Cautivo

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Aquellas pisadas de zapatos resonaban por todo el pasillo, acercándose más y más, provocando que, a su lento caminar, mi respiración se alterase y entrecortase. Cerré mis ojos por unos instantes tratando de calmarme, pero, lo único que acudía a mi mente era aquella imagen suya, acabando conmigo, tal y como lo hizo con mi padre. Entre tantos nervios logré oír como aquellos pasos se detenían detrás de la puerta de la habitación en donde me encontraba oculto. Lentamente la perilla de la puerta se movía, dejando ceder al pistillo y así dejando abrir la puerta, en ese pequeño momento en el cual la puerta se abrió, embestí a aquel hombre, estocando en su pierna aquel cuchillo, que sostenía firmemente entre mis manos, asegurando el ataque. Por su parte, el contrario, se retorció un poco del dolor e intentó tomarme del brazo, rápidamente logré safarme de este mordiendo su mano y escapando de aquel lugar, corriendo lo más rápido que podía, sin mirar por donde. Sentía como mi corazón parecía salir por mi boca de tan agitado que éste se encontraba. De repente dí tope con una figura masculina, de aproximadamente dos metros de altura, brazos robustos, y de traje negro. Este hombre soltó una leve risilla antes de rodear mi cuerpo con sus enormes brazos, dejándome inmóvil, pues mis piernas lo golpeaban inutilmente ya que no surtía efecto alguno. Luego de forcejear con éste, siento un leve pinchazo en mi cuello, una jeringa, no cabía duda, y en tan sólo segundos mi cuerpo estaba completamente adormecido. Mi mente trataba de luchar contra aquella droga, pero fue completamente inútil. Mis ojos poco a poco se cerraban, mi visión estaba muy borrosa y oía todo como sí estuviese bajo el agua... Y así... Poco a poco... Perdí el conocimiento.
Luego de varias horas desperté aquí, encadenado en esta oscura habitación

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