│Prólogo │

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Di un paso y otro más hasta llegar a la orilla del borde de cemento. Las vías del metro no eran tan profundas, pero no buscaba morir por el golpe. En escasos minutos el metro llegaría y entonces me arrojaría y terminaría de una vez con todo este dolor.

En Japón es algo común este tipo de sucesos por eso no creo que a la gente le importe uno más. Y es que ya no tenía fuerzas para seguir viviendo, mi único motor en la vida se había marchado para siempre; mi madre.

Un aire fresco acarició mi rostro mientras recordaba lo sucedido hace dos días.

Desperté como cualquier día de escuela, después de vestirme fui a la cocina para preparar el desayuno. Mi madre trabajaba de enfermera y el día anterior había tenido turno doble, por lo que había llegado pasada la noche. Cuando tenía turnos así llegaba muy cansada y dormía durante gran parte de la mañana, razón por la cual no se me hizo raro no verla y por la cual yo preparaba el desayuno para ambas.

Recién nos habíamos mudado de Seúl la semana pasada. Según el motivo que mi madre me dio era que nos encontraríamos con papá para ser una familia de nuevo. Pero hasta entonces no ha aparecido. Hace tanto tiempo que no lo veo que ni siquiera recuerdo su rostro o si alguna vez lo he visto.

Yo estaba más que feliz por la idea de la mudanza, no por los mismos motivos que mi madre si no porque deseaba estar lejos de la escuela a la que asistía. En la que sufría de constantes abusos físicos por parte de un grupo de compañeras de clase. Nunca se lo comenté a mi madre porque no deseaba darle más problemas,

tenía suficiente con trabajar de más para alimentarme y darme educación. Así que solo callé e inventaba excusas a mis moretones cuando ella los descubría.

Me asomé en su habitación antes de marcharme. La miré en la cama boca arriba, aun dormía, o eso creí. Y no fue hasta en la tarde que regresé del colegio cuando escuché el teléfono. Llamaban del hospital donde trabajaba para saber el motivo de su ausencia. Quedé muda y al reaccionar solté el teléfono que cayó al instante al piso.

Me apresuré a su habitación y la vi, estaba en la misma posición de en la mañana, no se había movido ni un centímetro. Mi sangre se heló y mi corazón dejó de palpitar por un momento. Mi cuerpo no reaccionaba, estaba de pie justo en el umbral de la puerta con los ojos bien abiertos. Las fuerzas de mis piernas se estaban esfumando.

Al reaccionar obligué a mis pies a caminar hasta la cama, mi andar era lento y temeroso. Dentro de mí me convencía que solo estaba durmiendo, que su cansancio era mucho y por eso no escuchó la alarma ni el teléfono.

—Mamá —le llamé tocando su brazo, por su rostro parecía que seguía dormida, sin embargo, al bajar mi vista hacia su pecho me volví a congelar— ¡Mamá! ¡Despierta, Mamá! —llegué incluso a sacudirla, pero no reaccionaba.

Me abracé a su cuerpo soltando en llanto. Fue entonces que me percaté de unas pastillas justo a su costado izquierdo. Sin querer mi mano las tocó y al levantar la vista me topé con el frasco medio tapado entre su mano y la cobija. Dentro de el no había ninguna pastilla más. Esparcidas en la cama solo eran unas cuentas, no más de diez.

Leí el frasco vacío que indicaban que eran calmantes. Ella no solía usarlas, pero comprendí que siendo enfermera podría hacerse de algún medicamento.

Lo que no he comprendido hasta ahora es ¿Por qué? ¿Por qué quitarse la vida así? ¿Por qué me dejó sola? ¿No pensó en mí, en cuanto sufriría?

Llamé a emergencias, pero ya no pudieron hacer nada. Según me informaron su muerte fue en la madrugada. Y yo me desplomé en el suelo ¡Cómo es que no me di cuenta! Incluso hice mi día normal, parecía una mala hija, una a la que no le importaba si su madre estaba bien o no. Pero... ¿Cómo iba a saberlo? ¡¿Cómo iba a saber que ella deseaba morir?!

Escuché el crujir de las vías por la llegada del metro, estaba a escasos metros. Mis lagrimas seguían cayendo con total libertad y en mi mente la imagen de mi madre me acompañaba con una sonrisa.

—Mamá... espérame... ya voy —susurré y me lancé.

Sin embargo, no pude ir más allá de la superficie de concreto. Unos brazos me sujetaron aferrándose a mi cuerpo para enseguida jalarme hacia atrás. Al percatarme que fallé me removí intentando liberarme, pero todos mis esfuerzos, si es que aún tenía fuerza, eran inútiles. Esos brazos me apretaban más fuerte mientras una voz me llamaba por mi nombre. La escuché a lo lejos pero poco a poco se fue haciendo más cercana, más clara y al estar lo suficientemente cerca o mejor dicho al estar yo menos desesperada fue que pude reconocerla.

—¡Jinah! ¡Tranquila soy yo Misaki! —era Misaki Nakamura, compañera de grupo y quien hasta ahora me había dirigido muy poco la palabra y aun así había estado presente en el funeral de mi madre en representación de la clase.

Cuando mi cuerpo dejó de oponer resistencia ella seguía abrazando por detrás. La gente seguía su camino como si nada hubiera pasado. Y es que tal vez no se percataron de lo que estaba a punto de hacer.

Me giré quedando frente a Misaki y me aferré a su cuerpo abrazándola mientras ella me daba libertad de hacerlo. Mis lagrimas seguían fluyendo y ahora con más intensidad, pero a ella parecía no molestarle, acariciaba mi espalda con ternura dándome lo que más necesitaba en ese momento, cariño. 

With you (Mini Fic)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora