Oh visitante inesperada,
esquiva de predicción,
y por siempre venerada,
en que posamos la aflicción.
Caes con el murmullo del viento,
chocando entre las rocas,
con ese tronar fraudulento,
de las gotas que sofocan.
Y aunque no te esperaba, lluvia,
en esta noche de olvidar,
te recibo de buena gana,
y escucho tu susurrar.