Primer acto: Finales felices

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"Tu vida vida es un chiste..."

Esas fueron las primeras palabras que salieron de la boca del comediante al verse una vez más al espejo antes de salir a trabajar.

"... y la alegría de otros depende de ese chiste."

Sonrió con una cara burlona y puso el cepillo de dientes en su lugar. Levantó sus ánimos y empacó su maletín lleno de risas; con emoción dejó los platos del desayuno sobre la mesa y corrió al otro lado de la puerta, ignorando el ambiente tétrico que generaba el paisaje de aquella putrefacta ciudad.  Entre sonidos sin melodía, el sol resplandecía. Cerró la puerta de entrada, donde se encontraba un periódico pintado en colores grises: "La tormenta se ha desviado, ¡a seguir trabajando!"

"Parece que les pagan por escribir siempre lo mismo," soltó una carcajada, mientras sacaba un boleto morado y algo peculiar. "Hoy será mi día," volteó con una sonrisa hacia arriba y abrió la puerta del taxi que lo esperaba.

"¿Hacia donde se dirige, joven?" dijo el conductor, viendo al retrovisor.

"Donde me lleve el destino...", no paraba de mirar ese boleto. "El destino me convirtió en taxista, ahora yo lo llevaré a usted: ¿A dónde se dirige?" le dijo con seriedad y en un tono grave, haciendo que el comediante reaccionara. "¡Oh! Detenga el taxi, se acaba de pasar el lugar," salió rápidamente del vehículo y lanzó las monedas al asiento. Corrió a través del cementerio para llegar más rápido y después de levantar a algunos muertos, llegó cuatro minutos tarde al trabajo. Cuatro minutos que se convirtieron en veinte centavos menos de su miserable salario. 

Cayó la noche y junto a ella los ánimos, el comediante había hecho bien su trabajo y la gente salió riendo fuera del local. "Ese chico tiene futuro," solían decir algunos entre voces, "da tanta risa la forma en la que cree que sus sueños se cumplirán." Pero bueno, ya decía mi madre: La basura de unos es la comida de otros... lástima que el comediante no tenía una madre que le diera esos consejos. Le dieron su último pago y lo que sobraba se lo devolvieron con golpes; pues aunque odiara su trabajo, había algo que lo mantenía en ese lugar. 

"Genial, con esto no me alcanza ni para comerme las uñas," cerró el sobre que contenía solo cinco centavos  − en ese tiempo era como guardar el dinero que usas para comprar un refresco y usarlo para pagar algo del alquiler −, y lo puso en su bolsillo... 

"¡No, no, no, no, no! Juro que guardé ese boleto en mi pantalón," dijo mientras se rascaba el cabello y buscaba entre todos sus bolsillos.  "¡Dios, si existes, no me hagas esto! Sabes que es lo único que me queda," dijo tratando de no llorar y esperando alguna señal del Cielo.

Comenzó a llover y a escucharse truenos. 

"Iba a darte estos cinco centavos para el diezmo, ¡pero no te los mereces!" gritó mientras arrojaba su mesada al húmedo suelo. Caían esas piezas de cobre por el desagüe y entre sus sonidos metálicos, el comediante huyó de la tormenta. Con la vista nublada y sus ojos secos de tanto llorar bajo las gotas de lluvia que ahogaban sus esperanzas, corrió una vez más a través del cementerio. La tierra que se transformaba en lodo comenzaba a alentar sus pasos, hasta el punto en el que calló rendido sobre las raíces de un viejo árbol que brotaba fuera del pavimento de una olvidada tumba, con un epitafio que indicaba que allí una vez dormía un bufón; un bufón que nunca había recibido flores, ni siquiera lamentos. 

"Genau!" dijo en su lengua de origen al ver que el boleto morado que había perdido. Tan extraño era ese boleto que no tenía ni una gota de agua; tan extraño era aquel ser que estaba parado frente al árbol y susurraba su nombre: 

"Tal vez mañana será un nuevo día. Emprende ya tu nuevo camino, mi joven peregrino."

Esa noche sucedió algo maravilloso para la vida y que rompía la monótona rutina de el joven comediante. Sus sueños lo levantaron tan alto que sus pies dejaron de tocar el suelo. Esa noche, el comediante contó el chiste más grande de la sociedad. Su historia quedó como un chiste, el cual la gente temía contar y prefirió olvidar.


Comedias FúnebresWhere stories live. Discover now