debilidad

—     Pues que vengan los bastardos! El reino de Nahadum no se inclina ante nada! Somos la égida que ha traído el fulgor del amanecer al mundo!

El brillo de los ojos muy abiertos de Alidhra, la Estrella de Verde Luz, similar al de esmeraldas del corazón de las montañas, había sido tomado como un símbolo de esperanza entre las razas que habitan las montañas, pero ahora yacía afectado terriblemente y solamente encontró éstas palabras ella para expresarse, mientras respiraba como si fuera la última vez:

—     Nos aislamos del mundo exterior, y la guerra de nuestro tiempo ha comenzado. Nadie nos puede, ni quiere ayudar, hermano mío... 

El reino mágico de NahadumWhere stories live. Discover now