Acababan de romperme el corazón y, con el, todo lo que había conocido por vida hasta aquél entonces. Es que lo compartíamos todo, desde el shampoo y los cosméticos hasta la ropa interior... Muebles... Electrodomésticos e incluso el mismísimo celular... ¿Y qué era lo peor? Que no había sido por desamor o infidelidad... Ni siquiera porque la relación se había desgastado... La razón era tan absurda como la nieve en el verano: Un inútil recuerdo que se negaba a abandonar el corazón de mi amante; un viejo amor que, aunque ya no tenía razón de ser y que jamás volvería a ella, se arraigaba en su pecho con la misma intensidad que cuando floreció.
No se equivoquen, no es que ella no me amara. De hecho me amaba tanto que ya no podía seguir teniéndome engañada. Ni lastimarme con su amor a medias tintas, sabiendo que así no me haría feliz. Por lo que, esa misma noche, decidió decirme adiós en nuestro departamento, ése que habíamos compartido por casi más de diez años. Me dijo lo que yo ya sabía y lo que me ocultó de ello también; como el hecho de que, al mismo tiempo en que me estaba amando, sentía culpa de no poder olvidar. Al oír esta última frase mis oídos se cerraron al mundo y sólo atiné a huir de ésa que alguna vez fue mi dulce morada, pero que aquella noche se tornó sofocante... Opresiva... Y la dejé allí, hablándole sólo a sus propios pensamientos.
Corrí con todo mi ser sin saber ni a dónde me llevarían mis pasos, como perdida en un estúpido sueño, por tanto tiempo como mi pulso me lo permitió; para luego caminar sin fijarme ni por dónde pisaba. Comenzó a llover como si el cielo se fuera a caer por completo,<<perfecto>> me dije con ironía, y quise mirar a mi a mi alrededor en busca de un sitio donde resguardarme del chaparrón y entonces me encontré con un lugar que parecía un oasis en esta fría ciudad de concreto, una morada que se veía anacrónica al paisaje... Y que me atraía de sólo admirarle; me le fui acercando sin siquiera notarlo, como si una fuerza de atracción ineludible me arrastrara hacia ese lugar irremediablemente. "Se necesita camarera" fue lo primero que atrapó mi mirada en ese muro exterior de roca calada que conformaba un arco a la entrada del lugar. <<¿Camarera? Qué se supone que sea este lugar ¿Un restaurante?>> pensé curiosa mientras recorría el marco de piedra hasta hallar mi respuesta en un gran cartel de madera que pendía de una estructura metálica, ya saben, de esos que se ven en las películas históricas o ambientadas a alguna época antigua... Secret Garden Bar se leía en el antiquísimo letrero y sentí que quizás, en ese momento, ese era el lugar que mis pies habían estado buscando. Reuní mis despojos y me aventuré a cruzar ese umbral, con una firme convicción en mi mente...
Debo admitir que la placa cumplía su promesa pues, desde la primer pisada sobre ese sendero de roca hasta la última que te dejaba en el pórtico de la entrada, un bouquet de flores te daban la bienvenida a este jardín de ensueño; distribuido en ambos lados de la senda por tres segmentos. El primer tramo te embriagaba con el aroma de los lirios blancos, el segundo, te envolvía con la fragancia de unas hortensias azules magníficas, y finalmente, el tercero te endulzaba con el perfume de sus jazmines. Detrás de las flores el resto del jardín se ocultaba tras unos muros de ligustrina de al rededor de unos dos metros. Al atravesar el pesado portal de caoba, te daba la sensación de cruzar a un nuevo plano dimensional en el que el tiempo ya no transcurriría... Esa fue mi impresión al adentrarme en aquél paisaje surrealista.
El interior del bar era aún más deleitable que su entrada, un enorme salón central con varias columnas jónicas adornaban el lugar en tramos sumamente simétricos y de cada columna colgaban dos macetas con enredaderas que pendían hacia el suelo, sin llegar a tocarle, finos jarrones de cristal adornaban sus mesas con unas flores exquisitas, no soy una experta en flores pero la vista era espléndida... Los muebles eran antiguos y bellos a pesar de su sencillez, las paredes estaban tapizadas con un fino diseño arabesque en negro y dorado que resaltaba el tema floral del local. Habían algunos animosos clientes dentro del salón que quizá escapaban del aguacero tal y como yo lo hice; pero yo no estaba interesada en socializar, sólo quería ir a la primera fila para observar al rostro de este fascinante paraíso. En la barra, cara a cara con su bartender. Esperando encontrar una nueva emoción ya que yo misma no tenía sentidos... Y conforme me dirigía a ella, vislumbraba una frágil figura parada solemnemente detrás del alma del bar, pero mi mirada se salió de foco al contemplar el armonioso vitral detrás suyo.
ESTÁS LEYENDO
Relatos nocturnos
RandomHistorias cortas que retratan los goces, penas, y anécdotas de distintos HUMANOS que,por distintas razones, se ven atraídos a un bar; perdido entre los suburbios de la ciudad. Un paseo por la vida de cuatro personas que están ligadas al bar de una...