Después de pasar varias horas en un agujero de depresión donde las lágrimas no cesaban de caer en un llanto desbordado, decidí llamar a la policía que llegó en pocos minutos, aunque para mí pudieron haber sido horas. El desespero, la angustia y el miedo era lo que predominaba, deseaba con todas mis fuerzas poder cerrar los ojos y que al abrirlos todo fuera diferente, un mal sueño, una pesadilla, no obstante, no podía ser así, mi realidad era esa y dolía, me sentía en el mismísimo infierno.
El oficial que primero entró en mi casa era un hombre robusto, de piel morena y ojos oscuros. Yo permanecía sentada en las escaleras que permitían la entrada a mi hogar, aguardando por la autoridad y observando como algunos curiosos se acercaban a fisgonear sobre qué podría haber pasado en la residencia Brooks.
La ambulancia apareció algunos minutos después y el carro de la morgue no tardó mucho en arribar, incluso podía ver como la prensa comenzaba a acercarse, aunque eran apartados por los oficiales. En ese momento no podía pensar en nada más que no fuera la perdida tan enorme que ahora tenía.
El oficial se acercó con un té entre sus manos y me lo extendió con una expresión afable en su rostro. Quizá él no tendría la mínima idea de lo que podría estar sintiendo, pero la compasión ahí estaba presente.
—Tómeselo, señorita Brooks, eso la ayudara para que se tranquilice un poco—dijo sin apartar sus ojos de los míos.
—Gracias—susurre intentando ofrecerle una sonrisa que parecía más una mueca desagradable.
El líquido caliente humeaba entre mis manos y yo me limitaba a observar como el vapor se perdía en el aire, sin pensar absolutamente nada, solo sintiendo como las lágrimas salían sin poder controlarlas.
El mismo hombre se acercó y apoyó una mano en mi hombro antes de hablar.
—¿Sabe que tiene que acompañarnos, señorita Brooks? —Asentí sin dirigirle la mirada y lo sentí suspirar. Seguro ya había visto la escena que minutos antes yo tuve que presenciar—¿Vamos?
Me incorpore sintiendo mi cuerpo completamente ajeno a mi mente, estaba temblando y transpirando de una forma que nunca antes me había llegado a pasar. Sabía que todavía estaba en shock por lo que había pasado y a pesar de que quería reaccionar, correr a donde estaban mis padres, gritar, llorar hasta sacar todo lo que tuviera dentro, sentirlos por última vez, solo pude quedarme mirando fijamente sus cuerpos con esas sabanas negras que los cubrían en su totalidad.
Esa sería la última vez que podría verlos de nuevo, ya no estarían nunca más y yo no podía asimilarlo.Me encamine con el hombre y subí al coche sin pronunciar palabra alguna y sinceramente le agradecía que él tampoco hacía nada por romperlo pues en ese momento no existía mucho que pudiera decir o pensar más que en ellos, más que en lo sucedido. El trayecto a la comisaria fue lento y muy agobiante para mí. No sabía si quería dormir o salir corriendo de ahí hasta desaparecer en la noche, sin dejar algún rastro.
Inmediatamente llegamos al lugar, tuve que dirigirme a un cubículo donde un oficial que jamás había visto, comenzó a hacerme preguntas que realmente para mí no tenían mucho sentido en ese momento.
—Cuénteme, señorita Brooks, ¿qué fue lo que ocurrió?
Enseguida comencé a narrarle lo sucedido desde el momento en que abandoné mis clases y me dirigí a casa hasta que llamé la policía. Él anotaba todo en una pequeña libreta, atento a todo lo que yo decía.—¿Conoce usted de alguien que querría hacerle daño a su familia? —Negué con la cabeza mientras observaba mis pies, taciturna—¿Sabe usted si ha habido robo?
Lo observé inmediatamente sin saber qué responder. No me había fijado en nada más que en la escena de mis padres, nunca se me ocurrió si habían sido víctima de un robo.
