Ya sé dónde encontrarte.

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-¿No pensabas volver a tu casa?

En ocasiones, los días que mi papá entra tarde al trabajo es él mismo quien me lleva al instituto ahorrándome la caminata o la espera del bus. Hoy es uno de esos días, la gran diferencia es que en esta ocasión yo no quería ser llevado por él, pues, estaba seguro me reprocharía por todo el camino el haberme marchado de casa sin avisarle.

La noche de ayer, luego de la cita con Nicholas llegué a casa de Michelle y me deshice de toda la ropa y maquillaje que llevaba puesto sin dejar rastro ni de perfume, y al regresar a casa entré haciendo el menor ruido posible para no despertar a mis padres, entre en mi cama y no pegué un ojo en toda la noche. Claro que nada me salvaría de la ola de reproches que llegó a la mañana siguiente.

Ya había escuchado a mi padre gritar y a mi madre observar con indiferencia; pero por lo visto mi padre quedó sediento de más y, aunque me negué de todas las formas posibles fui obligado a entrar al auto sin chistar al respecto y escuchar un nuevo sermón de parte de mi progenitor.

-Austin, no puedes salir de casa e irte sin decir siquiera a donde vas -decía con sus manos sobre el volante.

-Le avisé a mamá que no volvería a casa esa noche -respondí mirando a través de la ventanilla del auto.

-Una noche es una noche, tú desapareciste como por cuatro días.

-No estaba desaparecido, ustedes saben que solo voy a casa de Marcus y Michelle.

-¿Qué hizo? -Detuvo el auto y me observó. Yo fruncí el ceño-. ¿Qué hizo esta vez tu madre para que no volvieras a tu casa por cuatro días?

¿Qué hizo esta vez mamá?... Herirme, mi propia madre vuelve a herirme sin tocar un pelo de mi cuerpo, solo con palabras, solo con reproches y con altas dosis de desprecio.

Michelle y sus disparates son la mezcla perfecta que me hacen olvidar el dolor que ocasiona mi madre, una forma de escapar. Esos cuatro días me permití olvidarme de todos los problemas de los que me sentía dueño, empezando por mi madre.

¿Qué no basta con ser madre para amar a un hijo? ¿No es esa razón suficiente?

-Austin...

Tragué saliva con dificultad para desatar el nudo formado en mi garganta.

-Nada, no hizo nada.

-Es muy difícil creerte si me lo dices con esa cara -dijo. Yo no respondí-. Austin, no puedes simplemente irte de casa por lo que sea que tu madre haga o diga ¿cuántas veces tengo que repetirlo para que lo entiendas? Esa casa te pertenece tanto como a ella, es tuya -me señaló con su dedo apuntando mi pecho-, es tu hogar, y es debajo de ese techo donde se encuentra tu familia, donde estoy yo -señaló su pecho-. Gissel en estos momentos no está actuando como un madre para ti, pero estoy yo, que soy tu padre, tu pilar, tu soporte, tu apoyo.

-Yo... yo lo sé -forcé una sonrisa-, no tienes que repetirlo más.

Él esbozó una sonrisa y puso nuevamente el auto en marcha y no se detuvo hasta llegar al instituto. Me despedí con una sonrisa y entré al edificio.

-Buenos días, guapo -susurró Marcus caminado a mi costado con la cara sádica más perturbable que alguna vez he visto.

-No hagas eso.

-¿Hacer qué? -Frunció el ceño.

-Tu cara -dije con una mueca de asco-. No la hagas, ya puedo entender porque no tienes novia.

-No tener novia es una decisión, no es mía, pero es una decisión.

Solté una carcajada por su comentario.

Austin = Astrid Donde viven las historias. Descúbrelo ahora