¡Feliz cumpleaños!

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Los aplausos suelen sonrojarme. No estoy acostumbrado a que me feliciten por algo. Casi todo me lo reprochan, pero es porque tiene una mirada muy cerrada y no entienden que se puede ver las cosas desde otra perspectiva. Pero claro, ¿quién puede ponerse en los zapatos de un adolescente homosexual? Igual, soy un pendejito. Mi familia es fanática de Boca Juniors, asique supongo que la alegría no es sólo por el aniversario de mi nacimiento, creo que ésta noche es el superclasico, pero no me interesa, a mi no me gusta el fútbol.
Lo que yo estoy esperando es que vengan Cecilia y Esperanza a buscarme para ir a la plaza a pasar la tarde. Lo que me rio con mis amigas no tiene nombre. A Ceci la conozco desde muy chiquito. Vamos juntos a la escuela desde primer grado, y ya estamos en sexto. Ya es agosto y falta poco para que terminen las clases, el año que viene me cambio de colegio y creo que las voy a ver menos. Con esperanza nos conocemos hace dos años, ella es muy inteligente, aunque bruta, pero muy rápida en su mente. Cuando salimos de la escuela nos vamos los tres juntos hasta nuestras casas... esperanza nos acompaña a los dos porque le queda de pasada. Siempre vamos los tres del brazo y cantando alguna de Pimpinela o de Arjona. La gente nos mira y se rie, no digo que no me da vergüenza, pero no estoy dispuesto a negociar mi diversión por la mirada de los demás. Al fin y al cabo, ya sé que piensan y dicen de mi. Este pueblo es chiquito y no hay bondad ni consideración. Lo que pasa es que vamos a los gritos, no es un canto apacible, más bien es un grito desaforado y elejimos las canciones más exageradas. Son diez cuadras en la que más de uno debe querer patearnos el culo.
Al llegar a casa, mamá tiene siempre el almuerzo preparado, hoy hizo ravioles, mi comida favorita. Mis hermanos me saludan porque no me vieron más temprano y mi hermanita me abraza fuerte. Papá, por otro lado me da un beso cargoso, de esos que cuestan salir, él es bastante frío. Y mamá no para de darme besos. Entre risas y anécdotas mamá comienza a preparar la torta para la noche. Mi viejo se fue a trabajar de nuevo y mis hermanos se fueron con sus amigos. Yo, ansioso por la torta. Me voy a hacer la tarea.

Suena el silbato del árbitro y comienza el segundo tiempo, es River - Boca, no se lo pierden por nada. No quitan la mirada del televisor. Yo, comiendo solamente, me aburre el fútbol pero bueno, gana la mayoría... puteadas es lo que sobra, mi vieja toda amorosa me canta el feliz cumpleaños cada cinco minutos.
Llegó la hora de la torta. Y todos aplauden. En mi casa tiene la costumbre de poner en la punta de la mesa al cumpleañero, hoy fue la excepción. Asique mientras mamá va prendiendo las velas, mis hermanos y mi viejo, dirigidos por mamá, me cantan el feliz cumpleaños
, obvio no quitan la mirada del partido, y lo cantan medio apurado. Me sonrojo y no se que hacer, me incomoda mucho esta situación, pero bueno, es un minuto nada más. Soplo la vela y es gol de Boca, parece calculado. Un griterío se apodera de mi casa, yo me rio solamente. Traje suerte, como el día en que nací. Son Trece años, ¿qué sucederá en los proximos 365 días? Cierro los ojos y pido un deseo: que este año me gusten las chicas, no quiero ser homosexual.

NathanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora