RECUERDOS III

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Ya eran las once de la noche cuando recién Akutagawa se sentó a su lado. Para ese entonces Chuya ya estaba desvariando un poco, su mirada se tornaba vacía y el desánimo que mostraban sus gestos, iba en aumento.

Su gabardina negra se hallaba un poco empapada por la lluvia que lo había tomado desprevenido hace unos minutos, pero no hizo nada mas al respecto que sentarse y esperar ser atendido. Por un efímero momento, sintió que las lágrimas que su acompañante no demostraba en ese momento, el cielo las expulsaba, en muestra de un poco de compasión.

¿Le llegarían a aquel, sus lamentos y dolor?

Solo el tintineo de los vasos chocando, más lluvia y las notas de piano de aquella triste melodía, se escuchaban.

A diferencia de su compañero de tragos, no comenzó con uno tan fuerte. La noche se mostraba muy joven todavía, y los recuerdos recién empezaban.



"Mi subordinado es mucho mejor que tú".

Y sí que lo era. Atsushi Nakajima, la razón por la cual su maestro y primer amor estaba orgulloso, en verdad y a creces, era mucho mejor que la escoria que él representaba.

A pesar que lo había odiado con toda su alma maldita, parecía no afectarle en nada, solo lo fortalecía. Siempre era así.

Detestaba la idea de que, por más esfuerzo que haya realizado, no había podido ni robarle una pequeña aprobación a Dazai-san, quien parecía solo odiarlo más y más. Intentó ser como él, y cuando se fue, fue una puñalada tan dolorosa que Rashomon estuvo sediento de sangre por un buen tiempo.

Pero la herida nunca sanó.

Nadie podía darle lo poco que él deseaba: respeto. Mas bien lo miraban como un perro callejero salvaje, quien había sido acostumbrado a la noche y al ser abandonado tantas veces...

Por eso aborrecía al estúpido hombre tigre. Obtuvo sin esforzarse a quien de él solo quería... cualquier nimia cosa. Entonces decidió cambiar de objetivo y ser como él. Tal vez por fin así sería lo que quería, sería suficiente, aceptado por todos, admirado y quizás, querido; no obstante, mientras más se fijaba en cómo era el otro, su corazón se abrió paso y, en contra de todos sus planes, lo cobijó tan profundo que no tenía ni idea de qué hacer con sus crecientes sentimientos.

La alianza entre la Agencia de Detectives Armados y la Port Mafia fue una sorpresa. El ver de pronto a quien en un pasado tantas veces había idealizado, le sirvió para poder darse cuenta que ahora al fin deseaba amar a alguien más y tal vez éste si lo quisiese. Atsushi, sin embargo, estaba teniendo unos problemas emocionales de los que más tarde que temprano, se dio cuenta.

Quiso con fervor nunca haberse enamorado del hombre tigre.

Aunque en el fondo, lo que quería no era no haberlo amado; sino que no quisiese a Dazai-san, solo a él.

Sus acciones fueron despreciables, y todo el dolor que sentía se lo merecía. Intentó conquistarlo por todos los medios, y se aprovechó de su duda con respecto a sus sentimientos hacia el ex mafioso; y cuando al fin pensó haberlo logrado, actuó neciamente, arruinando si existía siquiera, la menor posibilidad de lograr lo que anhelaba: lo colocó en una encrucijada de la que pronto supo, saldría perdiendo.

-Atsushi, ¿Quieres saber si lo amas a él o a mí?- preguntó tentadoramente, sabiendo que esa duda carcomía a su amor por dentro.

El arrepentimiento, el dolor de lastimar quien amas, y sobre todo la maraña de recuerdos inundó su mente como un huracán, y a su desprevenido corazón, quien se retorció, desconsolado, lo dañó una vez más al pensar en eso.

-¿Te fui suficiente?- el poseedor del Rashomon preguntó con un atisbo de esperanza en sus palabras; un pequeño rayo de luz que amenazaba con cambiar su destino, fuese cual fuese este.

Jinko, como solía llamarle antes, primero con odio y luego con unas piscas de un creciente amor que le dolía; solo se giró, abrazándose más con las sábanas, intentando alejar los restos de lo que había pasado. Un silencio incómodo se instaló entre ambos hombres; uno no podía dejar de estar ansioso y emocionado por saber si al fin le había sido suficiente a quien creía amar, y el otro no podía mirarlo a los ojos y decirle la verdad.

-Yo... l-lo siento mucho Akutagawa- susurró muy bajo, así como la fina brisa de una primavera triste, pero tan marchita como los pétalos muertos de un otoño amargo.

Nunca le había dolido escuchar su apellido dicho de otra persona, como aquella vez.

Al parecer, nunca sería suficiente. Nunca lo fue, y tal vez jamás lo sea.

¿Cómo pudo en algún momento pensar que, de entre Dazai-san y él, lo escogería?





Sintió un jalón, tirando desde la manga de su gabardina.

Era Chuya.

Sus ojos estaban rojos, a pesar de no haber llorado, su sombrero que antes le daba un toque elegante, casi parecía caerse al piso; con sus cabellos desordenados, y su mano temblando, lentamente bajó la mirada. De repente, terminó de beber de un solo golpe su trago, de paso también tomándose el del otro, dejó la propina y casi lo arrastró fuera del local.

Ninguno dudó.

Ambos los vieron.

Atsushi y Dazai, junto con algunos miembros más de la Agencia de Detectives.

¿Qué demonios hacían allí? Eso ya no importaba.

Kunikida Doppo los observó salir, casi huyendo de la escena. Cualquiera, incluyéndolo, pensarían que evitaban un problema, un nuevo enfrentamiento y solo quería hacer perdurar la pequeña tregua establecida.

Pero no era así. Nakahara, Akutagawa y nosotros lo sabemos.

Antes de salir completamente de allí, el poseedor del Rashomon se fijó en lo sonriente que estaba Atsushi. Por más que una parte de él se moría al tener ese pensamiento, se alegró de que sea feliz.

No por él obviamente, había intentado librar una batalla por su corazón, cuando había perdido antes de empezar.



"¿Qué se sentiría que te amen?" Pensó antes de desaparecer.

TRAGOS LOS VIERNES POR LA NOCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora