Amor Inmarcesible

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Pude notar como las nubes se oscurecían, significa que no faltaba mucho para que lloviera.

Había finalizado con mi patrullaje cuando me propuse regresar a casa. Me columpié con mi yoyo enredándolo en distintos edificios para poder avanzar.

Sin embargo, detuve mi camino al divisar a una persona sentada bajo el tronco de un árbol. Me acerqué cuidadosa de que no me viera y confirmé que era el chico de mis sueños, Adrien.

Me sorprendió no por el hecho de que esté solo, sino porque está afuera cuando va a llover y no parecía importarle. Lo escuché suspirar, y no sabía si era por algo que lo molestaba, así que haciendo acopio de valor, quedé parada frente a él.

Adrien me miró como si fuera un ángel caído del cielo, no creía que Ladybug estuviera frente suyo. Yo tragé pesado. Soy Ladybug, la fuerte y confiada heroína, no la torpe estudiante.

Al cabo de varios minutos de silencio, le pregunté

- ¿puedo sentarme?- hice mi mejor esfuerzo para no titubear. Él bajó la mirada mientras asentía. Me senté a su lado, arrimada al tronco.

Traté de no mirarlo, pero con el rabillo del ojo lo noté nervioso. Que irónico, ¡yo debería ser la nerviosa! Adrien Agreste a mi lado, separados por apenas unas raíces salidas del suelo, que bien que no he tartamudeado.

- ¿qué haces aquí afuera? Va a llover- pregunté rompiendo el silencio.

Él levantó la vista y noté sus mejillas rosadas, no dudaba que las mías estén como el color de mi traje.

- La lluvia es buena, trae vida a las plantas y animales-

- Y te traerá un resfriado- mencioné sin quitarle la vista a sus hermosos ojos esmeraldas.

No dijo nada por varios segundos. Temí que hubiera dicho algo malo, ¿ahora me odiará? Bien hecho Marinette.

- Nadie notaría que no estoy en casa- habló lo suficientemente alto para que pudiera escucharlo.

Fruncí el ceño confundida.

- ¿a qué te refieres?- respiró hondo y miró al cielo oscuro y nublado.

- Regresar a casa es lo mismo que no estar allí, a nadie le importa mi presencia. Mi padre... él siempre está ocupado, da igual estar o no- sus palabras eran temblorosas, como si contuviera las ganas de desahogarse en lágrimas.

Sentí una pequeña punzada en mi pecho. Recuerdo haber ido a su casa, más bien mansión, en esta forma, es gigante, no lo culpo si se siente solo. Sin embargo, sabía que estaba equivocado.

- Adrien- hablé llamando su atención. Nuestros ojos se penetreban entre sí, como si fuésemos capaces de leer a través de ellos.

- No conozco a tu padre para juzgarlo, o saber en que piensa, pero de algo estoy segura es que el te ama. Se interesa por ti, y puede que no siempre lo demuestre, pero nunca dudes en el amor de un padre a su hijo. Eres su todo, la única razón por la que trabaja y vive cada día- tomé su mano y la apreté en señal de confianza agregando mi mejor sonrisa.

Internamente estaba muriendo, tomar de la mano de mi amor siempre fue un sueño, y ahora yo mismo lo estoy cumpliendo.

Me devolvió el gesto con una de sus sonrisas perfectas, que logran acelerar el ritmo de mi corazón. Luego, entrelazó sus dedos con los míos cortándome la respiración.

Seguro que mi traje no se comparaba en nada al color de mis mejillas, Dios, si antes moría ahora estoy en el cielo.

Noté como el sudor corría por su frente mientras sus rostro enrojecía terriblemente. Competía contra el cabello de Nathaniel, ¿qué le sucedía?

Parecía que en cualquier momento caería desmayado. Separé mi mano de la suya y la pasé por su cachete.

- ¿estás bien?- le cuestioné preocupada.

Asintió aún con su rostro colorado y una sonrisa de oreja a oreja.

- S- si, gracias Ladybug- susurró.

Estaba tartamudeando. Formulé una pequeña sonrisa por la gracia que aquello me daba.

Y en ese momento, me dí cuenta que llovía. Las gotas caían por mi cabeza y todo mi cuerpo. Sentí pequeñas cosquillas cuando rodaban por mi cara.

Adrien estiró su brazo con la mano abierta para saber que tan fuerte llovía.

Se paró y yo le repetí. Por su mirada noté que se iba a ir, pero yo no quería que se fuera. Lo quería conmigo. En apenas unos minutos logré progresar a un nivel al que jamás habíamos llegado conmigo en forma civil.

Rodeé su rostro con mis manos y lo besé. Sentí sus manos en mi espalda al momento que me lo correspondía. Ese beso había sido uno de mis deseos más platónicos, y había sido yo la que dió el primer paso.

Era perfecto, era como si hubiera encontrado en donde encajar, encontré a donde correspondía.

Nos separamos por falta de aire pero nos quedamos viendo. Un trueno nos hizo sobresaltar y nos separamos.

- Y-yo..., t- tengo que irme- hablé tratando de evitarlo. Su mano se posó en su cuello.

- Igual- murmuro. - Nos vemos- dijo sin moverse de su lugar.

Agarré mi yoyo y lo lanzé hasta enredarlo en algún edificio.

- Adi- di- iós- dije impulsándome para poder columpiarme.

Volví a mirarlo antes de desaparecer y vi que también me miraba, hasta que se desvaneció de mi vista.

Sabía que las cosas no volverían a ser normales, cuando nos reencontremos habrán sentimientos encontrados, mas nada de eso importaba.

Yo me había enamorado de él sin haberlo previsto. Nunca lo planeé, o pasó por mi mente aquel detalle, pero siendo sincera conmigo misma, no me interesaba en lo más mínimo.

Es algo raro pero hermoso. Algo que no se daña, algo que no puede ser expresado con ninguna palabra. Y mejor así. El amor es inefable, ni el sabio más honrado del mundo, ni el hombre más rico del planeta, ni la fuerza más poderosa de la existencia puede explicar el fenómeno universal que no deja de expandirse.

Hay que aceptarlo y vivir con eso. Ya que nunca expirará, ni se marchitará, es algo tan elocuente que nos pone felices, y yo estoy contenta de que me tomará por sorpresa.

Limerencia /LADRIEN/ONE-SHOT/Donde viven las historias. Descúbrelo ahora