Era un lunes cualquiera, aburrido, gris y encima con instituto. Estábamos en educación física, refugiados de la lluvia dentro del polideportivo, sin hacer prácticamente nada, ya que nuestro profesor no había acudido a clase. Además, no podíamos jugar ni practicar nungún deporte, puesto que otras clases estaban haciendo uso del gimnasio, por lo que decidimos no molestar.
Yo, estaba sentada en las gradas y mientras miraba a unos chicos que jugaban bastante bien al fútbol. Cuando menos lo esperaba, apareció dándome un susto uno de mis mejores amigos.
-¡Hola!-Me saludó sonriente.
-Casi me da un infarto, que bruto eres.-Le dije intentando parecer enfadada.
-¿Qué tal? He visto que estabas sola y he decidido hacerte algo de compañía.-Dijo ignorando mi comentario.-¿Tenías que contarme algo, no?
Me quedé durante unos segundos sin contestarle ya que estaba intentando recordar aquello que quería decirle. Al final, lo recordé y mi rostro expresaba una sensación de duda y recelo.
-Es que no sé si decírtelo.-Contesté mientras mordía mi labio inferior.
-Si no quieres, no hace falta. Si quieres contármelo sabes que soy de confianza.-Sonrió.
-Está bien, te lo diré. Creo que me gusta una persona...
-¿Quién?-Preguntó sécamente.
-Alguien, de aqui de clase...-Contesté.
-¿Y le quieres?-Preguntó mientras contemplaba el suelo.
-Sí, supongo. Si no le quisiera no me gustaría, ¿no crees?-Le miré extrañada.-Por cierto, ¿a qué viene esa pregunta?
-Si quieres ayuda, tengo que saber cuánto te gusta.-Contestó, mientras mantenía su mirada a sus pies.
-Vale, pues sí...me gusta, y mucho.
-Y cuándo estas con él, ¿qué piensas?
-Cuando estoy con él, no pienso en nada. Mis pensamientos se desvanecen y una bomba de sentimientos explota en mi estómago cada vez que hablo con él. Es extraño, lo sé, pero cuando estoy con él, el tiempo se frena. Suelo tener la sensación de vivir a cámara lenta, como en una película. El ruído del exterior desaparece, y mis ojos solo enfocan a su sonrisa y a sus hermosos ojos color café.-Dije, sientiendo una sensación de relajación.
-¿Qué te dice el corazón?
-Mi corazón me dice que poco a poco me estoy enamorando, cada vez más. Cuantos más segundos paso a su lado los nervios crecen y el intentar evitar mirarle es casi imposible. Y también mi corazón siente la agobiante sensación de querer abrazarle y besarle al tenerle en frente. Pero aún así no poder hacerlo, por miedo al rechazo.-Dije mientras mis ojos contemplaban sus hipnóticas pecas.
-Vaya, la verdad es que le quieres demasiado.-Sonrió tímidamente.-Intentaré ayudarte.
-Pero...no puedes ayudarme.-Contesté.
Daban igual todas las indirectas que le pudiera dar, aún así, este chico no se daba cuenta de que aquel chaval del que yo estaba enamorada era él. Nunca tuve el valor de decírselo, y justo cuando intenté hacerlo él ni se daba cuenta. Estaba como perdido, mirando a la nada y sinceramente, pensando en nada.
Mi mente le decía a mi corazón: "déjale, no puedes hacer nada. Está claro que no le gustas, pasa de él". Pero mi corazón, no escuchaba a mi mente. Mi corazón estaba centrado en observar aquel pelo castaño y en mirar fíjamente aquella hermosa sonrisa ocupada por brackets.
-¿Y por qué no puedo ayudarte?-Dijo, después de unos cuantos segundos.
-Porque esa persona...eres tú.-Confesé al fin, mientras ocultaba mi rostro con mis manos.
Tenía la sensación de que me iba a rechazar. De que todo lo que le había contado y todo lo que había hecho por él no había sido suficiente. Tenía ganas de llorar, mis ojos querían explotar.
Pero, sin imaginármelo, pude notar como sus suaves labios aterrizaban en los míos, léntamente. Mi corazón parecía una bomba de relojería, podría haber explotado en cualquier momento.
Nunca antes había sentido aquella gran sensación de felicidad y mucho menos, nunca antes hubiera imaginado estar junto a él como aquel día.