Milk

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Declaimed: Haikyuu no me pertenece, es propiedad de Furudate y yo solo hago esto sin fines de lucro porque nadie en su sano juicio me pagaría.
Fic dedicado a NanuuGaleano
Advertencias:

Lime

Breastfeeding

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Kageyama Tobio era un hombre de pocas palabras. Era difícil saber que pensaba, descifrar sus emociones, leerlo como a un libro abierto. Con el tiempo el voleibol había dejado de ser lo único en su mente y comenzó el arduo proceso al que le llamaban madurar.

Fue una época difícil, no iba a negarlo. Sin embargo, ahora que miraba en retrospectiva, Kageyama consideraba que lo había hecho de una manera bastante exitosa.

Lo más difícil de todo había sido el aceptar que era un prodigio del Volley, y no lo había logrado solo.

Cuando llegó a creer que era una decepción, una vergüenza y que jamás lograría alcanzar las expectativas que todos ponían en su talento, fue que llegó el astro que desde entonces guiaba su camino.

Y contra todos pronóstico: no había sido el sol.

La luna, por otra parte, brillaba con fuerza en su vida desde entonces. Había habido eclipses, lunas menguantes e incluso alguna que otra oscura noche con luna llena, más Tsukishima continuaba ahí a pesar de todo.

—No te quieres ahí parado Tobio,— murmuró el rubio con su típica voz de "eres patético" para sacarlo de sus pensamientos.— Necesito tu ayuda, no se quiere dormir.

Kageyama asintió y volvió a la realidad totalmente. Su realidad, la más absoluta de todas las verdades que alguna vez había llegado a tener.

Más que haber logrado entrar a la selección nacional de Japón, más que haber llevado a su equipo a la medalla de plata en las últimas olimpiadas y más que poder subsistir cómodamente del deporte gracias la motivación y el temple que años atrás el rubio le había regalado, lo cierto es que Kageyama Tobio vivía por su familia.

Tsukishima se había vuelto su luz en todas las formas posibles, en formas que incluso creyó que no eran posibles; y de pronto, después de nueve meses de estarse comiendo las uñas, soportando pesadillas, cambios de humos y varios buenos golpes de los que admitía haber merecido al menos la mayoría, el rubio había sido empatado después de una cesáreas de dos horas en las que creyó que se iba a morir.

Nunca se había enamorado de alguien de forma tan rápida. Con Kei le tomó años darse cuenta de que lo estaba, y sin embargo en cuanto vio los ojos color ámbar líquido del pequeño bebé de cabello negro que Tsukishima sostenía en brazos con gesto cansado pero una hermosa sonrisa que mostraba todos sus dientes, Kageyama cayó profundamente enamorado de su pequeño hijo.

Habían pasado seis meses y ahora Tobio tomaba al pequeño Hotaru entre sus brazos para dormirlo. Si alguien le decía que era un prodigio armando un ataque en la cancha, el respondía (en su mente) que era aún mil veces mejor durmiendo al pequeño bebé inquieto que lo esperaba en casa después de cada entrenamiento.

Tsukishima los observó unos segundos antes de ir a sentarse a orillas de la cama. La cuna estaba a unos dos metros de donde Kageyama y él dormían, así que no tuvo ningún problema para seguir viendo la escena que ambos pelinegros le daban a pesar de haberse quitados los lentes.

Pronto los balbuceos y gorgojeos que su pequeño bebé soltaban se hicieron más escasos y bajos de tono, hasta que finalmente desaparecieron. Kegayama continuó arrullándolo unos minutos más antes de decidir que Hotaru ya estaba en el reino de los sueños, listo para ser dejado en su cuna y no despertar hasta el día siguiente.

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