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Este extraño intercambio de mensajes pasaba de ser inocente a tener toda la pinta de un encuentro mafioso.

En la clínica solo quedaban los médicos de turno, uno que otro pasante, y las caras largas de los familiares que acompañaban a sus enfermos.

Me pregunté, si mientras caminaba por el oscuro pasillo hasta las escaleras que me dirigirían a recepción, mi cara lucía igual a la de ellos.

Ella o yo (Continuación)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora