Cuando hacemos el amor
estás tan tierna, tan entregada,
suave, dulce y dorada...
Intensa.
Miel de panal silvestre.
Y yo puedo ser tan yo como nunca lo soy.
No hay miedo, no hay contracción,
ni resistencia.
Derribadas las defensas con los besos
que desarman,
puedo fluir en torrente explosivo
y abrazante.
Y fluir...
Mi deseo constante, interminable,
te persigue hasta el cansancio y más.
Se disfraza de carnalidad vulgar
y pretenciosa.
Vacía, seca, y sin sentido
del ser por el ser o por aburrimiento.
Y a veces sí.
Pero mi persecución viciosa de tu carne
es deseo,
de contacto visceral y profundo.
De refugio y calma en tempestuosas
carreras al éxtasis.
Busco y encuentro en tu carne toda,
instantes absolutos.
Absolutos y adictivos,
enganche mortal que me hace drenarte
hasta agotarte y quedarme sin nada.
Y como una abstemia en desesperación
busco placeres ajenos que me den calor...
¡¡Pero yo quiero tu calor!!
No me lo niegues, amor de mi vida,
porque me pierdo.
¿Dónde está tu calor?
Que me pierdo.
Te pierdo.
Me pierdo...