—N-no tengo idea. No me fije en...
El oficial asintió con una expresión imperturbable, como si reprobara que no me hubiese fijado en eso.—¿Vio usted a algún sospechoso cerca o un individuo que no fuera común en su vecindario, merodeando por estos días?
Volví a negar retorciendo mis manos en mi pantalón de mezclilla. La verdad era que nunca vi a nadie que llamara mi atención más que a los vecinos del conjunto residencial. La última persona que tuvo algo que ver con mis padres en días resientes o que pudo haber tenido ciertas diferencias, era un socio antiguo que alguna vez tuvo mi padre, no obstante, no lo creía capaz de tan terrible acto, jamás lo haría, podía estar segura.
Luego de algunas otras preguntas que no entendí muy bien el por qué, el hombre me permitió marcharme, no sin antes darme algunos consejos sobre comenzar rápido las acciones legales para saber con exactitud qué pudo haber sucedido esa noche con mis padres, también me había dado sus condolencias y una sonrisa conciliadora.
Al salir del lugar, decidí llamar al chofer que mi padre tenía designado para mi disposición y esperar a que estuviera fuera puesto que los periodistas se arremolinaban alrededor de la comisaria, esperando como lobos hambrientos por su presa, que, en este caso, era yo, para poder comenzar a preguntar cosas sobre qué había sucedido con mis padres.
Era lógico que yo no iba a pronunciarme frente a esto, por lo menos, no por ahora y no les daría la cara, no hasta que estuviera un poco más recompuesta de lo que había pasado.
En cuanto observe que el auto ya estaba aparcado, los policías fueron quienes me acompañaron hasta que me subí en este y le indique el hotel al que iríamos.
Edward, el conductor, me observaba por el retrovisor con la compasión y la curiosidad brillando en sus ojos claros. Por lo general nosotros no teníamos una relación muy cercana, pero él sí la tenía con mi padre y por supuesto de alguna forma, creería yo que existía un poco de aprecio por mí.
Le agradecí su presencia en ese momento y con un intento de sonrisa, entré en el hotel de lujo y solicité una habitación para poder pasar la noche. Mi celular no cesaba de vibrar en mi bolso y aunque sabía que muchas personas y familiares estarían al pendiente de lo que estaría haciendo yo, querrían hablar conmigo y darme ánimos o por lo menos preguntar sobre lo que había pasado, yo no tenía fuerzas ni mucho menos deseos de hablar con nadie.
Mi mayor anhelo en ese momento era quedarme completamente profunda y al despertarme poder encontrar a mis padres sanos y salvos.
Me deje caer en la mullida cama sin quitarme la ropa o mucho menos el maquillaje que seguramente se había corrido por el llanto de la noche. Mis extremidades eran cada vez más pesadas y los ojos me ardían, la garganta me quemaba y el dolor parecía atravesarme el cuerpo.
Sostuve la almohada contra mi cuerpo y la estruje con todas mis fuerzas, hundiendo mi rostro en ella, deje que todo el llanto y los gritos pudieran salir de mi garganta, que el dolor me abandonará y la opresión en mi pecho fuera disminuyendo.
Mi corazón latía con fuerza en mi pecho y sentía como si cayera en un agujero profundo, sin salida, sin nada que pudiera hacer, como si cada vez me hundiera más y más; me sentía al límite, completamente fuera de sí.
Mis padres ya no estaban y jamás estarían, y ahora solo quedaba encontrar al culpable, y de eso estaba completamente segura; no estaría satisfecha hasta saber quién había sido el asesino.
Lo descubriría y de eso no quedaría duda.
Había cometido su más grande error.
ESTÁS LEYENDO
Dance of War
Mystery / ThrillerMadeline Hill Brooks, 23 años, inglesa y ahora huérfana. Su objetivo es encontrar al asesino de su familia, para hacerlo no sólo abandonara su vida, sino también su identidad y no sólo buscará el culpable, se convertirá en su tormento. La venganza l...