(35)- ¿Mi primer jefe?

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¡Hola chicos! La verdad es que no podía esperar a actualizar. Tengo un exámen de historia sobre la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa el jueves y aquí estoy escribiendo un nuevo capítulo XD Espero que os guste tanto como a mí <3 Y oye, que la tradición no se pierda ¡música arriba! El mejor momento el  minuto 1. 02 :D


- ¿Estoy presentable?- pregunté nerviosa.

Hoy era mi primer día de trabajo – todavía en prácticas- y quería causar una buena impresión. Me había puesto una camiseta blanca con un pequeño escote con forma de "v" y unos pantalones anchos negros. También me había comprado una chaqueta gris y un maletín para guardar todos los papeles y documentos que iba a necesitar.

Finalmente completé el atuendo con unos tacones negros, unos pendientes de perlas -me había dado cuenta de que quedaban muy formales- y un colgante con forma de media luna.

Me recogí el pelo y me eché un poco de crema con color. Como nunca me había gustado el maquillaje en exceso me puse sólo un poco de rímel, colorete y un pintalabios de un suave color melocotón.

- Estás genial Mel- reconoció asombrada Celestine mientras desayunaba- No te preocupes hermana que seguro que los impresionas.

Ella tenía ya veinticuatro años y estaba en el cuarto año de la carrera, y teniendo en cuenta que eran cinco más el máster, le queda poco. 

Aún tenía que cerciorarme del todo así que busqué a mi hermana mayor por toda la cocina, pero no la encontré. Salí al salón y la encontré bajando las escaleras.

- ¿Jud?- busqué su aprobación.

La expresión de su cara me sirvió como respuesta. Su ojos se agrandaron al verme y su boca tenía una leve forma de "o".

- Dios mío Melissa- suspiró abrazándome.

Sus ojos se anegaron de lágrimas mientras me observaba con detenimiento.

- Mi niña ya ha crecido, si hace nada volvías del colegio con la mochila en la espalda - reflexionó tristemente- Y ahora tienes trabajo- completó con una sonrisa.

Yo sabía lo mucho que le dolía a Judith que me hiciese mayor. Su protección hacia mí y Celestine sobrepasaba con mucho la preocupación de muchas madres. Y ahora que yo tenía empleo temía que la dejase, pero eso no iba a ser así.

- Es hora de que te compense todo lo que has hecho por mí- afirmé- ¡Y hoy es día de alegría Jud! ¡Que por fin voy a ser abogada!- la intenté alegrar.

- ¡Ya lo sé!- soltó una carcajada- Sólo que a veces me sale la vena sensible, y lo sabes- me guiñó un ojo.

Fuimos juntas hasta la cocina y me despedí de ellas. Las dos me abrazaron fuertemente y me desearon mucha suerte, ¡la iba a necesitar!



"Respira Melissa" me aconsejé a mí misma. Estaba frente al enorme edificio de cristal en el que- cruzando los dedos- pronto vendría a trabajar cada día.

Abrí la puerta y me dirigí al mostrador, allí le dije a la secretaria - que por cierto era la amabilidad en persona- quién era y me mandó a la planta veintisiete. Allí me dijo que encontraría otra secretaria y que ella me diría el despacho al que debía ir.

Cogí el ascensor y una vez en la planta, una nueva secretaria me dijo que tendría que trabajar en el despacho tres. Le di las gracias con la voz temblorosa y me dirigí hacia allí.

Sentí que el corazón me iba a estallar cuando abrí la puerta. Esperaba encontrarme con un hombre canoso y mayor pero cuál fue mi sorpresa al encontrarme a un hombre joven -que sería un poco más mayor que yo- hablando por teléfono.

- Buenos días- conseguí saludar.

- Buenos días, ¿usted es la señorita Montgomery?- posó en mí sus ojos esmeraldas y por un momento me sentí desnuda.

- Sí, esa soy yo- afirmé.

- Bien, me llamo Alexander Collins y seré su supervisor durante el período de prácticas. Ahora siéntese- señaló un escritorio- y espere por favor un momento. Luego le diré lo que tiene que hacer.

Asentí con la cabeza. Él me dedicó una sonrisa de blancos dientes y se dio la vuelta para seguir hablando por teléfono. Mientras me encaminaba hacia mi escritorio vi cómo se metía la mano en el bolsillo de su pantalón y se acercaba a la pared de cristal mientras seguía hablando.

Esa pared me recordó a una que vi una vez, hace muchos años, cuando llevamos a Celestine al ginecólogo. Me asomé sutilmente para ver las vistas, y quedé maravillada. El sol brillaba en la ciudad y no había ni un solo rastro de nubes, ¡era un día precioso! Otros rascacielos -como el nuestro- se erguían imponentes, como si compitiesen entre ellos por llegar al cielo .Abajo, las personas parecían pequeñas hormigas. Sonreí al sentirme un gigante.

- ¿Le gusta lo que ve?

Me giré sobresaltada. Alexander me estaba mirando con una sonrisa divertida en los labios.




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