Jeff acababa de mudarse a un barrio nuevo con su familia. Tras acceder a las peticiones de su madre de integrarse, él y su hermano Liu, optaron por pasar desapercibidos en el instituto, tratando de ser amables, pero sin separarse el uno del otro. Aunque no fueron indiferentes para una panda de chicos. Si lo hubieran sido, tal vez la historia de Jeff no existiría.
Éstos se acercaron a los dos hermanos, vaticinando carne fresca, y para las risas de sus compañeros, el de mayor estatura hurtó la billetera de Liu y la manoseó con una sonrisa pícara. Ante los intentos de los hermanos de recuperarla, rieron más. La paciencia de Jeff llegó exageradamente a su final, que con un impulso violento golpeó a uno de los muchachos, cayendo sorprendido al suelo. Liu agarró a Jeff, pero éste continuó pateando al joven hasta su muerte. Un autobús cercano les alertó de que tendrían que huir si no querían ser descubiertos, pero al llegar a su domicilio, unos oficiales de policía ya habían recibido una llamada sobre la pelea. Liu se entregó, evitando así que Jeff fuera encarcelado.
Los días sucedían monótonos para el joven, aún culpable de que su hermano se hubiese sacrificado en su lugar. Para animarle, sus padres lo llevaron al cumpleaños de uno de los niños de las casas cercanas, el cual estaba jugando con otros pequeños manejando pistolas de agua. La idea atrajo a Jeff por un momento, que desenvainaba el arma con enorme habilidad y casi... daba miedo. Un ruido tras de sí le obligó a volverse. El grupo de muchachos por el que había sido atacado días atrás venían a buscar venganza.
Jeff no se amilanó, abalanzándose sobre ellos con ferocidad y asestando un puñetazo en el pecho a uno de ellos, que convulsionándose, murió asfixiado. Los vecinos en la fiesta que habían presenciado la escena, saltaron sobre Jeff, que corrió hasta el interior de la casa siendo perseguido de cerca por los dos jóvenes restantes. En el baño, Jeff arrancó el toallero y se lo incrustó en la cabeza al más alto, partiendo su cráneo en dos. El otro chico no dudó y agarró un bote de lejía, vertiéndola sobre Jeff. El ácido corroía su rostro, haciéndole caer al suelo de dolor e incautado al fin por los vecinos.
¿Y qué pasó con el rostro de Jeff? Los médicos lo hicieron lo mejor que pudieron, pero aún así carecía de párpados. Su pelo achicharrado había mutado al negro y su piel escamosa, al blanco enfermizo. Sus labios eran una línea descarnada y sanguinolenta. Pero a Jeff le encantaba su nuevo rostro, y con una cuchilla acertó a rajarse una sonrisa mutilada, para ser feliz siempre con su nuevo aspecto. Esa noche, despertó a sus padres y los mató, por haber considerado una aberración su hermosa cara, más acorde ahora con su personalidad neófita.
Liu se removió entre las sábanas, al escuchar un ruido. Jeff se acercó a su cama y acarició sus hombros. "Ve a dormir", le dijo.
